¿Solo huesos?
Ayer, dando un paseo me acerqué al cementerio de la Salud, a las fosas donde se han comenzado a “rescatar” los huesos de las personas fusiladas por el franquismo. En ese momento estaban haciendo el levantamiento de uno de ellos. Unos huesos largos y fuertes, como de un hombre joven.
Sentí una enorme tristeza, un dolor que me aplastó y lloré, lloré desconsoladamente pensando en tantas vidas truncadas. Lloré acordándome de mis abuelas, de mis tías, de mi madre. Lloré acordándome de todas esas personas que nunca tuvieron consuelo y que jamas pudieron llevar flores a sus muertos, ni hacerles un funeral. Lloré acordándome de sus lutos prohibidos, de sus fotos y lagrimas ocultas. De ese dolor indecible que causa la injusticia perpetua.
Hay tantos que dicen que ya está bien con esta historia, pero es que ellos y ellas siguen tirados en el mismo lugar en que los arrojó sus verdugos como si fueran basura. Pero es que las familias fueron muriendo sin que jamas oyeran un perdón o tuvieran un reconocimiento que les aliviara su dolor.
¿De verdad que solo son unos huesos?
Ana María Rueda Alegre.
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