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Luis Alfonso Gámez “Necesitamos científicos que desmonten el esoterismo”

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Manuel J. Albert

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Es muy delgado y llega a la entrevista con CORDÓPOLIS vistiendo una camiseta con la tripulación original de la nave Enterprise estampada en el pecho. Spock, Kirk y compañía. No hace falta que Luis Alfonso Gámez (Bilbao, 1962) nos diga que le encanta la ciencia ficción. Pero aunque sea un gran seguidor y conocedor del género fantástico, lo que menos le gusta a este periodista vasco, historiador de formación en Deusto, es que tomen el pelo a la gente haciéndole creer que los hombrecitos verdes nos visitan, las psicofonías son reales, las vacunas no sirven para nada o existe una gran conspiración para ocultar que los teléfonos móviles o el uso del wi-fi provocan cáncer.

Por eso, desde que ya de jovencito se acercase al mundo del misterio, impulsado por una genuina curiosidad por la ufología, y descubrió pura superchería, Luis Alfonso Gámez se ha entregado de lleno a la causa de desmontar todas las ramas del esoterismo. Especialmente aquellas corrientes pseudocientíficas que, apoyándose en presuntos informes solventes y casi nunca contrastados, se oponen a las verdades aceptadas por la comunidad científica. Y su principal arma es Magonia, el blog que mantiene en la web del diario El Correo, donde trabaja en Bilbao.

Gámez ha sido invitado esta semana a Córdoba para participar en el curso La ciencia de la pseudociencia, desarrollado en la UCO y que buscaba explicar los fundamentos del pensamiento crítico.

PREGUNTA. Mirando su blog, uno pude tener la sensación de que seguimos en la Edad Media en algunos aspectos.

RESPUESTA. Es terrible, porque con todo los avances que hemos tenido en sanidad, conducción de aguas residuales, potabilización del agua, avances en tecnología -no en todo el mundo, hay que reconocerlo-, de repente hay gente que decide combatir esos beneficios con pensamiento mágico para retroceder en el tiempo. Por ejemplo, los grupos antivacunas. Justo cuando enfermedades como la poliomielitis o la viruela han desaparecido prácticamente de nuestro país gracias a las vacunas, hay gente que dice que no se vacune a los niños. Eso, de verdad, me supera. Esta semana ha sido la Semana de la Vacunación. Unicef mandó ayer [el viernes] por correo electrónico un mensaje recordando que las vacunas han salvado cada año a dos o tres millones de niños. Pero en el último año, seguramente por la crisis y sobre todo en el Tercer Mundo, ha bajado el número de niños vacunados. También esta semana, la Asociación Nacional de Informadores de Salud, la ANIS, sacó un comunicado destacando que hay que informar con rigor y con seriedad de las vacunas porque son uno de los mayores beneficios sanitarios que ha habido. Insistían en que los periodistas no debemos de creernos lo que nos diga el primero que venga, sino que debemos de recurrir a fuentes fiables. Y que no ocurra que un día aparezca en una televisión pública un padre que diga que no vacuna a a sus hijos porque cree -¡cree! es que es alucinante- que las vacunas no sirven para nada. La validez de las vacunas no es opinable.

P. Hablemos de los medios de comunicación. ¿Se confunde ahora más que antes la pseudociencia con la ciencia?

R. Los periodistas, y yo el primero, lo que siempre buscamos es una buena historia, con un titular impactante y sorprendente. Pero ni a los periodistas ni a los historiadores ni a los médicos ni a los científicos se les enseña a pensar críticamente. Cuando nos llega a la redacción una noticia de alguien que dice que puede curar energéticamente, pasando las manos por el cuerpo y hay un médico detrás de la historia, te paras, porque un médico, en principio, es una figura de autoridad. Y estos temas, llamémoslos fronterizos -por ser generosos, desde los ovnis a los antivacunas o los antitransgénicos, no tienen una adscripción clara dentro de una redacción de un medio de comunicación. Y estos temas les caen a quien les caen.

