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Miriam Toukan: “Quiero que la gente conozca la historia de mi tierra”

Entrevista N&B a Miriam Toukan

Aristóteles Moreno

24 de septiembre de 2023 00:10 h

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La de Miriam Toukan es la historia de la desposesión y el destierro del pueblo palestino. Pero es la historia también de la búsqueda del diálogo y el reconocimiento del otro. Nació en un pequeño pueblo a 40 kilómetros de Haifa, una de las ciudades árabes extirpadas por la colonización judía en 1948. Hoy apenas queda un 9% de palestinos. La casa de sus abuelos a orillas del Mediterráneo les fue arrebatada en aquella catástrofe humana que abrió una de las heridas más lacerantes del planeta. Estudió Derecho en la Universidad hebrea de Haifa y revolucionó Israel al convertirse en la primera palestina que participó en un concurso de máxima audiencia del país. Su arrebatadora voz pulverizó todos los tabúes de una sociedad fracturada y en continuo estado de 'shock'.

En 2014, en plena guerra de Gaza, protagonizó una de las movilizaciones más emocionantes de Israel junto a miles de madres judías y palestinas. Una columna multitudinaria de Mujeres por la Paz marchó sobre el Mar Muerto para reclamar el fin de la sinrazón y un futuro de concordia para dos pueblos que están condenados a vivir juntos. Tres años después, aterrizó en Córdoba para cantar con la artista judía Yael Deckelbaum en un sobrecogedor acto de mujeres vestidas de blanco junto a la Mezquita. Nada más pisar las calles blanquísimas de la antigua capital de Al Andalus exclamó: “¡Madre mía! ¡Yo ya he estado aquí”. Y aquí ha anclado su vida y su amor.

PREGUNTA. La historia trágica de su familia comienza en 1948 en Haifa.

RESPUESTA. La familia de mis padres vivía en Haifa en 1948 y fueron obligados a salir por la guerra. Tuvieron que dejar sus casas y cogieron las llaves con la esperanza de volver. Mi abuela guardó las llaves de la casa hasta el día en que murió.

P. Y su familia aún conserva las llaves.

R. Sí, claro. Cogieron un barco y se fueron a Líbano. Otra parte de mi familia se fue caminando a través de la montaña. Estuvieron haciendo círculos hasta encontrar el camino correcto y cruzar la frontera. Hubo gente que perdió a sus niños. Allí estuvieron ocho meses y cuando regresaron a Haifa se encontraron a una familia judía ocupando su casa. Entonces tuvieron que irse a un pueblo cercano llamado Ibilín.

Cuando mi familia regresó a Haifa, unos judíos habían ocupado su casa

P. Su familia no pudo recuperar su casa.

R. No. Todavía tenemos fotos de mi abuela con mi tito, que tenía tres años, en la terraza de aquella casa junto al mar en Haifa. Cuando regresaron de Líbano ya había otra familia y se tuvieron que ir a Ibilín, un pueblo de Galilea. Yo nací allí. Y allí seguimos hasta hoy día. Una parte de mi familia no pudo volver de Líbano. Y tengo una tita en Canadá, otra en Senegal y otra en Australia. Mi abuela, la madre de mi padre, toda la vida tuvo la esperanza de ver a sus hermanas y su único hermano que vive en Beirut. De niña, yo recuerdo que mi abuela lloraba cuando escuchaba las canciones de Farid Latrach.

P. ¿Su abuela nunca los pudo ver?

R. A sus hermanas que viven en Canadá y Australia, nunca las pudo ver, pero sí a sus hijas. Al hermano que vivía en Beirut tampoco pudo verlo. Tenía prohibido entrar en Israel. Mi abuela tuvo toda su vida la esperanza de que iban a abrir la frontera. Estaba a solo tres horas en coche de Beirut. Nunca pudo volver a ver a sus hermanos. Y, cuando se estaba muriendo, llamaba a mi padre con el nombre de su hermano. Esa historia ha influido mucho en mi vida.

