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Mellarienses eternos en tierra de dones

Antonio Monterroso

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Mellaria es un don de los dioses. A nuestros manantiales hespéricos de la ambrosía venían aquéllos los Olímpicos de la Antigüedad a sanar y conservar inmortalidad. Miel producían y consumían las altas clases romanas para más vivir. Miel que remedia, miel que abunda, miel que alarga. Miel divina desde los egipcios a los mayas. Miel que da longevidad a los vivos y que dona la eternidad a los muertos. Miel que recubrió el cuerpo de Alejandro Magno, para legarlo a la eternidad, allí donde quiera que esté su tumba de oro. Miel para el símbolo de Mellaria. No hay mejor tierra para la vida que aquélla que te nutre de miel. Ni mejor lugar para la eternidad que aquélla que con los dones melados de su nombre por siempre te embadurna. Romana y por siempre melódica Mellaria de Fuente Obejuna.
Los mellarienses eran gentes que vivían en tierra abundante. Y que siguen muriendo en tierra eterna. Mellaria, esa ciudad de no menor nobleza según Plinio, que fue situada en mitad del paraíso de la Beturia de los Túrdulos. ¿Quién apelaría con Mellaria al Cerro del Masatrigo? ¿Quién recuperaría después el gentilicio mellariense para Fuente Obejuna? Alguien, dos, clásicos y cultos, que te miraron de cerca y te comprendieron al instante. A ti, pirámide y espadaña donde el sol mela y mela porque se resiste a caer. A aquéllos túrdulos dispersos por el Alto Guadiato, Roma los hizo abundantes y eternos, porque les dio todos los dones simbólicos de la miel. Mellarienses de gentilicio, firmes siempre en honra, normal que acabaran con el Comendador, y a Lope diesen motivo de grandeza, con el pasar del tiempo.

Mellariamellariense

Mellaria es tierra de dorados pastos. De rebaños, de bellotas y por supuesto de minas y de miel. Las dos mejores fuentes de riqueza doradas, áureas, que puede dar la tierra. De Mellaria era Cayo Sempronio Rómulo, personaje que por su honorabilidad gestionaba los sacrificios relacionados con el culto al emperador desarrollados en la ciudad. También Servilia Atsinna, fallecida en torno a los cincuenta años. Y aquel Marco Servilio Mauro, el más longevo del lugar que conocemos, muerto a los ochenta y cinco. Pero sobre todo, de allí fue una gran mujer a la que su municipio dio pública sepultura y homenajeó con una estatua, Sempronia Varilla. Así lo hizo igualmente Mellaria con Quinto Valerio Severino, al que también decretó público homenaje. Tú si que mereces recuerdo, Annio Anniano, pontífice y alcalde, que dejaste a tus hijos a través de tu testamento la encomienda de la construcción de un acueducto para tu ciudad; una ciudad con agua corriente. A todos ellos, y a todos los mellarienses anónimos por siempre, los acoge en su eternidad la tierra de Mellaria.
Sin embargo, si hay un mellariense que condensa las bondades de las valencias de la miel, ese fue Cayo Sempronio Sperato. Mellariense que defendió a su tierra, la Bética andaluza de la Antigüedad, ante la tiranía del gobernador impuesto por la administración central. Un mellariense que en la misma Roma consiguió demostrar tal ultraje y malversación de los dones béticos. Mellariense al que la Bética misma homenajeó después por tal heroicidad en su sede provincial del templo de la Calle Claudio Marcelo en Córdoba. Un mellariense que, allá por el final de s. I. d. C., presidía la asamblea de todas las ciudades de la Bética que concelebraban el culto al emperador. Mellariense él en la preeminencia de los cargos de la entera Provincia Ulterior Baetica. Las minas, la honra y la tierra, a través de los símbolos de la miel, pusieron ya desde aquel entonces a Mellaria en tal distinción.
Sperato descansa en paz por supuesto en Mellaria. Su pueblo, los mellarienses, naturalmente que le decretaron, con beneplácito de la administración general, honores reservados a personajes de altísima tutela romana: aquellos a los que se le conceden las estatuas ecuestres, que son las menos frecuentes en los homenaje cívicos en el mundo romano.  Allí bajo las tierras donadas del Masatrigo nos espera la tumba del primer gran prohombre conocido en estos lares túrdulos. Allí en Mellaria resiste su mausoleo y esas dos estatuas ecuestres que sabemos que lo guardaban y custodiaban en la puerta.
Mellaria la donada. Mellaria la abundante. Mellaria de honrosas gentes de Fuente Obejuna. Mellaria que das vida terrena y eterna, cuida en la tierra leve de tu melado seno a todos esos referentes, padres, esposos e hijos tuyos, que son, por siempre, nuestros mellarienses.
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