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Tu miedo es una enfermedad...

Rakel Winchester

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"El miedo al dolor, puedo entenderlo,

a la sumisión, a vivir sin libertad.

No ser esclavo, no ser su perro.

Sucio bufón, la marioneta de su majestad."

Miedo.

Miedo paralizante.

Miedo que no le permitía avanzar.

Miedo. Pánico. Terror.

Escondida en su cueva, únicamente salía de noche cuando la ciudad dormía, acechando por las calles, tapada hasta los ojos... y muerta de MIEDO.

[...]

Vivía oculta bajo un edredón, mirando al techo. Ventanas cerradas, luces apagadas. Ilógico que la oscuridad en su mundo le hiciera sentir segura, pero era rara hasta pa eso. Caminaba a tientas, intuyendo y palpando paredes y puertas. Las yemas de sus dedos habían adquirido una sensibilidad extrema. Y toda su piel. Un leve roce con cualquier zona de su cuerpo era capaz de detectar material, temperatura y textura en un segundo.

Y sus ojos... aunque diese cien vueltas sobre sí misma cubiertos por una venda, reconocía el habitáculo donde se encontraba a la perfección.

Su casa carecía de los espejos comunes, salvo el que presidía la entrada tapado con una sábana. No quería verse. No podía...

De vez en cuando se levantaba a engullir pasteles, vagando por los pasillos mirando hacia atrás en eterno estado de alarma. Las plantas de los pies tenían un surtido de pizquitos de chocolate, migas de bollos de leche, nata, crema y pelusas...que atrancaban sus tuberías al ducharse cada anochecer...

Su gesto era la viva imagen del espanto. Su cuerpo rígido, sus manos inertes. Y todo el conjunto puro hielo. Sus mandíbulas andaban encajadas de no comunicarse y cada una de sus articulaciones supuraban dolor.

"Puedo entender el miedo a la oscuridado al del umbral de la locura......puedo entender el miedo a no verte máso al caos de la droga dura.Tu miedo es una enfermedad"

Solamente una cosa endulzaba su mirada, destensaba sus músculos y alimentaba su alma...

En el ocaso se daba un baño de agua hirviendo y, embadurnado en miel y azúcar su cuerpo, se lo frotaba con las palmas de las manos hasta dejar su piel sedosa hasta límites imposibles... Un abrigo estrecho y largo y debajo, aun a riesgo de morir de frío, apenas unas braguitas de algodón y una camiseta interior ceñida. Sin sujetador. Así podía controlar su pezón vago. Ese medidor que únicamente se empitonaba en ese primer beso que le ayudaba a filtrar si la víctima era válida.

Pues tan sólo amando, sus músculos se descontracturaban, su gesto se endulzaba y lo orgánico de su ser reaparecía fluyendo de nuevo el líquido... Y las lágrimas regresaban a sus ojos. Y la saliva a sus labios.

Caminaba a solas por la ciudad merodeando lugares habitados por reuniones de hombres nocturnos. Una mirada de rayos láser invisible adornada de estrógenos y progesterona les indicaba que estaba receptiva, les daba la señal necesaria para que osaran acercarse. Y después de largo rato de charla sin contacto, los invitaba a su casa. Un beso antes de cruzar el umbral era la pista para saber si la noche se alargaría o desearía acabarla lo más pronto posible. Porque si le gustaba el beso... todo era perdonable.

Necesitaba contacto para subsistir... Necesitaba contacto para que sus células cobraran vida... mas estaba tan sugestionada con seguir siendo libre y no volver a errar que no se permitía ningún tipo de amarre emocional. Si notaba la más mínima expresión de madre de Marco en el gesto del amante durante el polvo, su corazón comenzaba a destilar cemento y una muralla crecía a su alrededor secándose instantáneamente. Sin posibilitar tampoco a sus sentimientos manar. Robando espacio a la posibilidad.

"Tu miedo

Tu miedo es tu mal

Tu miedo

Tu miedo es una enfermedad

Tu miedo

Tu miedo es tu mal

Tu miedo..."

Cuando culminaba el acto, los diez minutos posteriores a la eyaculación del varón, esos que necesitaba para recomponerse, ella los invertía con disimulo en enredarse al cuerpo agotado de su amante para recargarse de cariño, para posteriormente aburrirlos hablando impidiéndoles dormir y que finalmente ellos, marcharan.

