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Miguel Ángel Martínez 'Maca': “Aquí no hay estrellas, somos gente de lo más normal”

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Paco Merino

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No sabe exactamente cómo tomárselo. Unos le dicen que es una bendición, otros que una oportunidad y los de más allá le aseguran, con aire displicente, que la aventura está por encima de sus posibilidades y le aconsejan que disfrute de la experiencia. Y él no alcanza a entender qué le quieren decir realmente. Miguel Ángel Martínez Peinado (Córdoba, 1971) es el entrenador del Córdoba Futsal Patrimonio de la Humanidad, que esta temporada formará parte de los 16 equipos que disputan la Primera División de la LNFS. El campeonato lleva la justificada etiqueta de “la mejor liga del mundo”.

Ahí estará el Córdoba Futsal, devolviendo a la ciudad una representación en una de las grandes competiciones deportivas profesionales del país. Un acontecimiento inusual. En fútbol solo apareció, de manera fugaz y sonrojante, durante una temporada en los últimos 47 años. En la ACB de baloncesto no estuvo jamás, ni tampoco hubo nunca un club de la capital en la Asobal de balonmano. En fútbol sala, el último testimonio de un equipo cordobés en la LNFS se remonta a 27 años atrás.

“Tenemos que defender lo que se ha logrado”, dice un hombre que admite que el éxito fue “totalmente imprevisto”, pero “merecido”. Se reconoce inquieto ante la inminencia de una experiencia formidable, que le estimula o le aterra según el momento. Maca -apelativo con el que se le conoce en el ámbito del deporte- aparece como uno de esos héroes que suele interpretar Tom Hanks. Personas normales en situaciones extraordinarias.

PREGUNTA. Esto ya está aquí. ¿Cómo lo plantea?

RESPUESTA. Nos dicen que tenemos que centrarnos en los equipos de nuestra liga. Bueno, vamos a ver. ¿Cuáles son esos? En principio, la cenicienta somos nosotros. Vamos a hablar claro. Ojalá luego la competición nos demuestre otra cosa. Ahora mismo me dicen a mí que diga qué equipos son de mi liga y no sé qué responder. Yo he ascendido siendo séptimo en Segunda. Hemos mejorado la plantilla con respecto al año pasado, pero de acuerdo con nuestras posibilidades. A lo mejor no se ha reforzado todo lo necesario, no sé. Eso se irá viendo. Confiaremos en nuestra lucha, en las noches mágicas de Vista Alegre... Hay que ser realistas y vamos a pasar un año duro. El objetivo es dejar a dos equipos por debajo de nosotros. ¿Cuáles? Yo no lo sé.

P. ¿De dónde lo de Maca?

R. Maca es diminutivo de Macario... y Macario es una especie de derivación de “macaco”. A mí con ocho o nueve años me llamaban “macaco” y algún día alguien me llamó Macario. La gente piensa que es por el muñeco que salía en la tele [el del ventrílocuo José Luis Moreno], pero no viene de ahí. Yo soy Miguel Ángel Martínez Peinado, pero todos creen que soy Macario por lo de “Maca”. Ya me he acostumbrado. Cuando jugaba al fútbol en el Séneca era Miguel Ángel, y algunos compañeros me llamaban “Carabela”. Yo crecí con mi pandilla haciendo deporte -gente como Pino, Fermín, “Cepillo” Lasarte...- y ellos me llamaban Macario, así que me quedé con ese nombre. No me molesta, pero más que Macario me gusta que me llamen Maca, en diminutivo.

"En principio, la cenicienta somos nosotros. Vamos a hablar claro"

P. Es la imagen de marca.

R. Mis amigos sí saben cómo me llamo, pero hay muchísima gente en mi entorno que creen que mi nombre es Macario. Mira, yo tengo el coche desde hace muchos años en una cochera y la chica que lo lleva me contó que su marido ha abonado al niño al fútbol sala. Le enseñó unas fotografías del equipo y le dijo: mira, el entrenador Maca. La mujer le respondió que ese no era Maca, sino Miguel Ángel Martínez, el hombre al que lleva años pasándole el recibo de la cochera. Es como una doble vida. Para mucha gente soy Miguel Ángel. Y ahora, con el fútbol sala como un deporte con más presencia social en la ciudad, soy Maca.

