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Operación abuso

Elena Lázaro

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Hoy empieza todo. Partimos de 57,5 kilos de carne y hueso más o menos bien distribuida con cierta concentración de riesgo en la parte posterior. Nos quedan por delante:

- Un almuerzo con las amigas de toda la vida, quienes con la maternidad desarrollaron una extraña intolerancia al alcohol que mantiene las reuniones dentro de los cánones del buen gusto, eso sí, hasta que aparece la tarta de chocolate y todas nos lanzamos en plancha sobre la mesa para asegurarnos una buena porción.

- Una reunión de empresa en la que sí está permitido beber, incluso se recomienda, para soltar la lengua y dejar que los malos rollos fluyan y se queden macerando en la mesa navideña hasta el encuentro del año siguiente.

- El potaje tradicional en casa de ese amigo que no perdona que el año pasado faltases y que suele acabar en baile comunitario con viejas glorias de tus noches adolescentes y un repertorio musical ochentero al que resulta imposible resistirse.

- La cena con la amiga madrileña que sólo pasa por aquí dos veces al año y, eso sí, obliga a llevar taconazo y modelito impresionante para acudir a los locales de moda.

- Las obligadas citas familiares de Nochebuena, Navidad y Fin de Año, convenientemente distribuidas entre la casa del suegro, madre y padre - los hijos de separados tenemos la ventaja de tener más de dos plazas en las que disfrutar la fiesta nacional del despelleje familiar navideño- y en las que lo más mediterráneo de la dieta son las gambas y encima vienen del Atlántico onubense.

- El almuerzo anual con los amigos en los que irremediablemente empezamos el día organizados en dos grupos: las que hablamos de los hijos, jefes, recetas y algo de sexo y los que son capaces de emplear más de una hora en describir el último modelo de ruedas de bicicleta, y concluye con todos revueltos bailando y riendo como si los últimos 20 años no hubieran llenado nuestras cabezas de canas y vaciado nuestras cuentas corrientes con hipotecas y gastos familiares.

La meta será alcanzada la tarde de Reyes cuando delante del roscón volvamos a mirar el reparto de volúmenes corporales y observemos felices que hemos vuelto a batir nuestras propias marcas a base de tanta sobredosis de comida, alcohol, bailes, risas y muestras de cariño.

Tengan ustedes una buena entrada y salida de los tradicionales abusos navideños.

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