La vieja
Treinta años sin ver a “la vieja” y Javier encuentra su nombre en el periódico local.
Tres décadas sin saber de la profesora de Física y Química del colegio de un pueblo con puerto y Javier averigua en la prensa que su apellido no era Morales, sino Virgós de Cea.
Media vida pensando que “La Morales” era una solterona y resulta que estaba casada y utilizaba el apellido de su esposo e incluso tenía un hijo y nietos.
Más de un cuarto de siglo sin recordar aquellos días de collejas y broncas en la pizarra y Javier descubre que doña Rosario era la mayor de tres hermanos, que hace algún tiempo perdió a su cuñado Ramón y que era católica, apostólica y romana.
Tanto tiempo pasado desde aquellos castigos ganados a base de camuflar pornografía impresa en los libros de texto y Javier descubre que la señora que cuidaba a su maestra se llama Olga, Olguita para la familia.
Toda una vida pasada desde las clases de ciencias y Javier descubre que doña Rosario, la Morales, la vieja murió ayer mismo y que su familia agredece en una esquela en el periódico local que los acompañen desde el tanatorio hasta la iglesia del pueblo. Quizás lo haga.
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