P. Es protagonista directo de la transición del anteriormente conocido como “futbito” al fútbol sala, que ha logrado rango propio. Cuando empezó, el fútbol sala tenía un aire más salvaje: sus practicantes procedían del fútbol, tenían el sello de ser más técnicos que sacrificados... Y luego aquellas liturgias de los maratones nocturnos, con sus premios en metálico y sus piques.

R. Yo estuve en el Séneca en todas las categorías desde infantil hasta los 18 años. Me fui a Martos, en Tercera División, pero la experiencia no fue buena y me volví a los cuatro meses. Me metí en un club del barrio, el Andalucía Viva, que llevaba mi amigo Escolástico. Ahí empecé en el fútbol sala. Yo era técnicamente bueno y no sufrí pasando de un deporte a otro. Me sentía cómodo. Me picó el gusanillo. Seguí con el fútbol en Baena, Pedro Abad... pero en cuanto podía me escapaba con los amigos para jugar al fútbol sala. Con veintitantos decidí dejar de peregrinar por los pueblos como futbolista y quedarme en la capital con el fútbol sala. Fermín, Pino, Lasarte, Elías, Dorado... Nos federamos, empezamos a jugar y desde ahí empecé ya a estar muy vinculado al fútbol sala. Seguí en el Projarsa Apademar y el Adecor. Con 30 años tuve una lesión muy grave y ya dejé de jugar, aunque por aquel entonces ya me gustaba lo de ser entrenador. Me decían que era marimandón en la pista.

P. Entrenaba desde dentro.

R. Sí. Empecé en los maratones, colocando a la gente y dando instrucciones a los compañeros a la vez que jugaba.

P. Se ganaba dinero con aquellos maratones...

R. Cuando ganabas. Nosotros jugábamos bastante bien y hacíamos nuestro agosto. Al final nos llegaban hasta patrocinadores que nos daban las equipaciones, nos pagaban las comidas, la gasolina e incluso si teníamos que pernoctar en el pueblo porque estaba lejos. Pero eso era el verano. Luego llegaba la competición.

P. Estuvo en equipos de la capital.

R. Estuve en el Projarsa Apademar y después en el Adecor. Allí tuve varias roturas seguidas y estuve una temporada entera sin jugar. Entonces el presidente, Juan Ignacio Gemes, me propuso ser uno de los entrenadores de la cadena de técnicos de divisiones inferiores y hasta me llegaron a pagar el título de nivel 1. Me fui sacando la titulación y entrenando siempre por Córdoba y provincia, con Andújar como destino más lejano. Estuve como segundo entrenador del recordado Grupo Pinar, además de técnico del filial, que era el Belmonte. Y luego ya de entrenador en solitario en distintos equipos de la provincia, como Bujalance y Villafranca.

P. Y ahora se encuentra al frente del primer equipo cordobés que accede a la máxima categoría en tres décadas.

R. Si la memoria no me falla, el último equipo cordobés que está en máxima categoría es el Aquasierra en 1991. Es un orgullo para mí, sin duda. Y una responsabilidad grande, también.

"Con veintitantos decidí dejar de peregrinar por los pueblos como futbolista y quedarme en la capital con el fútbol sala"

P. Lo del ascenso fue un pelotazo. Merecido, sí, pero me reconocerá que totalmente inesperado.

R. Sí, fue algo... A ver, el primer año nuestro en Segunda fue bastante bueno y nos quedamos a punto de jugar el play off, con aquel partido fatídico ante la UMA que nos dejó fuera en la última jornada. Nos dejó una sensación agridulce. Nosotros sabíamos que no era fácil, pero nos marcamos el reto de meternos en las eliminatorias para subir. Lo conseguimos, gracias también a la imposibilidad del Barcelona y El Pozo de hacerlo con sus filiales. Teníamos una ilusión tremenda porque nos metimos, sinceramente, sin ser de los favoritos para hacerlo.

