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El tabernero campeador

Elena Lázaro

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Soy el tabernero y aquí se queda el que yo diga; el resto, a la puta calle. Así dicho con todas sus letras, 56 para ser exacta y un poco petarda, despidió el sábado Amando a tres clientes de su bar. Tres incautos que eligieron el local más antiguo de la ciudad para celebrar la victoria de su equipo y proferir todo tipo de cánticos futbohorteras a grito pelado y sin ningún sentido del ritmo ni las mínimas normas estéticas. Porque en “El Patillas” está permitido cantar y bailar y tocar cualquier instrumento, siempre que se haga con arte, quepa en los 60 metros cuadrados del local y no estorbe al millón de fotografías y carteles que empapelan paredes y techo.

Un ejército de rostros que vigila cada día a un tabernero que presume de vello facial, insulta turistas cuando no gastan en la barra lo suficiente, incumple todas y cada una de las ordenanzas municipales y leyes estatales que afectan a la hostelería y está a punto de lograr que su establecimiento, abierto por su abuelo hace exactamente un siglo, sea declarado Bien de Interés Cultural.

Amando es tan personaje que resulta imposible pasarlo por mi lupa. Se define como el último tabernero de la ciudad, es amigo de artistas y borrachos y profiere todo tipo de comentarios machistas cuando elogia la belleza de las mujeres. Exprime todos y cada uno de los tópicos del pícaro español y la frase que llamó mi atención el sábado la repite cada día para regocijo de la parroquia, encantada de ver a Amando en acción. Tantas veces mandaba “a la puta calle” al personal que alguien le imprimió la sentencia en versión bilingüe para que pudiera mostrarla a propios y extraños sin necesidad de abrir la boca.

Quiere traspasar el negocio y jubilarse, pero para poder hacerlo hay que alimentar la leyenda. Vender cervezas a un euro y compadrear con la bohemia no dan para retirarse. Por eso he querido aportar mi granito, aunque Amando ya tiene quien le escriba. El guitarrista Paco Arana ha novelado la historia de Amando, en un relato real con la puta vida, imagino.

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