Justo cuando enfermedades como la poliomielitis o la viruela han desaparecido prácticamente de nuestro país gracias a las vacunas, hay gente que dice que no se vacune a los niños. Eso, de verdad, me supera

P. Pero, ¿no sería mucho más fácil limitarse a informar de ciencia ortodoxa, que siempre tiene que estar contrastada por una publicación científica de calidad y reconocida?

R. El problema es que el 80% de los periodistas no sabe lo que es una publicación científica. Tú le hablas a un periodista del concepto de peer review [proceso de evaluación y contraste de un trabajo escrito, a menudo de carácter científico, a cargo de profesionales de nivel y competencias equiparables al autor] y se creen que les estás hablando del pay per view [pago por visión en las televisiones privadas]. Hace unos años hubo un escándalo histórico en la arqueología vasca en, Iruña Veleia. Allí se hizo un hallazgo que luego resultó ser falso. Comenzó un día de 2006. Llegué a la redacción a las cinco de la tarde y me dicen: “Ha habido una rueda de prensa en Vitoria en la que han dicho que han encontrado el primer Calvario de la historia de la cristiandad”. Lo primero que pregunté fue “¿En qué revista se publica, dónde va a salir?”. Porque aquello era una pedazo de historia. Y me respondieron que se había dicho en una rueda de prensa. Y ahí les dije: cuidado. Pero no porque yo sea muy listo, es que si yo tengo que el primer Calvario de la cristiandad o la cura del cáncer no lo cuento en una rueda de prensa, lo hago en las revistas Science, Nature o en la Revista de Arqueología.

P. Los canales científicos de comunicación contrastados.

R. Pero es que el común de los mortales y de los periodistas no sabemos -yo lo sé porque me dedico a esto desde hace años- cómo funcionan las cosas en ciencia. Creemos que todo es opinable y hay cosas que no lo son. Pero las damos por opinables. Y así, en una información contrapesamos la opinión de alguien que dice que las vacunas no funcionan, con otro que nos recuerda que la evidencia científica de décadas y la evidencia sanitaria de décadas, nos demuestra que las vacunas funcionan. Les damos el mismo peso y lo equilibramos. Y le decimos al lector que él decida con qué se queda. Yo a eso lo llamo periodismo irresponsable. Y da igual que el primer tipo sea un científico y que le llamemos científico heterodoxo. Mira, no, un científico heterodoxo es otra cosa. Este señor, simplemente, está confundido. Por eso, dentro de un artículo no podemos presentar su hipótesis -por llamarla de alguna forma- al mismo nivel y con el mismo espacio que el que damos a la opinión del resto de la comunidad científica.

El problema es que el 80% de los periodistas no sabe lo que es una publicación científica

P. Parece que lo que le falta a la ciencia es un gabinete de prensa que la venda bien al público.

R. Vender, se puede vender mejor. Pero lo importante, lo que falta, es que sepamos de qué va. El periodismo se mueve con rapidez, los periodistas estamos domesticados para intentar ser los primeros y los mejores. Y ya está. Estamos tan amaestrados, que muchas veces todos los titulares coinciden y la gente se cree que hay una conspiración mundial de periodistas para titular siempre lo mismo...