P. En estos casos se suele decir que llegar a los play offs ya es un éxito. De hecho, recuerdo que tras el primer partido en Vista Alegre ante el Betis, tras perder 1-2, dieron una vuelta de honor a la cancha que olía a despedida.

R. Era inimaginable, después del resultado de ese día, que nosotros fuéramos capaces de voltear la eliminatoria ganando dos veces seguidas al Betis en su casa. Nosotros nos despedimos porque había bastantes números de que no nos volviéramos a ver. El equipo sabía que contra el Betis y con el factor cancha en contra era casi imposible, pero... Pasó lo que pasó.

"La hazaña ante el Betis nos hizo que todo lo bueno del Mengíbar lo viésemos superable. Le perdimos el respeto, por así decirlo"

P. ¿Y qué pasó realmente?

R. Fueron muchos factores de todo tipo. Creo que gestionamos bien la profundidad de banquillo que teníamos. El equipo creció y se creyó que podía. No teníamos complejos. Contra el Betis perdimos, pero merecimos al menos forzar la prórroga. Nos sentimos capaces de hacerlo. Fuimos a Sevilla sabiendo que no teníamos nada que perder, pero con la idea de hacerles daño y pelearlo al máximo. Cuando nos vimos con ese 2-3 y forzando el tercer partido, sabíamos que ellos iban a verse afectados. La presión era para ellos. Hicimos un partido muy bueno y la fortuna de los penaltis nos dio el pase a la final.

P. Después, el remate.

R. Tras eliminar al Betis, fíjate que jugábamos contra el Mengíbar, que era el equipo más regular de la temporada: el que menos puntos había perdido en casa, el que menos goles había encajado... Tenía unos números de local impresionantes y la ventaja de jugar dos veces en su pabellón. Pero en nuestro vestuario se respiraba un clima de confianza que, la verdad, no sabía cómo tomármelo. El exceso de euforia puede ser malo. Pero todos decían: “A estos nos los cargamos”. De un plumazo, de buenas a primeras, la hazaña ante el Betis nos hizo que todo lo bueno del Mengíbar lo viésemos superable. Le perdimos el respeto, por así decirlo. Era un pedazo de equipo, pero se respiraba que íbamos a ganar.

P. Y así fue.

R. En el primero les metimos 5-1. En la segunda parte les pasamos por encima. El segundo y tercer partido eran en plena Feria de Córdoba y los jugadores me decían que no querían perderse la fiesta, que no querían jugar el domingo de ninguna manera. Iban con la idea de cerrar la eliminatoria el sábado. Yo les decía: “Chicos, hay que estar preparados para un tercer partido”. En 24 horas podías jugar dos partidos de una máxima exigencia. Pero, al final, solo fue un partido porque les volvimos a ganar por 2-3. Allí nos sentíamos muy capaces. No te digo superiores, sino capaces. Nos cargamos en dos partidos a un equipo que solamente había perdido una vez en su casa en toda la temporada.

P. ¿Qué pensaba entonces?

R. Me provocó un poco de disonancia cognitiva. Cómo un sueño inalcanzable de toda tu vida está ahí, al alcance de la mano. Y yo veía que lo teníamos cogido, que lo íbamos a hacer. Por una parte estás convencido pero por otra no puedes creértelo. ¿Cómo vamos a subir a Primera? ¡Eso es una locura! Pero es que el equipo estaba de dulce...