P. ¿A su familia de Líbano no la dejaron entrar nunca en Israel?

R. No. Está prohibido.

P. Pero su familia de Canadá, Australia y Senegal sí pudo volver.

R. Solo pudieron volver como turistas. Pero no recuperaron sus derechos. Todos perdieron su casa y su patria. Nunca pudieron volver.

P. Hoy en Haifa solamente queda el 9% de palestinos.

R. Antes de 1948, el 80% de los habitantes de Haifa eran palestinos y el 20% judíos. Ahora es al contrario. La minoría son los árabes. También en muchas otras ciudades.

P. ¿Todos los palestinos de Haifa están fuera de Palestina o se alojaron en pueblos de alrededor?

R. La mayoría se fueron a Líbano y cuando volvieron tuvieron que alojarse en pueblos de alrededor porque sus casas de Haifa estaban ocupadas. Yo nací en Ibilín y adoro mi pueblo. Vivimos allí cristianos y musulmanes juntos y hacemos vida en común. En la escuela estudiábamos y hacíamos juntos todas las actividades. Cuando llegaba Ramadán, celebrábamos el Ramadán. Y cuando había Navidad, celebrábamos la Navidad en todo el pueblo.

Mi abuela guardó las llaves de su casa en Haifa hasta que murió

P. En Ibilín no hay judíos.

R. No. Alrededor del pueblo han construido asentamientos. En todos los pueblos árabes del norte hay colonias judías alrededor.

P. ¿Por qué colocan ahí los asentamientos?

R. Son tierras árabes. En mi pueblo, en los años setenta y ochenta, la gente trabajaba en campos de pepino, pero el 80% de esas tierras las cogió el Gobierno para construir colonias para toda la gente que venía de fuera de Israel. Es la manera de la ocupación y de ejercer el control en zonas de mayoría árabe.

P. ¿Cómo conoció la historia de su familia?

R. De niña tenía interés en saber exactamente qué había pasado. Mi familia me educó con mucho amor y también con sentido del perdón, aunque sin olvidar todo lo que había pasado. Y con la idea de intentar cambiar la situación del país. Yo preguntaba mucho hasta el punto de cansar a mis padres, para quienes era muy importante que supiéramos la verdad de la historia familiar. Pero también escuchar a la otra parte. Saber qué pasa entre los judíos y por qué hicieron todo aquello. Poco a poco, cuando tuve más información y viví con los judíos, empecé a ver que el camino estaba más claro. Teníamos muchos problemas. No solo problemas políticos sino también del día a día. Problemas de supervivencia. Era importante escuchar al otro. Y yo, como cristiana, creo en el valor de la vida de la gente. Tenemos que defender nuestros derechos y nuestra tierra, pero también el diálogo con la otra parte.

P. El primer judío que conoció fue en la Universidad de Haifa.

R. De niña teníamos un campamento de verano con niños judíos que vivían en las colonias. Los colonos venían de Estados Unidos y había una asociación de activistas por la paz. Fue muy interesante para mí. Escuchamos otro idioma y vi por primera vez a personas rubias y con piel clara. Tocaban la guitarra y hablaban hebreo. Sentí la felicidad que provoca la música y lo viví con mucha emoción. Cuando volvía a casa hacía muchas preguntas a mis padres. Tenía 6 o 7 años y decidí en ese momento que quería hacer música, porque la música puede cambiar las cosas. Luego estuve en el coro de mi pueblo y cantábamos por la cultura árabe y palestina. Yo quería hacer algo por ayudar a mi pueblo y a la gente oprimida, y decidí estudiar Derecho en la Universidad de Haifa.

P. ¿Los palestinos pueden comprar tierras en Israel?

R. Pueden comprar un solar para construir una casa en un pueblo, pero creo que fuera no pueden. Los lugares donde había pueblos palestinos que desaparecieron en 1948, y ahora solo hay piedras y cactus, son del Estado. Solo el Gobierno dice qué se puede hacer ahí. En algunas de esas tierras se han construido colonias y otras están vacías.

