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La falda

Elena Lázaro

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A los 17 años tienes tantos armarios como amigas. No me atrevo a decir que sea la época más generosa de una vida porque egoísmo y adolescencia son sinónimos, pero es cierto que la palabra compartir adquiere en esos años un significado que ya nunca vuelve a tener.

Son años –al menos los míos lo fueron- en los que no compras una falda sin pedir opinión al menos a una de tus amigas. Al fin y al cabo ella la usará tantas veces como tú.

Hace 20 años compre una. Se ajustaba a la cintura con una cinta de raso y caía hasta mitad de muslo. Si girabas se levantaba dibujando un círculo perfecto. Durante el verano del 95 se convirtió en mi prenda fetiche. La llevé puesta en la primera cita del resto de mi vida y por eso la adoraba.

Mi amiga Ana me acompañó a comprarla, dándole el visto bueno y adquiriendo así un derecho de uso sobre la falda de por vida. Ella la combinaba con una camisa blanca sin mangas que hacían realzar sus hombros perfectamente dibujados e intuidos bajo su melena rizada.

Pasó el verano, llegó la Universidad y la falda se quedó a vivir con Ana. En alguna ocasión pensé en ella, pero nunca la reclamé. Dejamos de salir juntas de compras y cuando nos cruzábamos por la calle nos limitábamos a ponernos al día. Acabamos la carrera, encontramos trabajo y nuestros armarios se volvieron egoístas y exclusivos.

Los años pasan y la distancia te aleja de las amigas y de las maravillosas faldas de vuelo. Hasta que un día lees una noticia en las redes.

Es de madrugada y sin saber por qué andas desvelada. Ha vuelto a pasar. Un hombre ha asesinado a su pareja. Esta vez llama tu atención porque ha ocurrido relativamente cerca de casa. Ella es de tu ciudad. Lo lamentas. Comentas en la red el horror pero cierras los ojos. Sueñas con un asesino, pero despiertas y la vida sigue ahí. Eliges un modelo favorecedor para salir a comer con los amigos y en mitad del almuerzo suena el teléfono.

- ¿Has leído la noticia?

- ¿Cuál?

No necesitas respuesta. De pronto, los titulares llegan a tu cabeza.

Enlazas dos ideas , dos nombres y aparece ella.

Las lágrimas sólo te dejan ver una bonita falda de vuelo girando. Todo está oscuro y piensas que es la falda.

Era de color negro.

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