P. Que también la habrá.

R. (Risas) También la habrá. Pero lo importante es que hay un desconocimiento total. A ver, la ciencia da unos titulares magníficos y llamativos todos los días. La NASA, la AAAAS, las universidades -incluidas las españolas- cada vez comunican mejor. El problema con las pseudociencias es que, ante determinados informes o noticias, ligados con la homeopatía, por ejemplo, si tú quieras buscar a un experto universitario que te las contraste públicamente, no lo encuentras. Lo que te dicen es que ningún especialista va a hablar de eso. Consideran que se están rebajando o simplemente no lo consideran importante. Eso es un error. Los periodistas deberíamos conseguir que científicos de primera se mojen y hablen de estos temas. Opinen sobre el creacionismo, arremetan contra los antivacunas, hablen de todos los mitos que rodean los organismos genéticamente modificados, por poner ejemplos que están muy de moda. Pero que también hablen de extraterrestres ¿Por qué todos los marcianos tienen nuestra misma estructura con cabeza y dos ojos? Y es que su fisonomía, según los testimonios, ha ido cambiando al mismo tiempo que lo hacían en películas de ciencia ficción. Conseguir a ese buen científico que se moje y opine sobre la línea de evolución de, por ejemplo, los extraterrestres es lo importante. Los científicos tienen que darse cuenta de que también es importante responder a las dudas que la gente se plantea en casa.

P. ¿Puede ser que a la gente no le interese tanto lo que digan los científicos?

R. A la gente le interesa.

P. Pero es tan bonito pensar que los humanos somos resultado de un diseño de los extraterrestres...

R. Sí, también lo es pensar que las líneas de Nazca eran un aeropuerto extraterrestre. Pero también es muy bonito explicar por qué esa idea es un disparate. Es muy bonito pensar que nos ha diseñado algo, llámalo Dios o Naturaleza. Pero también lo es que un biólogo de verdad te diga que eso no funciona así y cómo, en realidad, nosotros tenemos unos brazos que no son del todo perfectos porque la evolución va trabajando sobre un material preexistente que no surge porque sí.

P. Gran parte de la labor de explicar al público la belleza y la lógica de la ciencia sería tarea de los divulgadores científicos.

R. Yo no me considero un divulgador científico pero sí, esa podría ser una gran parte de su labor.

P. ¿Qué ocurre en España?

R. Tenemos buenos divulgadores -y cada vez los tenemos mejores- desde hace más de 20 años. Pero que hayan sido populares ya es otra historia...

P. ¿Llegaron con retraso?

R. No creo. El primero que hubo y que murió hace poco, Manolo Calvo Hernando, era un gran tipo. Como lo son quienes siguieron su estela, Ramón Núñez y Manuel Toharia, que lo hacen de maravilla. Además, no les importa mojarse y saben explicárselo al lego. Porque la gente no es tonta. Si a la gente se lo explicas bien, lo entienden. Yo soy un ejemplo de la gente: cuando me lo explican bien, lo entiendo. Con los buenos ejemplos.

Los científicos tienen que darse cuenta de que también es importante salir y responder a las dudas que la gente se plantea en casa

P. Se les multiplican los frentes: extraterrestres, apariciones, las pseudociencias médicas y de la salud, las visiones pseudocíntificas sobre la tecnología... Y, además, hay quien considera que existen múltipes conspiraciones, o una gran conspiración global que trataría de ocultar esas verdades. ¿Forma usted parte de esa gran conspiración?

R. (Risas) Por supuesto, formo parte de una gran conspiración. A mí me paga, por orden: la CIA, las farmacéuticas, Monsanto...

P. Las telecos, imagino...

R. ¡Las telecos, claro! en realidad, no sé qué hago trabajando (risas). Vamos a ver, esa es la justificación perfecta cuando decimos algo que va en contra de las teorías del misterio. Siempre se empieza por eso, que estamos a sueldo de empresas de telecomunicaciones o de farmacéuticas o lo que sea. Y debo ser el tipo más imbécil que hay, porque me estarán comprando por un céntimo. Siempre dicen lo mismo: que estamos a sueldo. Pero curiosamente, lo dicen las personas que están financiadas por Boiron, la mayor multinacional de la homeopatía que compra cátedras en universidades españolas. A toda esa gente le planteo una cosa muy sencilla: dónde están las pruebas de lo que me dices. Si me demuestras y publicas en una revista científica que los teléfonos móviles provocan cáncer y está demostrado, cambiaré de opinión.