P. ¿Los palestinos recuerdan el nombre de esos pueblos arrasados?

R. Claro. Y hay una cosa que duele mucho. Todas esas zonas ahora reciben un nombre parecido al árabe, pero con un pequeño cambio hebreo, para que las nuevas generaciones no conozcan su origen ni sepan que allí había un pueblo palestino.

Cuando vine a Córdoba dije: ¡Yo he estado aquí!

P. Eso se llama memoricidio.

R. Sí. Van transformando los nombres originariamente palestinos para que no parezcan árabes.

P. ¿En Israel no hay ninguna universidad árabe?

R. Ahora hay dos o tres en el centro de Israel, pero son universidades muy pequeñas para temas específicos.

P. Usted tuvo que estudiar Derecho en hebreo.

R. Sí. Todas las universidades oficiales son en hebreo. Y los árabes tienen que estudiar en hebreo.

P. Los palestinos tienen que aprender hebreo desde niños.

R. Claro. Desde los seis años es obligatorio. Hasta los nueve o diez años el resto de asignaturas son en árabe, pero los libros de física o matemáticas estaban escritos en hebreo. El Gobierno controla todos los temas que se estudian en las escuelas árabes. Por ejemplo, aprendemos el Holocausto o la Segunda Guerra Mundial, pero no la historia del mundo árabe o de la Nakba palestina de 1948.

P. En el colegio no se estudia la historia de Palestina.

R. Está prohibida. En mi época, hablar de eso iba contra la ley. Ahora, en las escuelas bilingües de árabe y hebreo, sí se habla sobre la Nakba y la independencia.

P. O sea, la historia oficial que se enseña en los colegios palestinos es la historia desde el punto de vista de Israel.

R. Claro. Y en el tiempo de mi madre estaban obligados a poner la bandera de Israel en todos los institutos. Hasta hoy. Y el Día de la Independencia, que es fiesta, tenían entonces que cantar, salir a la calle y celebrarlo.

Cantar con El Pele ha sido una oportunidad única

P. Los profesores eran palestinos en el colegio y el instituto.

R. Sí, pero tenían que saber hebreo. Si no, no podían ser profesores. Lo tenían que estudiar. No puedes hacer nada en Israel si no conoces el hebreo.

P. Los judíos israelíes no tienen por qué aprender árabe.

R. No. Es una asignatura que puedes elegir en el colegio. En el instituto no existe. Y lo aprenden de un profesor judío, no de uno árabe. Yo creo que si los judíos aprendieran árabe se romperían muros de incomprensión y se facilitaría el diálogo.

P. La historia de Palestina la conoce gracias a su familia.

R. Sí. No por el instituto ni por el colegio. La aprendí de mi familia, o del coro, o de actividades extraescolares. En mi generación, había un grupo de maestros que nos reunían cada semana a los niños para hablar de un tema. Hablábamos de todo.

P. ¿Y en literatura no se estudiaban autores palestinos?

R. Autores árabes, hebreos e ingleses. Estudiábamos algunos egipcios y libaneses. Casi ninguno palestino. No recuerdo ningún poema de Ibrahim Tuqan, Fadwa Tuqan, Mahmud Darwish o Samih Al Qasem.

P. ¿Estaban prohibidos?

R. Creo que sí. Estudiábamos poemas de Ahmad Shawqi o Yibrán Jalil Yibran, que no estaban conectados a la situación de Palestina

P. ¿Cómo fue su integración en la Universidad de Haifa?

R. No fue fácil. Había estudiantes árabes que se organizaban para ayudar a los nuevos palestinos que iban a entrar en la Universidad. Ellos ya sabían los problemas que nos íbamos a encontrar con el idioma hebreo. Lo aprendíamos en el colegio pero no lo hablábamos con nadie. No es igual que escribir y leer. Y en la Universidad el nivel del idioma es más alto y específico. Es más sofisticado. Para los árabes es un desafío. Los árabes éramos una minoría. En Haifa seríamos una tercera parte de los alumnos, pero en otras universidades el número es mucho menor.

