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Fusión

Juan José Fernández Palomo

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Seis millones de personas sin trabajo remunerado, colectivos sociales y oenegés intentando dar respuestas con pocos ingresos y con la tristeza de la voluntad, personas mayores (que aún viven, como si fuera un milagro) ayudando a sus hijos y nietos a pasar la recurrente frontera de cada fin de mes -conceptos como “familia” o “emancipación” se vuelven elásticos y laxos-, techos sin nadie a quien cobijar y gente sin cielo raso sobre sus cabezas, entidades bancarias voraces y la ceguera de la vista gorda en las instituciones de gobierno...

Todo eso y más. Y, mientras, se celebra Madrid Fusión.

Eso ha estado ocurriendo esta semana en el Instituto Ferial de Madrid, el IFEMA, que pronto acogerá FITUR y luego ARCO y después más, supongo, ferias de componentes informáticos, de moda nupcial, de domótica o de lo que sea.

Yo no he estado en Madrid Fusión; pero sí he estado allí en una edición de ARCO y en varios “Fitures” como enviado especial de un medio de comunicación para contar las excelencias que ofrece la provincia de Córdoba al mundo. Como en el chiste, es curioso ver a un concejal de Cuenca fuera de contexto. Ustedes ya me entienden.

El Instituto Ferial de Madrid son unos cuantos pabellones de exposición junto a un parque que tiene nombre de rey, en dirección a Barajas (que es un pueblo con aeródromo en medio de Castilla).

Estaría bien visitar alguno de esos pabellones en mitad de la madrugada, cuando estén vacíos, y poner allí una grabadora para intentar captar una psicofonía y enviársela luego a cualquier ikerjiménez. Dicen que se registran voces fantasmales de ultratumba porque los sonidos se quedan en ciertos lugares a frecuencias no apreciables por el oído humano.

Con la que está cayendo, la reunión ectoplasmática que se habrá efectuado en Madrid Fusión con una excusa gastronómica habrá sido espectacular. Me la he vuelto a perder. Pueden llamarme demagogo, lo entiendo, pero no me dirán que puede escocer la presencia mediática de negociantes disfrazados de creadores culinarios alimentando piezas de cierre de telediarios y reportajes en las páginas de cultura de los periódicos sobre tapas fusionadas, mandiocas brasileñas y esfericicaciones o como se diga la penúltima majarada.

Aún recuerdo la primera plana de un periódico global en español dedicada al dueño de un restaurante de la Costa Brava que cerraba su negocio y lo reconvertía en una fundación o en un taller de experimentos a lo Syllicon Valley. A nuestro alrededor cierran bares y, como el coronel aquel, no tienen quien les escriba nada. Vuelvan a llamarme demagogo, no se corten.

Por cierto, ese periódico global en español es el mismo que se ha comido doblada una foto de un amerindio rapado, semidesnudo e intubado en una ficticia agonía confundiéndolo con otra persona de importancia. Lo que hay que hacer para comer...

En fin, a lo que iba -disculpen las disgresiones-, que no he ido a Madrid Fusión por problemas de agenda, pero tenía mi creación preparada para la ocasión. Aquí la pueden ver: parece un saliente, pero se trata de un entrante. Se llama “paté de morcilla de Baeza con piñones sobre lecho algodonado de gayumbo tradicional a la memoria de un ojaldre ausente”.

Como a las malas obras de arte abstracto, a ciertas recetas hay que ponerles un título sugerente.

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