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La función digestiva en los humanos (parte final)

Juan José Fernández Palomo

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En cualquier manual básico se explica claramente y sin anestesia que “la tarea del sistema digestivo es la descomposición física y química de la comida; toda la energía que necesita el cuerpo, así como las materias primas para su crecimiento y para la reparación de sus estructuras, provienen de la comida y la bebida que ingerimos”.

También ocurre con los discursos -alimento verbal e intelectual- para eso que llamaremos alimentación paralela, de la cual extraemos la materia para relacionarnos e, incluso, soportarnos. Así nos diferenciamos de un ornitorrinco o de una acacia, por ejemplo.

En el proceso de digestión encontramos siete básicas funciones: prueba, trituración, disolución, transporte, descomposición, absorción y eliminación. Esto es inmutable tanto si se aplica a una fabada con su buen compangu, como si nos referimos a un documento de la Comisión Europea.

Pruebo, trituro, disuelvo, transporto por mi cuerpo, descompongo, absorbo y elimino tan ricamente unas fabes con lacón, chorizo ahumado y morcilla, pero tengo algunos problemas procedimentales con la ración que me sirve la Comisión Europea y su muñeco (Mourinho y Karanka ¿se acuerdan?): no disuelvo bien eso de que “el decreto de la función social de la vivienda de la Junta de Andalucía puede provocar la reducción del apetito de los inversores por los activos inmobiliarios españoles”. (Creía que ya se habían saciado suficientemente y se les había cerrado el estómago, pero se ve que no. Les recuerdo que la gula es un pecado, no un simple sucedáneo de la angula).

Me atasco en la fase de transporte, descomposición y absorción de tal argumento, la verdad, así que me salto varias funciones digestivas, hago una elipsis narrativa y me voy al final: la eliminación.

Y aquí quería llegar, paciente lector: Yo, el arriba firmante, que nací en el Sector Sur de Córdoba, al otro lado del Betis, luego llamado Guadalquivir, vertebrador de culturas y civilizaciones, y que creció en el Parque Cruz Conde, asentamiento de los primeros pobladores de mi ciudad que los arqueólogos llaman “colina de los quemados”; yo, que viví en la Granada renacentista y nazarí, lorquiana y rockera; yo, que he caminado junto a las murallas de Avignon, he subido al barrio más alto de Lisboa, he curioseado en los mercadillos de Londres, he cruzado un parque de Praga o he tocado el mármol de la fachada del duomo de Milán...

Yo: ME CAGO EN EUROPA (en la Europa de “esos de la comisión”, quiero decir).

Ea, ya he hecho la digestión, ya me puedo bañar.

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