P. ¿Se puede demostrar lo que me ha dicho, eso de que compran cátedras?

R. Sí, hay una en Zaragoza financiada por Boiron. Es algo público, son cátedras de empresa.

P. El problema de las teorías de la conspiración es que parece que le está sirviendo de palanca a todo el mundo. Incluyendo a la Iglesia. El otro día, el obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig Pla, advertía de una conspiración mundial para reducir la población del planeta a través de los abortos.

R. Ah, sí, lo oí. Increíble. Son unas palabras demenciales. Son como las de la monja antivacunas, cuando ella decía que intentan acabar con la población [Gámez hace referencia a Teresa Forcades, religiosa catalana que saltó a la fama en 2009 al alertar de los peligros de vacunarse contra la Gripe A y terminó derivando su discurso en la descripción de una conspiración para crear una pandemia por las farmacéuticas que permitiese, a una élite, controlar el mundo. Forcades ataca ahora a la vacuna del papiloma humano]. Las farmacéuticas, supuestamente, viven de vender medicamentos. Para eso necesitas que haya más gente que los compre. Y esta monja decía que la conspiración era para reducir la población. Entonces, ¿dónde está el negocio?

P. Aun así, hay veces que parece que las farmacéuticas dan el trabajo hecho a estas teorías. Lo de la gripe aviar, lo del Tamiflu, la Gripe A...

R. Las farmacéuticos son empresas y si hay descontrol con ellas, nos pasará como con los bancos. Como todo sector económico, tienen que tener cierto control. Porque cuando lo primero es ganar dinero, la gente intenta hacer trampa. Y ahí debería actuar el Estado. Las farmacéuticas quieren hacer dinero, invierten grandes cantidades y si, para obtener beneficios, tienen que comprar a médicos, los comprarán. Pero de la misma forma que los partidos políticos compran a periodistas. No hay diferencia. Para atajar este problema, lo que tiene que haber es un control. Es cierto que las farmacéuticas intentan cometer abusos, pero existen mecanismos de control. Y es que tampoco podemos demonizarlas. No podemos olvidarnos del hecho de que, sin vacunas, gran parte de la población estaría muerta; no podemos olvidarnos de que muchos estamos vivos y gozamos de una vida mejor porque existe la medicina científica y hemos consumido determinados fármacos en determinados momentos.

P. Siguiendo el mismo hilo de las conspiraciones -y usando de nuevo a la Iglesia- desde el Vaticano se viene advirtiendo de una conspiración o de la existencia de un grupo organizado de gente que quiere imponer el ateísmo en el mundo.

R. Eso es muy divertido. Vamos a ver. No hay, por desgracia, un movimiento mundial ateo organizado. Tampoco pasaría nada si lo hubiese. Yo no tengo nada contra la gente que cree. Dentro de la esfera personal, me parece fantástico. Pero como ateo, lo que quiero es que la religión no entre en la esfera pública: que los legionarios no levanten el Cristo de la Buena Muerte en Málaga, por ejemplo. Porque los legionarios son parte del Estado, que es aconfesional y lo pagamos entre todos. El ateo no quiere que la gente no crea. Simplemente dice: “Yo tengo argumentos para no creer”. Ahora hay más ateos declarados que nunca porque en occidente hay más libertad. En España, hasta 1975, no te podías declarar abiertamente ateo; tenías que vivir ese hecho dentro del armario, como el ser gay. Yo soy ateo y, como tal, defiendo todas las creencias, incluidas las de aquellos que no creen. Me da igual que se crea en Jesucristo, Mahoma o el espagueti volador. Pero yo tengo también derecho a no creer y a decir, además, que tal o cual creencia me parece absurda. Porque las creencias son como las ideas políticas: criticables. En definitiva, no existe una multinacional atea, aunque yo también estaría pagado por esa... (risas).

P. Al menos la Iglesia no intenta justificarse a través de la ciencia...

R. Bueno... La Iglesia a veces recurre a las pseudociencias, como en el caso de la Sábana Santa y algún que otro milagrito tonto. Pero de esa manera... Un poco a distancia. Es decir, la Iglesia dice: “Si la ciencia confirma que la Sábana Santa es real, pues bien; si no lo confirma, tampoco necesitamos a la ciencia”.

