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Jota Echevarría: “El ébola sigue sin control, pero ya no sale en las noticias”

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Paco Merino

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No ha perdido la capacidad de reír. Por lo tanto, está vivo. Y lo celebra constantemente. Seguro que conoce a alguien -quizás usted mismo- que aparta la mirada del televisor cuando aparecen imágenes de muerte y dolor, de catástrofes naturales o de barbarie humana. Él no puede cambiar de canal porque está ahí, dentro de la escena. No es una película. Es la realidad que vive desde hace más de veinte años José María Echevarría -todos le llaman “Jota”-, un médico madrileño que ha trabajado en ayuda humanitaria en emergencias en más de veinte países con Médicos Sin Fronteras, Cruz Roja, la Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea y ahora con una ONG americana, International Rescue Committee. Durante unas semanas está en Córdoba, donde se afincó un día porque a Elisabeth, su esposa mozambiqueña, le gustó una ciudad pequeña y de buen clima, donde casi nadie se altera por casi nada. Tienen cinco hijos -tres chicas y dos chicos, el mayor adoptado en Camboya- y una vida peculiar, condicionada por el trabajo de Jota, que no sabe a ciencia cierta dónde estará dentro de unas semanas.

“No soy ningún héroe, soy un tipo normal: sólo un médico”, explica mientras desgrana, con serena indignación, el rosario de situaciones al límite que ha experimentado en los últimos tiempos en zonas de conflicto que el común de los mortales conoce por la televisión. Echevarría no puede evitar una amarga sonrisa cuando se aborda el tema de los medios, que sólo suelen enseñar lo que les interesa o lo que vende. Hay catástrofes que se ponen de moda y epidemias que masacran poblaciones. El mundo se paraliza cuando lo ve por la televisión y cree que todo ha terminado -incluso que ha terminado bien- cuando deja de aparecer en la pantalla. Pero no es así. Jota Echevarría puede contarlo porque ha estado allí y lo seguirá estando. Ha prestado servicios en Sierra Leona en la crisis del ébola, estuvo en Irak en pleno ataque de los IS, ha visto a niños soldado, a esclavas sexuales y a seres humanos cometiendo las mayores atrocidades. Ha conseguido, sin más remedio, una capacidad para abstraerse del entorno -o más bien “normalizarlo”- y poder desempeñar su labor humanitaria. Pero hay algo que le sacude las entrañas de un modo que sólo puede entender en su dimensión más dolorosa quien, como él, es padre: “Oír llorar a los niños”.

¿Cuál de los dos mundos es el real? Reales son los dos. Quizá, si me apuras, el real de verdad es éste. Porque lo que no es normal es lo que pasa en el otro"

Jota Echevarría ha contado sus historias, basadas en hechos reales, a auditorios juveniles en varios institutos. Considera esas charlas como un deber ciudadano, seguramente igual que cuando escribió un post en El Huffington Post, basándose en su experiencia en Sierra Leona, sobre cómo había que protegerse del ébola. La entrada se hizo viral y alcanzó los dos millones de visitas. Eran los días en los que todo el mundo tenía puesto el foco sobre España, el primer país fuera de África con un infectado: la enfermera Teresa Romero. Aquellos días fueron de alta intensidad. Aquí había manifestaciones callejeras por el sacrificio del perro, una batalla política brutal y declaraciones delirantes por parte de las autoridades sanitarias. En Sierra Leona, Jota veía cómo la gente moría a su alrededor y él mismo sentía miedo por su vida. “Era una situación de acojone total. Por primera vez pensé que podía morir de la manera más absurda, con mi familia lejos”, confiesa.

PREGUNTA. ¿Qué sensación tiene cuando cuenta todo esto a la gente?