"Era inimaginable, después del resultado de ese día, que nosotros fuéramos capaces de voltear la eliminatoria ganando dos veces seguidas al Betis en su casa"

P. Además, coincidía que todo el mundo estaba a tope.

R. Se veía en los jugadores. Fueron muchos momentos críticos superados. Tuvimos aquí un partido contra el Rivas, que nos tenía un poco atenazados, y terminamos ganándolo 6-2. Luego hicimos un partido en Zaragoza que era intrascendente, pero en el que competimos muy bien. Eso, unido al arranque del play off... Era una mentalidad que no había tenido en toda la temporada. No sé explicar muy bien a qué obedece exactamente, pero yo lo notaba. ¿Cómo lo gestioné? Yo quería un poco que esa euforia no se convirtiera en confianza o falta de respeto, ¿sabes? También hay que decir que tuve la suerte de llegar al final de la liga con todo el plantel en buenas condiciones. En el play off, la competición te permite meter 14 jugadores en acta en vez de 12. Eso me daba la oportunidad de dos porteros y doce jugadores, lo que representa tres cuartetos. Como tenía a todo el equipo bien de ánimo y condiciones, pude rotar casi de cuatro en cuatro. Hacía cambios a la americana y todos los cuartetos estaban compensados.

P. Es clave que todo el mundo se sintiera partícipe.

R. Absolutamente. Había confianza en todos. Yo usé a todos en todos los partidos, lo que nos daba una ventaja física sobre los equipos adversarios. La buena línea de juego, el optimismo, las sensaciones positivas que se iban recogiendo... Al final éramos un equipo diferente al que navegó durante toda la liga. Hicimos un séptimo puesto, siendo un equipo de mitad de tabla un poquito para arriba. Eso quiere decir que has hecho cosas bien, pero también hay lunares. Nos dejamos puntos en campos donde no teníamos que habérnoslos dejado. Afortunadamente, hubo un final muy feliz.

P. ¿Le dolió dejar fuera del proyecto de Primera a jugadores que contribuyeron al ascenso?

R. Muchísimo. Ha sido horrible.

P. Son personas con las que ha tenido una relación larga. El equipo era amateur, de amigos, y la entrada en un campeonato profesional trae estas exigencias.

R. Ya ves. Es la parte más dura de esta transición. Cuando se confirmó el ascenso, el club me encomendó reforzar la plantilla para hacerla lo más competitiva posible. Y eso es un trago muy duro porque todos los jugadores se han currado muchísimo este ascenso. Todos fueron protagonistas y partícipes casi por igual. Si repasamos la segunda vuelta, incluso me costó mucho trabajo hacer las convocatorias. A mí no me quedó más remedio que liberar fichas porque tengo que traer jugadores de fuera. Yo, por mí, hubieran seguido todos. Pero la normativa no nos permite más que un número limitado de fichas. Fíjate que, de los cuatro descartes -que en realidad son tres porque hay uno que es por motivos laborales- hay tres bajas técnicas. Y de esos jugadores, dos son los que más minutos jugaron: Pakito y Catiti. Son dos hombres, además, que han compartido conmigo muchos años de mi carrera como entrenador de fútbol sala. En Bujalance, por ejemplo, ya son cinco años. Son, seguramente, los jugadores con los que más confianza tengo. Y resulta que yo tengo que tomar la decisión, no sé si acertadamente o no, de que no sigan. Para mí esto es súper doloroso, pero es que tiene que ser así. Fue un palo para ellos y no lo han llevado nada bien, como es lógico. Les comprendo porque he sido jugador y sé lo que supone ser partícipe de un ascenso y que luego no disfrutes del premio, pero esto es ley del deporte. Ellos también tienen que ponerse en mi pellejo. Ahora pasan seis o siete semanas y el equipo no va bien y puede haber un cambio de entrenador. Y yo eso lo tengo que asumir porque es ley del deporte. Ese capítulo ha sido el más negro para mí. Más que otras cosas internas a nivel organizativo o estructural que nos ha podido costar algún disgusto, pero lo más duro ha sido dar las bajas.

