Tsunami
Coja lo necesario y salga de su casa
(Funcionario judicial en el desahucio del Campo de la Verdad)
Usted escucha esas ocho palabras a las 10.05 de la mañana tras dejar a sus dos hijos en el colegio y lo primero que piensa es que un tsunami se acerca por la cuesta de Los Visos. Nadie va por ahí desalojando viviendas a todo correr salvo que se aproxime una ola de siete metros de altura y fuerza devastadora. Pero hete aquí que el señor que acaba de librar de la muerte a Lourdes Castro, de 35 años de edad y cajera de supermercado en paro, no forma parte de un retén de salvamento sino todo lo contrario.
El procedimiento es idéntico para un tsunami que para un desahucio. Ayer lo vimos con toda crudeza. Llega un funcionario que dice hablar en nombre del Estado, se dirige a usted con la gravedad de un maremoto inminente y le da cinco minutos para recoger tres calzoncillos, dos camisetas y los pijamas de los niños. Inmediatamente después, se presenta una tempestad del Banco de Santander y la casa en la que ha vivido usted durante décadas queda sumergida (quizás para siempre) en el estómago insaciable del sistema financiero.
Resulta paradójico que los funcionarios de la administración que paga el contribuyente para que nos ponga a salvo en caso de catástrofe natural son los mismos que ahora llaman a la puerta de tu casa para dejarte en la puta calle. Puestos a elegir, en un tsunami hay altas probabilidades de que usted o su marido puedan agarrarse a un tablón desvencijado en medio de la corriente. En un desahucio, en cambio, si un banquero le ve sacar la cabeza del agua lo más probable es que se la vuelva a hundir. Por cierto, con la connivencia de los aparatos del Estado.
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