RESPUESTA. Lo más importante es que pasas un mensaje. Algunos dicen que abres los ojos. No sé. Les muestras cosas que sólo ven por televisión y les suena un poco alejado, pero les impacta cuando les dices que has estado allí y lo has visto tú. Eso lo hace creíble. Se dan cuenta de que hay otras cosas. Lo que yo no quiero es pasar el mensaje de que la gente se sienta mal, de que les digan: 'Esto es para que veáis lo bien que estáis vosotros y lo mal que están los otros'. Eso es lo que yo quiero evitar. Nadie debe sentirse mal por estas cosas porque en cada lugar tienen sus problemas y para cada uno son tan importantes como lo puedan ser en otro lado. Aquí hay unos problemas y allí el problema puede ser el poder comer. Todo es muy relativo. No se pueden comparar unas situaciones con otras. Un chaval me preguntaba: ¿Cuál de los dos mundos es el real? Reales son los dos. Quizá, si me apuras, el real de verdad es éste. Porque lo que no es normal es lo que pasa en el otro.

P. Ha sido testigo directo en situaciones de emergencia humanitaria en muchos lugares del mundo. Cuando esa realidad es mostrada hay quien duda y habla de inventos, montajes...

R. Como la famosa teoría de la conspiración sobre el ébola... Los sitios que se mencionan como focos, donde había un laboratorio, no son tales. Yo he estado allí. No me lo ha dicho el primo de nadie. Allí no hay nada de eso. Yo puedo enseñar una fotografía de Somalia con un niño en brazos y decirles que ese niño se murió a la semana siguiente. Y yo lo sé porque lo ví allí mismo. Eso impacta.

P. Pero reconocerá que ahora, con los medios tecnológicos que existen, la gente ponga en duda todo.

R. También pensaban que era un montaje la llegada del hombre a la Luna. Y cualquiera puede pensar que es mentira que yo haya estado ahí. El que quiera creer que es un montaje lo puede pensar.

Con el ébola pasé una situación de acojone total. Por primera vez pensé que podía morir de la manera más absurda, con mi familia lejos"

P. El ébola no es una película.

R. La peor experiencia profesional de mi vida fueron los tres meses en Sierra Leona luchando como médico contra el ébola. Otras veces puedes controlar la situación. He estado en países en conflicto y por muy duras que estén las cosas, puedes tirar de experiencia, tienes capacidad de negociar con casi todo el mundo -excepto los islamistas de Irak, con los que es imposible- y sabes más o menos dónde está el peligro. Lo del ébola es una pesadilla. Es un virus del que no se sabe casi nada, que se transmite por fluidos y que puede venir, o no, del murciélago de la fruta. Llega un momento en que te quedas pensando: ¿Estaré infectado? ¿Qué coño hago yo aquí metido en esto? Te das cuenta que has tenido contacto con personas infectadas sin saber tú que lo estaban, empiezas a tomarte la temperatura, te llevas veintiún días de stress absoluto... Tú estás ahí y sólo sabes que te puedes morir de la manera más tonta, sin tener ningún control.

P. ¿Cuántas veces tuvo que colocarse el traje de protección?

R. El traje me lo habré puesto cuatro o cinco veces.

P. En España se hacían chistes con eso. Supongo que no le harían ninguna gracia...

R. Sí, los del famoso señor este que creo que es médico, aunque a mí me da vergüenza, el director de Sanidad de Madrid, que frivolizó mucho la historia del traje diciendo que no había que hacer un máster para ponérselo... Lamentable. Me ofendió muchísimo. Es frivolizar con la vida de una persona, la enfermera Teresa, que en su día no se sabía qué podía pasar con ella. Lo que te molesta es que no tenía por qué decir nada. Es tan fácil como entrar en Internet, poner ébola o Médicos Sin Fronteras y verlo todo. Todo está ahí. No se puede ir haciendo chascarrillos de una cosa tan importante y, además, con una enfermera infectada y en riesgo de muerte. Se ha salvado porque el cuarenta por ciento se salva, porque la han hidratado bien y ya está, porque la mayoría de la gente se muere. A mí me molestó muchísimo. Escribí dos cartas en el Huffington Post y le pegué bastante, pero es que fue algo que me ofendió profundamente. Me da vergüenza pronunciar hasta su nombre. Afortunadamente, ya no está.

