Luz verde al proyecto de la casa de espiritualidad del Convento de Santa Clara de Belalcázar
Con Andrés, de domingo
He quedado esta mañana con mi amigo Calamaro. Vamos a tomar un café con porras y, luego, nos vamos a ir a votar, porque somos patriotas, supongo que cada a uno a su manera.
Luego tomaremos unas cañas y un choripán –o dos-, porque somos demócratas y hace un domingo fantástico. Un día tan bueno como para que alguien pueda fastidiarlo. Estas cosas pasan.
Andrelo y yo votamos en el mismo colegio electoral, en el casco histórico de la ciudad, ése que se despuebla de los que mantienen la historia y ve la llegada de la franquicia y el puto magnético para un frigorífico de la cocina de una casa noruega.
Calamaro y yo votamos en la polling station instalada en la Facultad de Letras, en plena Judería porque estamos empadronados, por razones diferentes que no vienen al caso, en la calle Averroes. “Abbey Road”, dice Andrés, porque es rockero. Yo también lo soy, por eso meto palabras en inglés en mitad del texto. Para ser cool.
Dejo que Andrés se meta antes que yo en la cabina para elegir sus papeletas de voto. Naturalmente, no le pregunto por quién o por qué lo hace. Somos caballeros.
Yo voto después de él; traía las papeletas preparadas de casa.
Cumplido nuestro derecho, nos encaminamos por las callejuelas camino de tomar unas cervezas. Hablamos de toros. Yo le dije a Andrelo que me gustan, pero que creo que me estoy quitando, que ya no es lo que era, ya no disfruto.
Calamaro me dijo que persevere, que siempre hay que estar al lado del héroe, del que se la juega.
No sé, no sé, me lo pensaré, le contesté.
Y le confesé también: Andrés, te quiero igual.
https://youtu.be/nzM3s0H53Q0
0