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Las Posibilidades

Juan José Fernández Palomo

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Es posible que El Apartamento sea la mejor película de la corta historia del cine porque cuenta el conflicto del amor entre dos trepas. Y vence el amor. Posible es también que Jack Lemmon sea el mejor actor de los actores posibles porque siempre hizo de hombre y no hay epopeya mayor que la del hombre común, no hay héroe más grande que el que lleva dentro su propio antihéroe de serie.

Es así posible que la mejor de tus historias de amor sea aquella que mantuviste oculta y que te hizo perder peso y ganar alguna cana.

Muy posible es que la mejor canción jamás escrita sea In dreams porque Roy Orbison exprimió su sencillez subiendo octava por octava hasta casi el falsete y nos cuenta que cualquier cosa es posible -o no- entre el sueño y la vigilia.

Es posible que el mejor verso del mundo fuera esculpido por Virgilio: ibant obscuri sola sub nocte per umbram. Su sola lectura en silencio, su aprendizaje, su memoria, te agarra por las tripas, te sube a la cabeza y no te abandona. Tan perfecto que asusta.

Posible es también que el mejor cuadro de toda la historia del arte sea el Perro semihundido, de Goya: la cabeza de un chucho de mirada lastimera que puedes ser tú o puedo ser yo, o nadie, o todos. Que no va a ningún sitio o sube hasta donde no se sabe. O ya lo sabrá, si llega, cuesta arriba. Es la imagen más dolorosa posible desposeída de palios y coronas. La más humana. Y es solo un perro. Un puto perro.

Es posible que si Marcel Proust hubiese nacido en mi pueblo, su espectacular flashback a la niñez no lo hubiese detonado una magdalena, sino el mordisco a una croqueta hecha con las sobras del cocido. Podría ser.

Posible, muy posible, sería que los hombres no tomasen el nombre de dios en vano si conocieran que ellos mismos ya llevan a un dios dentro. Es posible que dios no sea uno ni trino, sino cada uno de todos. Es posible que, de verdad, esté entre los pucheros o entre la cadena de una fábrica de misiles o en la pantalla de un radar o disfrazado entre los ácaros del parquet de la bolsa o en las cookies que asaltan a mi ordenador.

Es posible que dios, como tantas cosas, sea tan solo una fórmula y que quien la despeje se convierta en el dios de dios. Y, así, la volvamos a cagar.

Demasiadas posibilidades. Pocas certezas.

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