Un último toque con su dedo en el hombro a la salida con un sabes que nadie te creerá acompañado de una sonrisa sentenciaba su discreción y ellos, temiendo no volver a repetir o puede que con la esperanza de que volvieran a encontrarse, guardaban el más absoluto de los silencios.

La luna estaba preciosa, ni muy llena ni muy vacía... y ella inquieta. No quería ver a nadie pero sí caminar... Con esfuerzos sobrehumanos entró en un bar a comprar tabaco. Un bar con gente Y LUZ. Sus inmateriales anteojeras equinas hicieron fielmente su función de no permitirle ver nada a los lados. Y a la salida alguien rozó su hombro al pasar y notó como su clítoris se contraía y su vagina se estrechaba... cosa extraña... y una voz de hombre...

Nerviosa agarró la cajetilla de cigarros dispuesta a salir corriendo... y esa voz entró directamente en su oído...

-Oye...

"Tiemblan las piernas y tu voz

alguien te ha pedido algo suelto

Pánico a entrar en el ascensor

Sombras que persiguen tu cuerpo."

Socorro.... era a ella.

Salió corriendo... huyendo a casa...

Entró aterrada y sin haber cerrado todavía se arrancó el abrigo, sudando... Por la ventana entraba un poco de claridad proveniente de una farola de la calle. Asustada, se colocó las manos largo rato en el pecho con los ojos apretados y al retirarlas notó ...su pezón endurecido.

Cuando su pezón vago se erizaba... en lo más recóndito de su parte más caliente una fábrica de algodón de azúcar abría la persiana y una cuadrilla de feromonas animales comenzaba a hilar una kilométrica madeja de finísima hebra dulce... y un cartel que rezaba SALIDA se martilleaba a las puertas de su sexo.

Aún sin recomponerse escuchó el timbre... y se mantuvo en silencio. Sabía que era él.

Estaba petrificada. El único sonido que rompía el silencio era el latir de su corazón.

La respiración agitada. Y el pulso.

Escuchó sus pasos en la escalera... iba a entrar. Y su boca se llenó de saliva.

Vio su sombra en la penumbra... Se estaba acercando.

Se colocó frente a ella en silencio y ella aspiró su aroma... Unas manos calentitas rozaron su cintura y un escalofrío involuntario recorrió su cuerpo de arriba a abajo. Se adentraron en su camiseta acariciando su vientre. Ella contuvo la respiración. Pasearon dulcemente por su piel y cuando llegaron a la espalda, ella sintió deseos de abrazarle. Pero no podía moverse... La dureza de sus músculos se relajó y sus manos cayeron hacia abajo. Y aunque no quería dejar de mirarlo, sus ojos se cerraron sin querer y su boca se entreabrió tímidamente... No necesitaba el beso, pues la calma que embriagaba de repente su alma, le indicaba que no iba a ser imprescindible en esta ocasión. Podía escucharse en el silencio de la estancia un respirar entrecortado fundido en jadeos bajitos.

Enredó la mano en su pelo para agarrar su nuca y volvió con la otra al vientre. Sin dejar de respirar en sus labios. Y ella, que pensaba siempre un acto por delante del presente, apretó el chocho intuyendo cuál sería el siguiente paso...

Con decisión y suavidad su dedo corazón buscó su clítoris por encima de las braguitas...y ella se aferró  como un imán a su cinturón, reparando en esa barriguita que sobresalía. Esa barriguita que le musitaba al oído que contenía suficientes cantidades de estradiol como para recrearse en un largo orgasmo sin tener que pensar en otra cosa que en no morir por aneurisma.

Cuando su mano pidió piel y aquel dedo se deslizó por entre sus labios buscando el origen de aquel surtidor de dulce hilado y se introdujo con ternura en su vagina, ella ya había desabrochado sus pantalones y acariciaba con los suyos su glande...

Agarró su polla con firmeza y él, ayudado por  aquel mar que rezumaban sus muslos, rodeó su clítoris con el pulgar activando el interruptor de su maquinita de algodón de azúcar mientras la yema de su otro dedo continuaba presionando aquel punto G de gozo...