Tengo familia en Líbano, Canadá, Senegal y Australia que no puede volver a su patria

P. Los palestinos estaban discriminados.

R. Sí. Claramente.

P. ¿Cómo fue para usted descubrir a la comunidad judía?

R. Yo era la única palestina de mi zona. Era muy difícil para mí. No conocía a nadie. De unos 300 estudiantes estábamos unos 10 árabes. No era fácil hacer amigos con los judíos. Tardé más de un año en conocer a alguno.

P. Había desconfianza entre las dos comunidades.

R. Había un mundo entero entre las dos comunidades. Yo no digo que fuera su culpa y entiendo que para ellos era la primera vez también que veían a un estudiante árabe. Tenían estereotipos y miedo de nosotros. En el segundo año decidí coger asignaturas de música y conocí a Idan, mi compañero que toca conmigo. Un judío de padre marroquí y madre polaca. Desde el primer día tuvimos una química muy rápida. Empezamos a tocar y a hacer canciones juntos en los dos idiomas. Vi que era una persona que pensaba como yo. Y además sabía árabe. Su camino, como el mío, era acercar a judíos y árabes. Es un activista por la paz. Tuve la suerte de encontrarlo.

P. Y formaron el primer grupo mixto judío-palestino de Israel.

R. Antes de formar el grupo, empezamos a hacer casi todas las ceremonias de la Universidad en Haifa. Fue un cambio. Antes las ceremonias tenían canciones en hebreo y nosotros juntamos los dos idiomas.

P. ¿Cómo respondieron los estudiantes?

R. El primer año yo cantaba para los estudiantes árabes. Hacíamos nuestras propias ceremonias en árabe en una sala de la Universidad. Muchas veces, los estudiantes árabes no podían ir porque tenían que estudiar. Los palestinos tienen que hacer un doble esfuerzo. Hubo una parte de árabes a quienes no les gustaba que cantara con Idan en los dos idiomas, porque querían tenerme para que les cantara solo en árabe.

Tenemos que defender nuestra tierra, pero también el diálogo con la otra parte

P. La veían como una traidora.

R. Para mí, no era suficiente cantar solo para los estudiantes árabes. Me gustaba hacerlo, pero no era suficiente para mi camino. Yo había visto a los fanáticos judíos enfrentarse con los estudiantes árabes y era muy duro para mí. Poco a poco, estaba siendo conocida, nos abríamos un camino en la Universidad y formamos un trío de música. Fue en ese momento cuando entré en el programa de televisión. Era el año 2007. De pronto, en un solo día, todos los periódicos publicaron mi foto y todo el país conoció mi nombre y de dónde era. Cuando regresé a la Universidad ya era muy famosa.

P. ¿Cómo se llamaba el programa de televisión?

R. 'Kokhav Nolad' [Ha nacido una estrella]. Yo fui la primera palestina en un programa de máxima audiencia de la televisión israelí.

P. ¿Cómo se le ocurrió presentarse a un programa israelí?

R. Yo no era conocida y necesitaba una oportunidad. Tenía miedo a no encontrar ningún sitio para cantar cuando terminara la Universidad. Y yo quería cantar. Era una necesidad. Entonces escuché una canción de una cantante judía que me gustaba mucho. Yo quería cantar como ella. Y salió un anuncio con las audiciones del programa. Yo pensé: “Ojalá hubiera un programa en árabe igual”. Yo había mandado a Líbano y Jordania mi solicitud para otros programas de televisión parecidos, pero la respuesta había sido negativa. Era palestina israelí y no estaban abiertos para mí. La única manera de hacerme conocida era presentarme al programa israelí.

P. Fue la primera palestina que hizo la audición.

R. Sí. Fui la primera. Era el mayor canal de Israel. Yo trabajaba entonces en una tienda en Haifa para pagar mis estudios. Mucha gente venía a la puerta para conocerme y pedirme autógrafos. En los periódicos me trataban como un símbolo con fotos muy grandes.

