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El arte del huerto

Alfonso Alba

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Mi vecina, la Paca, dícese de aquella señora de gran sabiduría popular acompañada por su inseparable delantal a cuadros, nos dice a los cuatro vientos, con tono intenso y alegre, que no sabe leer ni escribir pero que te siembra una sandía en pleno desierto y la sandía agarra, ten por sabido que agarra, ¡vaya que agarra! A lo que añade con plena convicción que “eso no se aprende en las escuelas, ni mucho menos”. Tengo que decirles que estoy completamente de acuerdo con ella, pues saber cultivar un huerto es un verdadero arte, y si no, prueben, ¡que ahí está el tajo!

Aún así es paradójico que, aunque estemos en plena era del desarrollo de las telecomunicaciones, del móvil, de lo digital, de internet… es curioso ver con qué fuerza se abre hueco la tendencia de querer apañarse un huertecito, lo que algunos ya lo llaman la reconquista de la ciudad. ¿A qué se debe? Tendrá razón aquel refrán que anuncia que “la cabra siempre tira al monte”... Para qué engañarnos, a mí personalmente esta paradoja me gusta. Posiblemente sea porque sembrar es parte de nuestros orígenes, de nuestra supervivencia en sí, por el simple hecho de que nuestra vida depende en su totalidad de los alimentos. Aparte de esto, seguramente haya más razones que tan sólo lo saben aquellos afortunados hortelanos, profesionales o no, que han sabido encaramarse a este arte. Unos dicen que la crisis ha motivado la puesta en marcha de la creación de huertos para consumo doméstico, pero no nos confundamos, sembrar hortalizas en casa no supone un ahorro.

En realidad, el fundamento de todo esto no se basa en el puro interés económico, sino que el carácter educativo y terapéutico son otros motivos por los que deberíamos conocer la técnica de la siembra, sus fases y la motivación que se obtiene al conseguir el producto final.

¿Sabes qué satisfacción se alcanza cuando recoges un tomate, un pepino o un melón y poder decir que lo has sembrado tú? Eso no tiene precio. Y como dice la Paca, que tiene madera de arquitecta, “el huerto nos enseña muchas cosas”. Doy fe: encañar las plantas, saber distinguir un cherry de uno de ensalada, o uno de corazón de toro de uno de pera, limpiar las cañas de farfolla, saber cuándo rotar los cultivos, conocer qué variedades plantar, o guiar el agua entre los surcos buscando su mejor dosificación, entre otros aspectos, son algunos de los tintes que no todo el mundo conoce, y que gracias a este tipo de agricultura ecológica (ecointeligencia) podemos conservar hoy día la denominada cocina de cercanía.

Es muy bonito ver a los jóvenes que se interesan por los huertos, estar más cerca de la naturaleza, saber de dónde viene todo lo que comemos… pues nos lo tomamos con gracia, pero algunos piensan que los espárragos en conserva salen así directamente de la tierra, con su etiquetado y todo.

Bromas aparte, nuestros mayores son la mejor fuente del conocimiento de este artículo, un ejemplo a seguir en esta materia y desde aquí aprovechamos para brindarles mi más sincero homenaje a todos ellos.

Y que sepan ustedes, que tras conversar con “la Paca”, me invitó a degustar algunas piezas de su huerto. Os aseguro que repetiré.

JOSÉ ANTONIO LEÓN LLORENTEVilla del Río

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