Una trayectoria impecable
Solo le faltó un detalle: pagar
Vista en perspectiva, la trayectoria de Víctor de Aldama es impecable. Un prestidigitador que lo mismo te saca un conejo de la chistera que se esfuma del escenario como por arte de magia. En Córdoba, apareció una noche de enero de 2011. Llegó como caído del cielo, se sentó con el presidente del club de fútbol, firmó la compra por tres millones de euros y desapareció entre bambalinas.
La operación fue casi perfecta. “Solo faltó un detalle: pagar”, ironizaría semanas después José Miguel Salinas. En el mundo del fútbol hay que tener mucha retranca. Cuando no te hacen un truco de manos, te tiran un caño al borde del área y si te he visto no me acuerdo. El señor Aldama se presentó con su traje gris marengo, su pelo engominado y su barba recortada aquella noche de enero de 2011.
Entonces no nos dimos cuenta, pero ya llevaba en su sangre la trama comisionista de las mascarillas y el pelotazo de los hidrocarburos, un desfalco cifrado en nada menos que 180 millones de euros del ala. Nadie firma la compra de un club por tres millones de euros y luego tararí que te vi, salvo que seas un profesional del tocomocho como la copa de un pino.
El señor Aldama lo es. Desde aquel día de enero no ha hecho sino jalonar su expediente de fraudes, mordidas y otros juegos de magia verdaderamente acojonantes. Con ese currículo intachable, se comprende que el Ministerio de Fomento se desviviera por sus servicios. No me digan que no.
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