Mellarienses eternos en tierra de dones
Mellaria es un don de los dioses. A nuestros manantiales hespéricos de la ambrosía venían aquéllos los Olímpicos de la Antigüedad a sanar y conservar inmortalidad. Miel producían y consumían las altas clases romanas para más vivir. Miel que remedia, miel que abunda, miel que alarga. Miel divina desde los egipcios a los mayas. Miel que da longevidad a los vivos y que dona la eternidad a los muertos. Miel que recubrió el cuerpo de Alejandro Magno, para legarlo a la eternidad, allí donde quiera que esté su tumba de oro. Miel para el símbolo de Mellaria. No hay mejor tierra para la vida que aquélla que te nutre de miel. Ni mejor lugar para la eternidad que aquélla que con los dones melados de su nombre por siempre te embadurna. Romana y por siempre melódica Mellaria de Fuente Obejuna.
Los mellarienses eran gentes que vivían en tierra abundante. Y que siguen muriendo en tierra eterna. Mellaria, esa ciudad de no menor nobleza según Plinio, que fue situada en mitad del paraíso de la Beturia de los Túrdulos. ¿Quién apelaría con Mellaria al Cerro del Masatrigo? ¿Quién recuperaría después el gentilicio mellariense para Fuente Obejuna? Alguien, dos, clásicos y cultos, que te miraron de cerca y te comprendieron al instante. A ti, pirámide y espadaña donde el sol mela y mela porque se resiste a caer. A aquéllos túrdulos dispersos por el Alto Guadiato, Roma los hizo abundantes y eternos, porque les dio todos los dones simbólicos de la miel. Mellarienses de gentilicio, firmes siempre en honra, normal que acabaran con el Comendador, y a Lope diesen motivo de grandeza, con el pasar del tiempo.
Mellariamellariense
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