Depredadores
Antes de que el SAS me chupe la sangre, la dono
(Portavoz de los médicos residentes)
Hay días en que un simple portavoz, de un gremio cualquiera, te saca una metáfora de la manga y retrata la realidad de un país. La hemos querido llamar realidad cuando en verdad a lo que asistimos a diario es a una alucinación en toda regla. Pero a lo que vamos: la frase entrecomillada que preside
la página puede ser aplicada al SAS, como podría serlo a la educación, a la judicatura, a la vivienda, a los funcionarios, a los fontaneros, a los electricistas, a los periodistas, a los pasteleros y, en resumidas cuentas, a un país que está siendo vampirizado a marchas forzadas.
Con qué otro verbo podría ser calificada esta carrera galopante hacia la pobreza con que nos desayunamos cada mañana. No contesten. No hace falta. Ayer fueron los médicos residentes, antes de ayer los escayolistas y pasado mañana los pintores de brocha gorda. Qué más da. Uno a uno vamos desfilando por el área de transfusiones, tumbándonos en la camilla, arremangando el brazo y entregando la vena al ministro de turno para que nos apliquen el IVA, el IRPF, las retenciones a cuenta, el copago sanitario, las tasas judiciales, la rebaja salarial, el déficit tarifario, las indemnizaciones multimillonarias, las fugas de capital, el rescate bancario y la Biblia en verso.
Luego, cuando te han depredado la vida, te frotan con un algodoncito bañado en alcohol, te obligan a vestirte tras el biombo, te dan una palmadita en la espalda y te compensan con un bocadillo de chorizo de Cantimpalo para que recupere usted los glóbulos rojos. Doctor: no son glóbulos rojos lo que perdemos a chorros. Es otra cosa.
Así está el cotarro, estimado contribuyente. Por eso, quizás, antes de que al SAS, en particular, y a los mercados, en general, se les ocurra chuparnos más sangre, casi mejor nos adelantamos nosotros y la donamos tan ricamente. Como han hecho estos esquilmados médicos residentes.
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