Ansió arrodillarse ante él. Ansió chupar aquella polla y escucharlo suspirar, pero las velocidades fueron acrecentándose; velocidad de movimientos, de respiraciones, de latidos, de pulsaciones...  Y su vagina comenzaba a transformar su flujo en hebra...Se alimentaba de sus murmullos y del aire que expulsaban sus labios directos a su garganta. Y ya de puntillas, con los músculos de sus gemelos al borde del calambre, se dejaba hacer mientras él mordía sus pezones y le hacía chillar de placer.

Soltó su pene, agarró su cabello hasta casi arrancárselo.. clavó sus uñas en su espalda. Apretó los dientes.... y gritó hasta casi perder el conocimiento.

Observarla le ponía tan tremendamente bruto que salió el jabalí. No era una carrera de “hazme”, era una competición de “entrega”. Giró su cuerpo, se puso tras ella, y la penetró de manera brutal por detrás arrancando la sábana del espejo para no perderse ni un solo suspiro de su semblante, ni una sola lágrima de las que sabía que se estaba conteniendo. Y fue agachándose hasta sentarse, agarrando sus caderas con fuerza sin dejar de metérsela... hasta caer rendido hacia atrás, entretanto que ella se tocaba y se tocaba, succionando con sus músculos vaginales aquel fruto de placer extremo... hasta perder el aliento.

Y ella se dio la vuelta entonces, y echó la cabeza en su regazo.  Y él la abrazó tan fuertemente que destrozó sus miedos en 20 segundos.

La claridad del día iluminaba la estancia al completo.

Sólo así apreció esos preciosos carrillos de hámster. Aferrada a ellos, deseó comerse sus labios... y  aquel beso, repleto de sentimientos y emociones, le hizo respirar para dentro derritiéndose en sensaciones. Desde el momento en que sus bocas se juntaron, su maquinita comenzó a hilar... y a hilar... y a hilar...

Trepó por entre su cuerpo y le dio a probar unos segundos... Volvió a bajar, y clavó su mirada en aquella bonita cara. Una madeja de dulzura comenzó a enroscarse en su miembro erecto. Cimbreaba su cintura lentamente para conseguir un algodón de azúcar perfecto. Y él, se deshacía en el arte de la contemplación.

Cuidadosa lamió con la punta de la lengua y en 3D aquella golosina desde el palo hasta la cumbre. Un paseo por sus huevos... y un regreso para acomodarse allí ya con la lengua distendida. Saboreó cada recodo de su glande mientras su garganta murmuraba sonidos que describían con qué intensidad deseaba hacerlo. Él se incorporó para verla, y ella, con gesto lascivo levantó la mirada aferrada a aquel mástil sin dejar de relamer y succionar lo que no le cabía en las manos.

Cada gruñido de él se tornaba en ronroneos gatunos en ella que, enganchada a sus dulces caderas, disfrutaba con idéntica magnitud. Y él, no quería retirar la vista de esos labios frotándose con su frenillo, ni de ese cuerpo desnudo redondeado que se mecía al ritmo de la felación.

Las primeras gotitas de placer ácido acariciaron su lengua cuando la velocidad  de la mamada comenzó. Ella cerró los ojos y se aceleró sospechando que la corrida terminaría en su cara, rollo peli porno, ... pero no... él se aguantó. Puso una mano en su frente y la empujó con amor hacia atrás, montando encima en un ejercicio inesperado de atletismo posicionándose en el más básico misionero... Le abrió las piernas. Ella seguía empapada. Y frotó la punta de su falo con su clítoris buscando el orgasmo con ella... Y ella agarró su cara y la pegó fuertemente a la suya. Y le mordió los labios codiciando besos... Y cuando supo que era el momento... aquella coraza se rompió en mil pedazos permitiendo a su llanto brotar, y un grito que fundía ternura y compasión salió de sus gargantas a la vez...  abrazados hasta convertirse en uno.

Y unos minutos más tarde... el colega estaba roncando como una marmota, pa no perder la costumbre.  ;)

"Tu miedo...

...tu miedo es una enfermedad

Tu miedo...

...tu miedo es tu mal

Tu miedo...

..tu miedo es una enfermedad."

https://www.youtube.com/watch?v=1X_7xH7tZUE

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