P. Cantó en hebreo.

R. Sí. No podía cantar en árabe porque el programa era un concurso de canciones en hebreo. Yo elegí una canción de un cantante judío de Yemen y la llevé a mi manera de cantar. Gustó mucho. Luego el programa empezó a escoger canciones para mí con letras conectadas al pueblo y a la tierra, que podían ser interpretadas por palestinos y judíos como temas políticos. Yo hacía los arreglos a mi manera, utilizando un ‘mawal’ palestino conocido dentro de la canción. Y cuando llegué a los cuartos de final, convencí a la productora para que en el dúo cantara con una judía una parte en árabe, que se llamaba “Dame tu mano”. Y lo aceptó.

P. No tenía precedentes en ese programa que una palestina cantara en árabe.

R. No. Cantaba canciones judías a mi manera y a la gente le gustaba. Tuve un “rating” de seguimiento muy alto. Era un programa que veían los judíos, pero que los árabes no conocían. Solo lo veía la gente de mi pueblo.

Fui la primera palestina que cantó en un programa israelí de máxima audiencia

P. Fue más famosa entre los judíos que entre los árabes.

R. También entre los árabes, porque salía en las noticias de televisión y prensa. Tenía entonces 23 años.

P. ¿Cómo vivió la experiencia?

R. Fue muy duro. Tenía que preparar tres canciones nuevas en hebreo cada semana, ensayar con la banda y todos los días viajar a Tel Aviv desde mi pueblo. No podía comer. Tenía mucho estrés. La casa de mis padres se llenó de periodistas de todo el mundo. De Estados Unidos, de Jordania. Mi madre no tenía ni tiempo de limpiar el jardín.

P. Su vida cambió.

R. Totalmente. Empecé a tener invitaciones de todos los políticos judíos y palestinos, de empresarios. Estuve en el Parlamento israelí. Todo el mundo quería hablar conmigo. También los ministerios y el Parlamento palestino. Estaban muy orgullosos y querían conocerme. Y estuve con el presidente de Israel, Simon Peres. Me invitó a la sede presidencial. Vi que era una oportunidad para decir lo que quería decir. Y quería preguntarle cosas y escucharlo.

P. ¿Qué preguntas tenía para el presidente de Israel?

R. Le pregunté si creía en la paz y en mi gente.

P. ¿Y qué le dijo?

R. Me preguntó si no veía claro el camino que Israel estaba escogiendo para la paz. Había mucha gente y todo fue muy rápido. No sé si estaba sorprendido por mi pregunta o simplemente quería evadirla. Pero me respondió con otra pregunta. No fue una respuesta clara. Me invitó otra vez más y me sentí muy respetada. Para mí, es muy importante que respete a mi pueblo y a mi gente.

P. En 2014 se produce una trágica guerra en Gaza, pero también un fenómeno inédito: ‘Mujeres por la Paz’.

R. Ese año cancelé todos mis conciertos y decidí hacer otra cosa. No era tiempo de conciertos. En ese momento, la gente no era capaz de escuchar y abrir sus corazones. Creía que teníamos que hacer algo. Y pensaba cómo llegar a la frontera con Gaza para lanzar allí un mensaje, aunque sabía que era complicado y muy peligroso. Entonces recibí la llamada de una mujer judía que formaba parte de un grupo de mujeres árabes y hebreas, que sabían que mi camino es el diálogo. Eran madres que querían hacer una marcha desde el norte al sur como un mensaje contra la guerra. Me dijeron: “Ya no queremos más víctimas”. A mí me pareció maravilloso. La idea era llegar al Mar Muerto, donde se iba a reunir con nosotros Leimah Roberta Gbowee, una mujer liberiana Premio Nobel de la Paz.

Me uní a las reuniones y a las actividades del grupo de mujeres. Y estuve en el Mar Muerto donde caminamos miles de mujeres judías y palestinas, no solo de Israel, sino de los Territorios Ocupados. Yo llegué con el grupo de mujeres palestinas israelíes y las judías, y vi llegar cinco autobuses llenos de mujeres de los Territorios Ocupados. Cuando se bajaron con sus vestidos palestinos tradicionales, empecé a llorar con una emoción que no había sentido en mi vida. Vi su energía, su fragilidad, su felicidad por salir a la libertad del desierto. Casi me desmayo. Y tenía que coger fuerza para cantar.

