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Urgentemente

Miguel Ángel López

27 de junio de 2019 14:15 h

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Uno está muy tranquilo reposando su buena conciencia frente al televisor, con las preocupaciones aparcadas en el garaje tras un duro día de trabajo. Solo el móvil activa nuestras alarmas a la mañana siguiente. Las vidas civilizadas raramente corren peligro. Nos hallamos tan a salvo y nuestras ambiciones son tan inocuas, que nuestro instinto es más bien de infravivencia. Nos bebemos el café, nos zampamos la tostada incluso antes de untarla y cada cual retoma su propia mentira. Así es como la realidad resulta aburrida y absurda.

Cuando Valeri Legásov entendió, de súbito, la envergadura del asunto, también comprendió la urgencia con la que se impone la supervivencia. Nada es más inmediato que el instinto de salvar el pellejo. Aunque la mayoría achaque la emergencia al miedo, se trata más bien de incertidumbre. Los miedos se encaran, de la incertidumbre se huye. Incesantemente, además, porque la vida no es otra cosa que una continua espiral de dudas que nos hunde sin que jamás lleguemos al fondo de su cuestión. Y cuando lo hacemos, las respuestas son tan ignotas que las rehusamos hasta que su evidencia se acaba imponiendo. Para entonces ya es tarde y lo urgente, irremediable.

Lo de Chernóbil fue una aberración; un desdén al conocimiento, una falta a la verdad y una oda al cinismo. Ésta es la canción imperante de los hombres, de todos los hombres: el poder. Aun convencidos de habitar en la estabilidad más legítima, la auténtica vitalidad siempre peligrará mientras lo urgente solo sea conservar la reputación. La certidumbre nos ciñe la vista con su venda invisible. Nos asusta la duda, nos desasosiega la excepción. La naturaleza nunca soportará nuestro capricho por someterla; nadie tiene tanto poder para controlarla, siquiera para entenderla. La de los hombres es una cruzada equívoca, tan irreparable como su obcecación por las naciones.

Mientras urgentemente se vuelven a cambiar los nombres de las calles, urge la dignidad laboral. Mientras urgentemente se recicla el Parlamento, se pudren los mares. Mientras urgentemente hay que hacer esto y lo otro para mañana sí o también, se agota el tiempo. Mientras urgentemente se vive, lentamente se muere.

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