Un despropósito económico
"No me imagino cantar Paseando por la Catedral"
(Manuel Martínez. Cantante de Medina Azahara)
Nosotros tampoco. En primer lugar, porque dejaría aquel himno generacional del rock andaluz hecho una pena. Y, de paso, se cargaría uno de los símbolos universales de la ciudad en la que usted y yo vivimos. Con todos los respetos, catedral es una palabra aguda y de eso no tiene culpa el bueno de Manuel Martínez, que, por cierto, es un señor que lleva paseando Córdoba (y su Mezquita) por medio mundo desde hace siglos. Y mezquita tiene el acento tónico en la segunda sílaba, lo cual quiere decir que entra como un guante en el estribillo de la canción.
El líder de Medina Azahara tuvo que hacer esa pequeña precisión en el pregón de las Fiestas de Mayo, justo ahora que es necesario explicar lo evidente. Y lo evidente es que aquí todo el mundo ha paseado secularmente por la Mezquita (incluido el señor Martínez) por la sencilla razón de que es una mezquita. Lo cual no contradice en modo alguno que en su interior haya una catedral.
Desde esa perspectiva, no entendemos por qué la catedral que hay en su interior quiere fagocitar a la mezquita que la acoge desde hace casi cinco siglos. Como poco, nos parece una señal de ingratitud, cuando ambas han compartido el mismo cuerpo arquitectónico en uno de los milagros más felices de la humanidad.
A ningún experto en mercadotecnia, por muy morcillo que fuera, se le ocurriría destruir una marca única en el mundo para adoptar otra que, con todos nuestros respetos, se vende a miles por Europa. Alguien, algún día, como sostuvo el ministro correspondiente, debería explicar este despropósito desde el punto de vista económico.
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