De pronto, en un día, todos los periódicos del país publicaron mi foto

P. ¿Los palestinos de Israel han olvidado el dolor de los Territorios Ocupados?

R. No creo. Esa emoción que sentí fue por reencontrarme con mis orígenes. Fue como un sueño ver que estaban allí. No pensaba que pudieran tener permiso para venir.

P. Los palestinos de los Territorios Ocupados necesitan un permiso para entrar en Israel.

R. Claro. Yo creía que era algo que no iba a pasar nunca y lo vi con mis ojos. Yo sabía que hay parte de los palestinos que es más frágil y vive una vida más difícil. No puedo decir que se vive igual dentro de Israel que en los Territorios Ocupados. Yo no tengo que pedir permiso ni esperar tres horas en un check point para ir a la Universidad. Yo cojo mi autobús o mi coche y ya está.

P. Aquel fenómeno de Mujeres por la Paz abrió un camino nuevo dentro de Israel.

R. Yo quería ver a aquellas mujeres palestinas al mismo nivel que nosotras y las mujeres judías. Yo no digo que estén en un nivel más bajo. No. Todas son importantes. Las mujeres que limpian la calle y las médicas. Pero cuando estás en una conferencia o en un escenario, que tienes que tomar la palabra de parte de las palestinas o de parte de las israelíes, tienes también que tener a esas mujeres para que tengan visibilidad.

P. ¿Y aquel movimiento tuvo un impacto en la sociedad israelí?

R. Hay una Miriam antes y una Miriam después de aquel día. Recuerdo que había una mujer muy fuerte, a la que le tengo mucho amor, que era la organizadora. Estoy orgullosa de ella. Desde ese momento, yo intenté hablar más con la parte palestina para conocer a más mujeres. Y también pedí a las Mujeres por la Paz cambiar algunos símbolos. La ropa era blanca con un chal azul, los colores de la bandera israelí. Les dije que se cambiara porque no nos representaba. Pero no se cambiaron. Sin embargo, he seguido estando en los eventos de ‘Mujeres por la Paz’.

P. Mujeres por la Paz salió de Israel y estuvo en otras partes del mundo.

R. Con la canción que escribí con mi compañera judía Yael Deckelbaum estuvimos en 15 países. Cantamos esa canción en el Mar Muerto. El vídeo se ha visto en todo el mundo y nos han llamado de muchos sitios.

P. ¿Desde dónde os han llamado?

R. Desde Brasil, Italia, Suiza, Alemania, Francia.

En 2014 canté en una marcha multitudinaria de 'Mujeres por la Paz' en el Mar Negro

P. Y en 2017 aterriza en Córdoba.

R. Sí. Llegué por ese vídeo. Y aquí fue la marcha más grande de todas. Fue algo muy fuerte. Un deseo muy grande de paz. Estuvimos 4.000 mujeres vestidas de blanco y marchamos alrededor de la Mezquita y el Puente Romano. Dimos un concierto con Yael y dos cantantes amigas preciosas: María Luisa Arenas y Lourdes Pastor. Fue un día mágico. Con mucha fuerza. Cuando llegué a Córdoba, nos recibieron siete mujeres en la estación de tren para darnos la bienvenida. Lloré cuando las vi porque tenían algo que no puedo explicar. Vi la emoción en sus caras cuando salimos del tren.

P. Córdoba cambió su vida.

R. Córdoba cambió mi vida. Cuando entré en el casco histórico, dije: “¡Yo conozco este sitio, madre mía! ¡Yo he estado aquí!”. Yo había soñado con Bagdad cinco años antes, pero cuando llegué aquí dije: “No es Bagdad. Es Córdoba”. Me encontraba en esas mismas calles, en la misma muralla del sueño. Y encontré que había una conexión muy antigua entre Córdoba y Bagdad. Y encontré aquí a mi amor. Pero tenía que volver a Israel con la banda, donde tenía más conciertos. Una de las mujeres organizadoras me invitó a su casa unos días más y me hicieron una fiesta para que conociera a artistas de Córdoba. Allí estaba mi amor y empezó toda la historia.

