Jo també sóc Piqué
Es de todo punto impensable que mis amigos madridistas (Luis, Pablo ge punto Casado, el mono Agre, Manolo, Rafa, JL Rodríguez, El puma, Marcelino, Madero -¿quién me presta una escalera para subirme a él-, Alfonso…) quieran que mi equipo –el Barça- gane.
Es más; quieren, en su más que justificado delirio, que si mi equipo jugase contra sí mismo, perdiese como un escorpión suicidándose con su propio aguijón clavado en el lomo.
Es correcto. Hablamos la misma lengua: yo deseo lo mismo, o más infierno, si cabe, para ese demonio al que llamamos Real Mandril, la peste albina.
Y de eso se trata. Con mis amigos comparto cosas, entre ellas ver partidos de fútbol, salchichón, patatas fritas, días de vino y risas. Todo sencillo.
Todo el ruido y la furia exterior –desde lo que dice un parroquiano desaforado en la barra del bar hasta lo que escribe un columnista salvapatrias en un periódico- nos la sopla. “Tus palabras son para mí como meada en el desierto” (leí en “Sinuhé el egipcio”). Fantástica frase, por cierto.
Me recuerda José María a Pablogepunto cuando escribe: “Sanidad, educación, servicios públicos: eso es la patria. Y pagar impuestos. Y vivir y dejar vivir”.
Pues eso. A unos y a otros: bajad el balón al césped y dejad de pegar balonazos a ninguna parte.
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