P. El fútbol sala cordobés vive una edad de oro. Ahora con el ascenso del Córdoba, pero van muchos años en los que la cantera no para de lanzar talentos que han llegado hasta élite. Hay jugadores internacionales, otros que juegan en campeonatos profesionales por Europa...

R. Es curioso, pero Córdoba siempre ha sido cuna de buenos jugadores. Lo que pasa es que por la falta de proyectos de club profesional pues se han tenido que marchar. Por ojeadores, por representantes, por la mano de algunos entrenadores... La verdad es que los talentos que han salido, y que siguen saliendo, han tenido que emigrar. Hay una generación de jugadores entre los 26 y los 30 años que son muy buenos y por desgracia no están aquí.

"Por una parte estás convencido pero por otra no puedes creértelo. ¿Cómo vamos a subir a Primera? ¡Eso es una locura!"

P. ¿Con el Córdoba Futsal puede cambiar ese panorama?

R. Sería lo suyo. Lo ideal es que este proyecto en la Primera División, con quien fuera que estuviera al mando, no desapareciera. Tenemos que estar arriba los máximos años posibles. Ahora traemos el fútbol sala de élite a una ciudad que históricamente tiene una tradición en este deporte.

P. Es que la cantera de Córdoba y provincia es de locura. Doña Mencía puede ser el pueblo con más profesionales del fútbol sala por metro cuadrado.

R. Fíjate. Tenemos allí a Colacha, Boyis, Cala... Pero también en otros pueblos hay talento. También están Solano, de Bujalance, o Cristóbal, de Espejo... Córdoba y su provincia tienen un nivel muy bueno de jugadores.

P. Lo ideal es que fuesen volviendo.

R. Que regresen los que están fuera y que los que salen de aquí no tengan que marcharse porque hay un club de Primera en Córdoba. Pero necesitamos que haya continuidad. Es importante afianzarse.

"El Córdoba para nosotros ha sido un soplo de aire fresco, que nos ha ayudado a llenar la grada y a tener una identidad"

P. Estar en Primera es un escaparate.

R. El club está haciendo un trabajo fuerte en las bases, captando valores de la cantera cordobesa para su equipo juvenil.

P. ¿Se arriesga en la LNFS sacando a jóvenes a jugar?

R. El salto de juvenil a un campeonato profesional es muy grande, enorme. No es fácil. Pero si nos olvidamos de los equipos de arriba, si vemos que hay equipos de la zona media que se arriesgan sacando a chavales. También, para qué engañarnos, porque por economía lo necesitan. Te pongo un ejemplo. Tenemos a un juvenil en Jaén, que se llama Antonio, que está en la selección sub-21 y pasa por ser el jugador con más futuro del panorama nacional. Ya tiene licencia con el primer equipo. Hay clubes como el Peñíscola o el Santa Coloma que sí trabajan muy bien con las categorías inferiores, lo que ocurre es que no es fácil ver a un juvenil que salte directamente a Primera.

P. Al grano. ¿Cuáles son las cuentas que hace para cubrir el objetivo?

R. Es una categoría nueva para nosotros y no puedo guiarme por lo que han hecho los equipos de la parte baja de la tabla en los últimos años. Vamos a ver: los equipos de arriba están muy señalados y pertenecen, por así decirlo, a otra órbita. Están los tres grandes -Barcelona, Inter y Pozo- y otros de potencial alto como Palma, Osasuna o Jaén. Luego están Navarra, Peñíscola, Cartagena... que en principio no deben pasar apuros por abajo. La categoría es muy complicada para el que llega nuevo, como nosotros. Hay 16 equipos y las cuentas pasan por encontrar a dos a los que meter por detrás de nosotros. ¿A cuáles? Pues a día de hoy no sabemos. Todos se reestructuran de un año para otro. Tenemos el caso de O Parrulo, que se salvó a última hora, pero que para esta temporada ha cambiado de entrenador y ha metido ocho fichajes. Está haciendo una pretemporada muy buena y lo que pueda hacer es toda una incógnita. Sobre el papel, es uno contra el que debíamos pelear por la permanencia, pero no se puede tener claro. En Primera se mueve mucho dinero, se reparten los mejores jugadores nacionales... El Zaragoza el año pasado dio un bajoncillo, pero se ha movido bien en verano. No me atrevería a decir qué equipos van a estar peleando por el mismo objetivo que el Córdoba. Creo que somos nosotros los que tenemos que encontrar a esos rivales.