P. Se produjo el milagro.

R. Sí. Se produjo el milagro.

P. ¿Qué le ha dado Córdoba?

R. Mucho apoyo como mujer palestina. He conocido a las siete mujeres que organizaron el acto y he conocido a mi amor. He encontrado una casa. Un hogar cálido donde siento mucha paz y mucha seguridad. Esa es una cosa que buscaba y necesito. Porque el miedo me estaba condicionando mucho. Tenía ataques de miedo que estaban influyendo mucho en mi carrera. Cuando llegué aquí encontré esa seguridad para seguir haciendo las cosas que quería hacer en mi tierra.

En 2017 hicimos en Córdoba la marcha de 'Mujeres por la Paz' más grande de todas

P. Aquí ha cantado con muchos músicos.

R. Empecé con las mujeres preciosas de Lourdes y María Luisa. Conocí a muchos músicos: la pianista Eteri, de Georgia, el guitarrista Baris, de Turquía, a Paco Rumbao. Y empiezo a trabajar en un grupo que se llama Toukandaluz, donde fusiono música española y árabe, que es como iniciar otro sueño. Mi compañero Idan estudió en Sevilla dos años y llevó la música flamenca a nuestro cuarteto. Me encanta. Me siento conectada. Y escribí una canción flamenca en árabe, que se llama Asfur, antes de que llegara a Córdoba. Y cuando empecé a conocer los músicos de aquí, pensé en seguir combinando flamenco y música árabe. Hasta que tuve la oportunidad más grande que alguien puede pensar: cantar con el maestro El Pele.

P. Una oportunidad de oro.

R. Una oportunidad única. Tuve mucha suerte. La primera vez que escuché su voz dije: “¡Madre mía! ¿De dónde sale esta voz?”. Yo estaba enamorada de su voz. Mi amor Rafa me ponía el disco y me volvía loca. No imaginaba que iba a cantar con él. Yo elegí una canción suya para bailar en mi boda un año antes. Y un día nos invitó un amigo a un tablao flamenco. Entonces mi amigo me dijo: “¿Sabes quién está allí? El Pele”. Yo dije: “No es posible”. Entonces se acercó a El Pele para presentármelo. Yo no quería molestarlo. Nos acercamos y me dice el maestro: “Cántame un trozo de lo que quieras”. Canté una frase y dijo el maestro: “Coge el teléfono de mi mánager, que estoy buscando algo así para introducir en mi próximo proyecto”. Cuando llegué a mi casa no me lo creía. Pensaba que estaba viviendo una película. Pasó un mes sin tener noticias. Pensé que se había olvidado. Y, de pronto, recibí una llamada del mánager. El Pele iba a actuar en la Noche Blanca y querían hacer tres temas en árabe. Me pidió una canción y les gustó mucho. Lo más importante es que, cuando empecé a ensayar con él, encontré a una persona más grande que una estrella. Tiene un corazón de oro y unos ojos muy profundos. Me mandaba mensajes con bendiciones. En el primer ensayo me dijo: “No me llames maestro. Llámame tito”. No me creía tanta humildad.

P. ¿Qué sintió en el escenario?

R. Mucho respeto. Mucho honor. Una oportunidad de mi vida que no voy a olvidar.

P. ¿Con qué futuro sueña?

R. Que mi música llegue a la gente. En mi tierra sí llega y la gente me conoce. Pero el mundo es muy grande y es muy difícil que este tipo de música, que no es comercial, llegue a la gente. Tenemos que hacer mucho esfuerzo de promoción y yo no tengo una empresa grande ni dinero. Poco a poco, a la gente le está llegando la música que estoy haciendo, pero todavía no está teniendo demasiada influencia. Yo quiero que la gente conozca la historia de mi tierra y que tengamos más apoyo para la paz. Sé que es un camino duro y largo. En todos estos años he aprendido a disfrutar del camino y no esperar la fama. He estado en muchos lugares en el mundo y he visto que la música y el arte tienen mucho poder para cambiar a la gente.

A todos los pueblos palestinos desaparecidos les cambian el nombre para que nadie conozca el origen

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