P. En general se basta sola, no necesita a un científico.

R. Su negocio no se basa en la ciencia.

P. En cambio, con las pseudociencias, siempre se busca ese apoyo científico, en teorías o en investigadores expertos. Y algunos se prestan a salir en programas esotéricos. Me pregunto si existen científicos que son, a la vez, pseudocientíficos.

Las farmacéuticos son empresas y si hay descontrol con ellas nos pasará como con los bancos. Como todo sector económico, tiene que tener cierto control

R. Sí los hay, pero son cuatro. Y a veces pueden ser científicos muy buenos en su campo, pero cuando se ponen a hablar de otra cosa que no sea lo lo suyo... Por ejemplo, uno de los descubridores del virus del sida y premio Nobel de Medicina, Luc Montagnier,está ahora respaldando la homeopatía. También hay varios físicos importantes que avanzan ideas absolutamente estúpidas sobre otros temas. Pero no me refiero a esos, que son meros accidentes. Porque hay que tener claro que los científicos también hacen trampas. Y que existe, seguramente, la misma proporción de trampas entre los científicos que entre los políticos, los periodistas o los tenderos. Lo que pasa es que la ciencia tiene su sistema para detectar las trampas: la revisión por pares y la repetición de la experimentación.

P. Pero, ¿qué pasa con los científicos que van a los programas esotéricos?

R. Creo que voy a tener bronca dentro de poco con buenos amigos... Vamos a ver, en las últimas semanas me llegan ecos de gente cercana que acude a programas como Cuarto Milenio o La Rosa de los Vientos. En los últimos 15 o 20 años, las revistas esotéricas españolas y algunos programas de radio ya empezaron a mezclar cosas: salía un vidente, salía un curandero, salía un ufólogo y, de repente, salía un astrobiólgo. Un astrobiólogo que decía, además, cosas muy sensatas pero que no sabía que el programa había entrevistado, antes, a todos esas otras personas esotéricas. Y, además, a su mismo nivel. Eso, al menos, pasaba al principio. Pero ha ido a más, sobre todo, a partir de Cuarto Milenio. Íker Jiménez, no sé cómo, empezó a llamar a científicos y estos han ido yendo. Hablan de lo suyo y lo hacen muy bien. El problema está en que, con su mera presencia en un programa charlatanesco, están obteniendo la misma importancia, de cara al espectador, que todo lo que aparece en el programa. Y así, se da la paradoja de que hay científicos que están expresamente en contra de las pseudociencias, colaborando indirectamente en dar crédito a un menú pseudocientífico. No sé por qué ocurre. Algunos me dicen que es por intentar llegar mucho a la gente. Pero claro, es que la gente que ve esos programas, rara vez va a cambiar de opinión.

P. ¿Seguimos, pues, en la Edad Media?

R. Hay motivos para la esperanza. Cuando empecé en esto, en España no había nada sobre pensamiento crítico acerca de supercherías y pseudociencias. Ahora hay un número creciente de personas dedicándose a estas cosas, a verlas de forma crítica. Sobre todo, blogs potentes. Lo mejor que le ha pasado a la divulgación de la ciencia y al pensamiento crítico son los blogs. Ha salido a la calle una especia de guerrilla dispuesta a documentarse, a digerir la información pseudocientífica y a devolvérsela a la gente, aclarada y con las fuentes. Así que, ¿estamos mal? Pues sí, pero hace 40 años estábamos peor, porque los críticos no teníamos donde exponer nuestras conclusiones. Y ahora, sí.

El problema está es que con la mera presencia de un científico en un programa charlatanesco, se está obteniendo la misma importancia, de cara al espectador, que todo lo que aparece en el mismo espacio, desde los videntes a los curanderos

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