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Sobre este blog

Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

Piruletas y metralletas

Debate 'interruptus' de las elecciones de Madrid.

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Está caldeado el ambiente. Como siempre desde hace un tiempo pero mucho más de lo habitual. Y de lo debido. Aunque tampoco es lógico tanto revuelo porque un ministro reciba una carta anónima con balas. ¿Quién no ha recibido en alguna ocasión la postal de un familiar con proyectiles? ¿Quién no ha enviado alguna vez una felicitación de Navidad con una advertencia de muerte? Resulta que a cualquier nimiedad consideran ya una amenaza. Menos mal que España tiene a Rocío Monasterio para devolverla a la cordura. Voz sensata la suya, no sólo en este asunto sino en otro cualquiera. Por ejemplo, la pandemia de Covid-19 es un invento de los chinos propagado vilmente en España por el Gobierno de corriente social comunista. Ojo, que esa idea es actual, no de cuando don Francisco Franco ganaba elecciones -según Javier Ortega Smith-.

Más vale tomar a chanza determinadas sandeces, por mucho que sean tema serio. Y realmente grave, por cierto. Ninguna gracia tiene que un político, e importa un rábano pocho que sea un concejal de pueblo, sea objeto de amenazas. Se empieza por ahí y se termina con un pescado envuelto en papel de periódico para su familia mientras se piensa que el susodicho ya está finado. Perdón por la confusión, eso es más propio de la mafia siciliana -Vito Corleone, o más bien su hijo Michael, les dio lo suyo después-. Pero para algunos representantes de la ciudadanía, porque parte de ésta decidió que lo fueran probablemente en un día de pie izquierdo, entienden que no es para tanto. O que incluso es una trola de las nuevas hordas rojas y bolivarianas.

A partir de un bonito mensaje para Fernando Grande-Marlaska y Pablo Iglesias -y para María Gámez, directora de la Guardia Civil y pro etarra- saltó la polémica. Porque para Rocío Monasterio, presidenta de Vox en Madrid y candidata a la presidencia de dicha comunidad autónoma -que es la única que importa en este país, cabe recordar-, eso era una mentira más de los izquierdosos peligrosos. Una de las mujeres fuertes del partido de don Pelayo… digo de Santiago Abascal invitó, por decirlo de alguna forma, al líder de Unidas Podemos -que también es candidato a mandar en la Puerta del Sol- a marcharse de un debate radiofónico. “Tan valiente como es”, le repetía ella, crecida en una formación de ideales machistas -entre otros istas-. No condenó el suceso y ya se montó la de Dios es Cristo.

A los intransigentes se les corea y a los demás se les vapulea.

Su comportamiento fue el de un demócrata verdadero. Pero de un gran demócrata de Alemania en 1935, por ejemplo. En cierto modo recordó al encontronazo entre Miguel de Unamuno y José Millán-Astray en 1939, cuando el pensador -¿qué coño es eso de pensar?- y profesor fue conminado a abandonar el paraninfo de la Universidad de Salamanca, la más antigua de España. Igual que entonces, una parte fue avasallada por la otra y se vio obligada a no intervenir libremente. Existen enormes diferencias, claro está. De entrada, la situación, el contexto y los protagonistas son muy distintos. Como el hecho de que Iglesias dio por cerrada su participación en el debate antes de iniciarlo y a don Miguel le acompañó la señora Carmen Polo entre collares. El caso es que de manera cada vez más frecuente se acude en los diálogos, sea cual sea el foro, a las agresiones verbales e incluso se provoca el silencio del otro.