"He sido jugador y sé lo que supone ser partícipe de un ascenso y que luego no disfrutes del premio, pero esto es ley del deporte"

P. ¿Cómo le gustaría que mirasen al Córdoba los vecinos de la LNFS? Un equipo nuevo, creado hace apenas seis años, que asciende siendo séptimo con todos los jugadores de la misma provincia... Van como Paco Martínez Soria cuando llegaba a Madrid con la maleta de cartón.

R. Prácticamente, sí. A mí me gustaría que nos vieran como un club humilde, pero serio, que no se rinde. No vamos a tener problema en transmitirlo porque es así. En lo deportivo pretendo que nos vean como un equipo con las ideas claras, un equipo que va apurar todas sus bazas por mantenerse. Nos ha costado mucho trabajo llegar aquí, casi treinta años lleva Córdoba esperando un equipo en la élite, así que nuestra obligación es luchar por defender eso. Nuestros rasgos distintivos están claros y marcados. Quiero que se vea un equipo que compita en todos los partidos, más allá del resultado. Vamos a disputar cada uno de los balones, vamos a trabajar mucho. Ya le digo a todo el mundo que por trabajo no va a quedar. Somos uno de los equipos que más tiempo invierte en su preparación, con mayor número de sesiones, porque lo necesitamos para adaptarnos cuanto antes en la categoría. Nos dejaremos el alma por conservar la categoría.

P. Sí que tienen algo que es muy apreciado por otros clubes de élite: un gran respaldo social. El escudo del Córdoba ha ayudado mucho.

R. Qué duda cabe, ha sido fundamental. Nos ha dado sentimiento y amor por los colores, por la bandera y por el escudo. Eso ha corrido como la pólvora y se ha notado en la afluencia de gente al pabellón, que ha ido a más y más. El Córdoba para nosotros ha sido un soplo de aire fresco, que nos ha ayudado a llenar la grada y a tener una identidad, porque la gente asocia al club con esta modalidad de fútbol sala. Tenemos el mismo escudo y los mismos colores. Creo que eso ha sido muy beneficioso para los dos clubes, por lo que espero que siga así durante mucho tiempo.

P. Ha coincidido una etapa dura para el club de fútbol, que descendió de categoría, y muchos seguidores han encontrado la alegría que echaban de menos en la grada de Vista Alegre, donde han disfrutado de un ascenso.

R. Nosotros creo que hemos hecho nuestro papel, lo que nos correspondía. Hemos ido enganchando a la gente y el ser el Córdoba nos ha ayudado a fidelizarlos.

"Hay 16 equipos y las cuentas pasan por encontrar a dos a los que meter por detrás de nosotros. ¿A cuáles? Pues a día de hoy no sabemos"

P. El hecho de tener a todos los jugadores de Córdoba ha influido en ese sentimiento de comunidad que han creado con la ciudad.

