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Ambidiestro

Mi compañero de pupitre utilizaba a la par la mano izquierda que la derecha. Un prodigio, sobretodo en esa asignatura que llamaban “pretecnología”, un paso antes de la ciencia. Lo entendí después.

Ser prectonológico y ambidiestro era una superación en aquellos institutos del pasado; pero, curiosamente, no estaba bien visto.

Era el mejor, lo mismo para hacer un dibujo técnico en un folio que para coger la segueta, cortar madera

o hacer macramé. Con la una o con la otra.

Se comporta la izquierda con la habilidad de la derecha, y sus errores, sus presuntos batacazos y sus volátiles aciertos para aprobar el curso.

Ambidiestros con las dos manos abiertas a cualquier cosa.

“Que tu mano derecha no sepa que es lo que hace la izquierda”, dicen; mientras hay gente ambidiestra. Todo es raro; como mi compañero ambidiestro de pupitre en el cole.

Sin embargo, no hay nadie “ambizurdo” o “ambisiniestro”. Qué cosas.

Mi primera novia, en el parque, me dijo una vez, mientras nos dábamos besos y nos conocíamos, que era ambidiestra y movió sus manos con destreza, la izquierda y la otra.

Puede que fuese la pretecnología de eso que llamamos amor.

Todo es una metáfora, me parece; por lo tanto: verdad.

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