La salud era esto
Una comisión de cruces para que no se cumpla nada
El domingo al filo de la medianoche la cruz de la Plaza de la Magdalena estaba desierta. Por decirlo en términos académicos, no había una puta alma. Al día siguiente era lunes. Y los vecinos del barrio tienen la insana costumbre de levantarse temprano para redimir el pecado original.
Hemos dicho que no había una puta alma en toda la cruz. Pero no es exacto. Raya Real rugía rumbas a toda castaña como si no hubiera un mañana. No objetamos el derecho del simpático grupo sevillano a amenizar las fiestas populares del mayo cordobés. Pero oiga: parece razonable pensar que lo adecuado es que canten para los parroquianos. No para los currantes que ya están embutidos en el catre con el pijamita de franela puesto.
Lo hermoso de toda esta parábola urbana es que la cruz ha sido promovida por la Hermandad de la Salud. Que, como su propio nombre indica, se la está quitando a los residentes de la Magdalena en virtud de esa manera tan particular de interpretar las ordenanzas municipales y el sentido común. En eso, como en tantas otras cosas, Córdoba es la hostia en verso. La Organización Nacional de Ciegos tiene su sede en Vista Alegre, los muertos se entierran en el Cementerio de la Salud y Raya Real se desgañita cantando sevillanas para absolutamente nadie.
El señor alcalde acaba de anunciar la creación de una comisión para reflexionar sobre el modelo de cruces en Córdoba. La última vez que un dirigente político se tomó un receso de cinco días para reflexionar metió al país entero en un psicodrama de tres pares de narices. Lo cierto es que la Asociación de Vecinos de la Axerquía observa con discreto escepticismo la apertura de una comisión sobre las cruces. Mayormente porque teme que sus conclusiones terminen archivadas en alguna papelera de Capitulares.
España es ese hermoso país donde usted se mete un café cortado en la cafetería de la esquina mientras suena la televisión a toda hostia sin que nadie le preste la mínima atención. No me pregunten por qué pero eso merece una reflexión de cinco días. Sin psicodramas, por favor.
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