R. Sí, la verdad es que sí. No nos gusta comparar nuestro auge con una época mala del primer equipo del Córdoba, pero sí es cierto que para alguien ha podido servir para divertirse y no pasar malos ratos. Pero nosotros queremos pensar que la gente ha venido porque le ha gustado lo que ha visto, porque se ha identificado con nuestra lucha y ha comprobado que lo damos todo. Puede salir o no, pero no nos rendimos jamás y eso la gente lo valora. Si encima llevas los colores y el escudo del Córdoba, y todos tus jugadores son de aquí, pues figúrate lo emocionante que resulta. Si lo es para los que están en la pista, pues para los que están en la grada también es una experiencia muy fuerte. El deporte es eso. Cuando los aficionados y el equipo están en comunión, como se suele decir, se produce una chispa que es emocionante. Todos los que han venido a vernos han podido respirar que hay una identidad.

P. Cada ciudad tiene sus equipos deportivos y su manera de sentirlos, de asumir los valores que transmiten. O también de no créerselos en absoluto, que también puede pasar.

R. Si hay algo que ve cualquier aficionado es que, con independiencia del resultado que se dé al final, los jugadores terminan agotados y con la camiseta empapada de sudor. Eso a la gente le llega. El aficionado cordobés valora mucho eso.

P. Y no es fácil hacer más de dos mil socios.

R. Creo que solo hay cuatro equipos en Primera División que superan esa cifra. Nosotros somos de los que más apoyo vamos a tener en nuestro pabellón.

P. Les van a poner el foco encima por eso.

R. A nivel social y en los círculos del fútbol sala hay una comidilla con respecto a eso. Es algo que lo valoran positivamente desde fuera. Miran las gradas y dicen: joder, cuánta afición hay en Córdoba. Como equipo recién ascendido, para nosotros es básico sentir que tenemos a nuestra gente detrás, ayudándonos a defender esto que tanto mérito tiene. La Liga lo agradece y los demás equipos también. Ahora se trata de que cuando vengan aquí los rivales lo pasen, deportivamente hablando, lo peor posible.

"Córdoba siempre ha sido cuna de buenos jugadores. Lo que pasa es que por la falta de proyectos de club profesional pues se han tenido que marchar"

P. Maca es entrenador profesional de fútbol sala. ¿A qué se dedica Miguel Ángel Martínez?

R. Este año he tenido que aparcar mi ocupación laboral porque resulta incompatible con la dirección del equipo. Yo trabajo en una empresa familiar de organización de viajes escolares lingüísticos. Lo he ido compaginando porque como son miembros de la misma familia, pues nos vamos cubriendo los unos a los otros. Este año lo tengo que dejar de lado y lo que yo hacía lo asumirán mis hermanos. En ese sentido soy un afortunado, porque seguramente si hubiera estado trabajando para un tercero hubiese tenido que dejar el puesto. He tenido mucha suerte. Es como si fuese una excedencia.

P. Porque la presión de un entrenador es la misma en todos lados: vive de los resultados.

R. El fútbol sala no se puede comparar con el fútbol, pero sí es cierto que afrontamos la competición profesional con un peso de responsabilidad. No sé hasta qué punto colgarnos a las espaldas ese mochuelo puede ser beneficioso o no. Esto ha sido muy bonito, pero también inesperado. Sabemos que es muy complicado. Queremos mantener esto y no queremos defraudar a la afición al fútbol sala. Tener un club en Primera División va a ser bueno para la ciudad, para los niños, para las empresas, para las instituciones, para el deporte en general... Pero hay incertidumbre, claro que la hay. Llevamos casi treinta años alejados de un campeonato profesional de este nivel y eso te crea una sensación bonita, pero también inquietud.

P. ¿Qué le dicen sus jugadores? Han pasado de ser jóvenes anónimos a personajes conocidos en la ciudad.

R. Con mucha ilusión. Me he encontrado con niños que quieren hacerse fotos. Ellos se llevan la popularidad, como es normal. Algunos han tenido que solucionar su situación laboral porque les resultaba incompatible. Jesús, por ejemplo, ha pedido una excedencia en el Deza. Otros han tenido que dejar sus quehaceres en escuelas deportivas o como dependientes en alguna tienda. Algunos trabajaban en el campo, incluso. Ahora son todos profesionales en cuanto a dedicación exclusiva se refiere. A través de las redes sociales les siguen. Nos emociona cuando vemos en pabellones a los que hemos ido a grupos de seguidores con las camisetas y las bufandas del Córdoba. Aunque sean diez o quince, te animan. Me llama la atención que lleguen niñas de cinco o seis años y me preguntan por Keko, Manu, Koseky... Para los más pequeños, ellos son personajes famosos.

