Sr. Juez

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Claro que conozco tags diversos de las páginas porno que me encuentro en la web. Me gustan todas las escenas que tengo a golpe de click, donde sospecho que se lo pasan bien, sobre todo las de esos amigos o parejas en casa que se ríen y se graban no sé por qué, tal vez para guiñarles un ojo a la gente solitaria con wifi.

Salto como un canguro asustado por las que escenifican sometimiento, dolor, intimidación, violencia. No me molan, no me ponen ni pondrán.

Bueno, sí: me ponen en guardia frente a los hijos de puta.

Hay un juez que ve un vídeo amateur y le salta un resorte de presunta duda. Es un guarro, no se equivoquen.

Y se lo dice un consumidor de porno en internet

que lo ha dejado porque teme que su portátil se llene de virus y le cueste una pasta.

Hay un juez al que su ordenador le importa una mierda que se llene de virus y se cree que lo que ve es un jolgorio de la muchachada de fiesta. E, incluso, se lo pasa bien viéndolo y redacta una sentencia y, luego, se va a su casa, le da un beso a su hija y a su hijo, si los tiene, y se descalza y se quita el pantalón para acostarse en su mapa de la cama sin tocar a una mujer que tal vez está a su lado vuelta de espalda.

Es una secuencia triste si esto fuera una peli.

Pero la tristeza y la malaleche están inoculadas en otro lado, so cabrón.