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Al final, todos preñados

Elena Lázaro

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Cuando nos bajó la regla por primera vez, Blanca dejó de usar el baño que compartía con su hermano. Le obsesionaba la idea de quedarse embarazada si usaba la misma esponja que Fran.

Hace años que le perdí la pista a Blanca e ignoro cuánto tardó en aprender cómo funciona la fecundación. Por eso me ha sorprendido lo nítido que ha regresado este recuerdo a mi cabeza en las últimas semanas. Creía haber olvidado aquella preocupación, pero las últimas medidas adoptadas por el Gobierno andaluz me la han devuelto fresca como una lechuga. Es más, me ha dado incluso por pensar que Blanca estudió Biología y terminó trabajando en algún comité técnico como asesora. Por eso ahora es obligatorio usar la mascarilla cuando corres sola por la calle alejada de la gente, porque si usas la esponja de tu hermano podrías quedarte embarazada.

En primavera decidí ahorrarme mis opiniones sobre las medidas que el Gobierno central, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos iban adoptando para tratar de frenar los contagios. La emergencia sanitaria exigía de todos el acatamiento de las normas y, aunque crítica con algunas medidas como la absoluta desatención a la diversidad de realidades en los diferentes territorios (No, en marzo, todos no éramos Madrid), me limité sencillamente a compartir informaciones y no opiniones. Pero ha llegado el otoño, he vuelto a cumplir años e igual que recupero los recuerdos del pasado, de pronto he sido poseída por la punky que siempre llevé dentro. Así que allá va.

No, 7 meses, miles de estudios y evidencias después, resulta imposible callar ante medidas que no se sostienen y que convierten a la ciudadanía en una especie de masa incapaz de entender la gravedad del problema y de asumir medidas de seguridad individual para proteger lo común.

No, 7 meses después y la certeza de que Sars-Cov-2 tiene más dificultad para extenderse en espacios abiertos, no deberíamos aceptar que se cierren los parques de nuestras ciudades ni que se limite la práctica deportiva, desincentivando precisamente actividades que sólo contribuyen a nuestra salud, mientras mantenemos esa hipócrita y lucrativa permisividad con el tabaquismo.

No, 7 meses después no deberíamos aceptar que la nueva normalidad se siga gestionando a base de boletines oficiales sin soluciones imaginativas que permitan a muchas familias ganarse el pan (no puedo dejar de pensar en los vendedores ambulantes).

No somos niñas púberes desinformadas incapaces de entender la vida. Somos ciudadanas responsables y podemos usar nuestras propias esponjas y no por miedo a quedarnos embarazadas, sino, mi muy querida Blanca, sólo porque compartirla es una cochinada.

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