P. El salto hacia adelante del club ha sido importante.

R. Ha cambiado muchísimo en entrenamiento y en disponibilidad. Hemos pasado de hacer cuatro sesiones a unas horas intempestivas a hacer ocho o nueve en horarios más centrados, por las mañanas, sesiones dobles... Algo más profesionalizado. En los viajes nunca hemos tenido quejas porque es una de las cosas que hemos hecho muy bien en los años que llevo yo aquí, rozando el profesionalismo. Hemos salido el jueves por la noche, hemos dormido dos noches de hotel, hemos entrenado en la pista de juego en destino... Este año quizá se gane algo en la posibilidad de viajar en AVE. Los viajes siempre han sido muy buenos. Lo que ha cambiado drásticamente ha sido la plena disponibilidad de los jugadores y también los recursos del club, sobre todo a nivel de servicios médicos. Estamos vigilados las 24 horas.

"Lo ideal es que regresen los que están fuera y que los que salen de aquí no tengan que marcharse porque hay un club de Primera en Córdoba"

P. ¿Qué papel juega en toda esta historia José García Román?

R. Ya le conozco de otras historias y sé que cuando le mete algo en la cabeza... no hay manera de pararlo. Como presidente es el que marca las directrices, pero en el tema deportivo no se mete porque él dice que no tiene ni idea. Él es honrado en eso, es un currante nato. No sé de dónde saca tanto tiempo. Es admirable lo que hace. Es un tío llano, humilde, que igual está tratando con empresarios que acudiendo a un evento de un colegio o llevando a un jugador. Tiene las ideas muy claras y es el artífice de todo esto.

P. En este club no hay estrellas.

R. No, de verdad que no las hay. Somos gente de lo más normal. Hay además una red de colaboradores en el club que son muchos y hacen un trabajo invisible pero fundamental. Hay gente para temas publicitarios, recepción de autoridades, limpieza de instalación... Un montón de gente que no están en las actas ni en la lista de directivos, pero que están ahí como colaboradores echando una mano. José ha sido capaz de reunir a toda esta gente y ponerla a funcionar. De todos modos, yo lo veo a veces un poco solo, también que porque por su carácter quiere estar encima de todos los temas. A veces, muy pocas veces, lo ves un poco sobrepasado pero al final sale todo. Tiene ideas que al principio parecen abocadas al fracaso, pero al final terminan dándole la razón. Con él he tenido mis más y mis menos, pero eso no me impide reconocer que es un currante nato y una mente lúcida.

P. Diversión y sufrimiento. ¿Se pueden combinar?

R. Es una dicotomía interesante. A mí me gustaría que disfrutáramos de la categoría en todas sus acepciones. La gente, coloquialmente, te dice que este es un año para disfrutarlo, pero... Nosotros nos vamos a dejar el alma. Todos los resultados que nos alejen de objetivo de la permanencia harán que lo pasemos mal. Disfrutaremos de la experiencia, de codearnos con los mejores jugadores del mundo, pero el disfrute creo que irá de la mano de los objetivos. Si te alejas del objetivo, sufres. Si las victorias se disfrutan, pues en esta categoría imagínate. Cada victoria la vamos a disfrutar al mil por mil. A mí me afectan mucho los resultados. Cuando gano, soy el rey del mundo; cuando pierdo, no me aguanta ni mi novia. Le doy muchas vueltas. Sobre todo la noche del partido.

"Cuando los aficionados y el equipo están en comunión, como se suele decir, se produce una chispa que es emocionante"

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