Necesitamos más mujeres así
No soy un radiocasete
A simple vista, la frase parece una obviedad. Aunque, bien es cierto, que la inteligencia artificial está difuminando cada vez más las fronteras entre la máquina y el cerebro humano. Lo cual no tenemos la menor idea de si se trata de un hecho bueno, malo o mediopensionista. Sea lo que sea, es un hecho imparable, como casi todas las revoluciones tecnológicas que nos han ido arrollando, una tras otra, a través de los milenios, desde que el ser humano acuñó el hacha en el pleistoceno para abrirle la cabeza a sus semejantes.
Pero volvamos a María José Llergo. La frase, decimos, parece una perogrullada, pero, en realidad, es un grito de guerra de una mujer (y una artista) que reivindica tener una voz en el mundo más allá del negocio discográfico. Si algo distingue a la cantante de Pozoblanco del resto de figurantes del mercado musical es que tiene cabeza y valentía para decir lo que piensa.
Y eso, queridos contribuyentes, no es una especie común en el bazar de las vanidades, donde abundan las carapapas y los floreros que ni sienten ni padecen. A Llergo le piden un día sí y otro también que no se moje y que meta la cabeza debajo de la tierra como las avestruces para centrarse en su carrera musical. Pero María José Llergo se moja. Y, a menudo, se tira a la piscina del compromiso político, del alegato social, de la rebeldía cultural y de lo que haga falta.
“Soy una persona sintiente”, proclama a cuerpo descubierto. Un ser que mira al mundo con perplejidad y que no renuncia a pelearse con él con todas las consecuencias. “Si me quitas esa percepción de lo que soy, estás matándome por dentro”. Y eso, precisamente eso, es lo que quiere la industria. Y por eso, precisamente por eso, necesitamos seres sintientes como la Llergo en cada esquina.
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