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Tim El elefante

Miguel Ángel Luque

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“No tendrá ninguna posibilidad”, les comentó el guía cuando se encontraron con esa imagen tan desoladora. Una cría de elefante yacía inmóvil junto al cuerpo de su mamá muerta. Larry y su padre, que disfrutaban de sus vacaciones en Kenya, no esperaban una escena así. La imagen del elefante causó un gran impacto en el chico. Hacía dos años que él también había perdido a su madre tras una larga enfermedad. Sabía que tenía que ayudarlo. El factor suerte, no cabe duda, jugó un papel relevante. El papá de Larry, influyente y poderoso empresario de espectáculos circenses, posibilitó y facilitó el desenlace final. A los dos meses el nuevo inquilino del circo había llegado.

TIM -así le bautizó Larry- no iba a ser el único animal en su nuevo destino. El perrito de Larry, BB, toda una “Institución” en su Circo, haría de ‘cicerone’ en su recién estrenada etapa. Todos los días paseaban junto con Larry por las instalaciones y observaban los ensayos y las funciones nocturnas de los acróbatas, equilibristas, malabaristas, contorsionistas, payasos...¡Cómo disfrutaba TIM de las actuaciones! Cómo se le iluminaban los ojos viendo las piruetas, equilibrios, que iban acompañados de estruendosas ovaciones del público. No paraba de hablar con BB sobre lo que había visto, oído y sentido... Hasta que BB caía rendido exhausto de escuchar al “elefante acróbata”.

Larry, descubrió su vocación “dormida” de domador. Todas las tardes, al terminar sus clases y bajo la atenta mirada de BB, el chico adiestraba concienzudamente al pequeño elefante, gracias al acopio de documentación obtenida en Internet. Para TIM, este entrenamiento suponía un reto, que le obligaba a esforzarse al máximo, a dar lo mejor de sí mismo. Lo que más valoraba no era el reconocimiento del chico o de BB, en forma de ladridos infinitos. Por encima de esto se situaba la emoción que le daba sentirse especial, sentirse una estrella de circo.

Con el tiempo, todas las propuestas de Larry fueron ejecutadas a la perfección por TIM, y lo que antes era un estímulo para él pasó a convertirse en algo trivial. Una noche TIM compartió con BB esta situación. El perro, intrigado, le preguntó: “¿Qué te gustaría que ocurriera?”. A TIM esta pregunta le pilló por sorpresa, y en ese momento no supo contestarla. No fue hasta la mañana siguiente cuando el elefante se acercó a BB y le dijo: “¡Quiero ser acróbata!”. TIM sentía cómo su corazón de disparaba y latía apresurado. Pero esta pasión inicial dio paso a continuación a otra emoción bien distinta en apenas unos segundos. El elefante agachó la cabeza, cerró sus ojos y añadió con tono grave: “Aunque mírame… Soy un elefante, un animal grande, pesado, torpe… Es imposible que yo pueda ser acróbata. Tengo que ser realista. Sólo es un sueño, sólo fue un sueño”. El perro, que había escuchado atentamente la reflexión del elefante, le preguntó: “¿Qué harías si no tuvieras ese cuerpo?”. Esa pregunta irritó enormemente al elefante: “¿Cómo que qué haría? ¡Pues me pondría a entrenar! Aprovecharía las noches en las que todo está tranquilo para hacerlo. Lo tengo todo planificado, he visto cómo entrenan, me lo sé de memoria, pero…”. “¿Sabes qué? -añadió BB cortando de raíz la exposición del elefante- a partir de este momento TIM, empezaré a tratarte por lo que decides ser y no por lo que eres”. Dio media vuelta y se fue. Esa misma noche comenzó su entrenamiento.

TIM se encontró noche tras noche con el coste que supone transformar un sueño en realidad. Horas y horas de trabajo, caídas, lesiones, enfados, frustración por no conseguir lo que uno espera, tristeza porque no se veía avanzar, risas y burlas del personal del circo, miedo por defraudar a BB … ¡Tantas cosas!. Estuvo tentado de tirar la toalla muchas veces, aunque su pasión y su sueño le mantuvo en el camino.

Pero una noche dijo basta. No podía más. Lo tenía decidido. Renunciaba. Se rendía. No entrenaría más. Fin de la historia. Antes de abandonar la pista para siempre, BB se acercó y le susurró: “Todo lo que necesitas está dentro de ti. Busca y confía en ti mismo”. Y justo cuando llegaba al final de la zona de entrenamiento se volvió y le preguntó: “¿Para qué quieres ser acróbata?”.

Transcurrió el tiempo. Una noche, Larry oyó alboroto fuera de la tienda. Salió intrigado a ver que sucedía, porque no era habitual siendo tan tarde. El ruido venía de la zona de entreno. Al llegar allí quedó en estado de shock: TIM, su elefante de casi dos toneladas, estaba montado encima de una gran pelota, haciendo malabares con su trompa, con BB dando saltos a su alrededor ladrando sin parar…

Desde ese día el circo contaba con una nueva estrella.

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