Por fortuna, el país tiene un partido de Estado como es el Popular (PP), capaz de dejar la ceguera de las ideas para aportar sensatez. Bueno, un momento. Aquel día, Vox, la formación de la libertad y los muros infranqueables en Ceuta y Melilla, se regodeó en redes sociales de la genialidad de Rocío Monasterio: “Lo hemos echado del debate de la SER y pronto lo echaremos de la política española”. Al final no se distancian tanto de Millán-Astray y toda la marabunta de salvadores de la patria pues su objetivo es que en esta nación sólo haya sitio para los suyos y no para todos -y no es esto sobre su flagrante xenofobia-. Al rato, los populares de Madrid enviaban su saludo a Pablo Iglesias: “Cierra al salir”. Luego alguien corrió por el pasillo, esperemos que sin sufrir daños contra las paredes, para borrar el simpático tweet. Era así cómo de nuevo se normalizaba un comportamiento totalmente desafortunado, por no decir intolerable. A los intransigentes se les corea y a los demás se les vapulea. Todo, toca insistir, por un puñado de balas, como si esto fuera una película de la camorra. O de ETA, ya que les gusta tanto mencionarla diez años después. En serio, de estos barros suelen aparecer lodos terroríficos. Y cuando uno está en el fango, lo más fácil es enterrar la cara en él.

El problema radica, principalmente, en dos aspectos básicos. De entrada, la política española se tornó un partido de fútbol. No hay diputados sino hooligans; tampoco hay concejales sino hooligans; no hay simpatizantes sino hooligans; menos hay votantes sino hooligans… y no hay periodistas -o cada vez menos- sino, en efecto, hooligans. La realidad es que si uno es permisivo con los ultras, estos pueden montar una batalla campal. En eso está España, y puede llegar a ser peor. Aquí lo importante hoy en día es ver quién la tiene más larga en una lucha de insultos y bajeza intelectual; de falsas verdades y reales mentiras; de intransigencia en definitiva. Habitualmente, el odio sólo conduce a un destino: pregunte quien tenga ocasión a sus abuelos y abuelas. En este punto ha de añadirse además la normalización -que sí, que es así- de la violencia. Y tampoco es que en Unidas Podemos sean santos y santas.

Si estallara un conflicto, tendrían mi vida en sus manos pero no mis manos para segar otras vidas.

Igualmente inadmisible es, por mucho asco que a uno le produzca, que un partido no pueda desarrollar normalmente un mitin. Como le ocurrió a Vox en Vallecas. Aunque… ¿Qué habría sucedido si Pablo Iglesias hubiera celebrado un acto en Salamanca? No en la ciudad sino en el barrio de Madrid, donde viven personas que clamaban por la libertad con mascarillas de seda asiática. Yo lo habría visto como vi el evento de los libertadores, como una provocación. Lo cierto es que tiempo atrás se aplaudían los llamados escraches. Después llegaron las manifestaciones contra unos resultados electorales concretos. Si asomaba la patita uno, protestaba en la calle otro; si lo hacía otro, uno también se lanzaba al foro público. ¿Puede haber algo menos democrático que oponerse a la soberanía popular? El pueblo contra el pueblo.

Otro problema, el segundo, es el blanqueamiento de la ultraderecha. Ahí tenemos gran responsabilidad los medios de comunicación, que dimos pábulo y le pusimos alfombra roja a su populismo. Pero también la tienen otros partidos, como PP y Ciudadanos. No tuvieron problema en celebrar una orgía patriótica en Colón, como tampoco en pactar para acoplar el pandero en gobiernos locales y autonómicos. Fue mucho antes de que sus líderes, Pablo Casado e Inés Arrimadas, dieran la espalda al pobre don Pelayo. Perdón, Santiago Abascal. Era el momento de lavarse las manos. Una lástima que ya no se repartieran entre ellos piruletas. Del dulce aquel el veneno actual, que además todos optan por utilizar. Lo peor es que quien acaba intoxicada es la ciudadanía. Y que quien el día de mañana puede sufrir lo que antaño también es la gente. Mientras, ellos siguen con su escalada de violencia y demuestran que prefieren a las golosinas unas buenas metralletas.

Pues miren ustedes, si estallara un conflicto -y es lo que algunos parecen buscar, de un lado y del otro-, tendrían mi vida en sus manos pero no mis manos para segar otras vidas. Me voy con Antonio Machado, que éste sí fue don, a Colliure -que está en Francia, por cierto-, donde descansa porque “una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”. O las dos, poeta.

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Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

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