Afortunadamente sólo se infectó Teresa Romero y se salvó, pero podría haber habido muchos más infectados tal y como se hicieron las cosas"

P. Se convierte una emergencia sanitaria en un guiñol político.

R. El gobierno no hizo las cosas como nosotros las hacemos. No digo que las hicieran mal, o a lo mejor sí lo estoy diciendo, pero era fácil hacerlo mejor. Está claro que el ébola es algo que aquí no toca, pero está todo en Internet. Se han publicado en Médicos Sin Fronteras cantidad de cosas. Alguien en el Ministerio de Sanidad debería haberse puesto un poco las pilas y aprender cómo se monta una unidad de aislamiento, qué trajes hay que ponerse y cómo hay que hacerlo, cómo hay que formar al personal para recibir a un infectado de ébola... Lo hicieron todo a prisa. Afortunadamente sólo se infectó Teresa Romero y se salvó, pero podría haber habido muchos más infectados tal y como se hicieron las cosas. La situación se gestionó mal. Yo sólo quería explicar cómo se hace allí.

P. Al final, la gente se queda con el tema del traje y el perro Excalibur.

R. Lo que la gente no sabe es que el ébola sigue en Sierra Leona. Que cuando esto pasó había 2.500 casos y hoy hay más de 5.000 oficiales, y que había 700 muertos y ya van por dos mil y pico. La cosa sigue y va a seguir. Aquí ya no se habla de eso porque no hay, afortunadamente, nadie infectado, pero la situación sigue mucho peor de lo que estaba. Y como no hay infectado aquí, pues ya no es noticia. Pero que algo deje de salir en los medios no quiere decir que haya desaparecido o se haya solucionado. Ni mucho menos.

P. ¿En qué situación quedó la epidemia en Sierra Leona? ¿Está en vías de solución o aquello no tiene fin?

R. Exponencialmente está mucho peor de lo que estaba antes. Cuando yo me marché en noviembre de Sierra Leona se calculaba que había unos mil casos nuevos diarios. La OMS apuntaba a unos diez mil casos nuevos semanales a principios de año. Eso es una auténtica barbaridad. Estamos hablando de cuarenta mil casos nuevos al mes de ébola sólo en Sierra Leona. La situación está totalmente fuera de control, porque por muchos centros que se puedan abrir el problema sigue estando en la comunidad. No colaboran porque tienen miedo. No se les ha pasado el mensaje de manera adecuada y no hemos podido conseguir que se sientan como un equipo con la gente que va allí a ayudarles. Siguen teniendo pánico del personal de salud, de la enfermedad, de todo. Continúan los rumores. Unos decían que era cosa de brujería, de un castigo divino, de una acción del gobierno para hacer una limpieza étnica, o que te llevaban al hospital a sacarte los órganos...

La situación está totalmente fuera de control, porque por muchos centros que se puedan abrir el problema sigue estando en la comunidad. No colaboran porque tienen miedo"

P. ¿El problema es de mensaje?

R. Exacto. Son comunidades muy cerradas, tribales, y sólo tienen confianza en su gente. Tú vas allí como personal de salud y te dicen que sí a todo, pero no creen, no confían. Si no mandas a la persona adecuada y con el mensaje adecuado, jamás vas a tener a las comunidades de tu lado. Ellos seguirán ocultando los casos, escondiendo los muertos...

P. No es sólo una cuestión de poner dinero, aunque es básico.

R. Totalmente. Allí siguen muchos cooperantes, de la iglesia católica y protestantes. Son fundamentales. Hay grandes donantes de dinero de la comunidad europea, especialmente ingleses. Hay muchos cooperantes técnicos, enfermeros, médicos... Hay personal allí, pero no se consigue gestionar bien la relación con la comunidad y eso es básico. A nivel asistencial podemos hacer cosas, pero hay que dar un paso más.

P. ¿Qué papel ha jugado España?

R. España no se ha involucrado para nada en el tema del ébola. En una entrevista dije que si se hubiera dado todo el dinero que se han gastado en las tarjetas negras para la lucha contra el ébola, hubiera sido de muchísima ayuda. Me acusaron de demagogo y a lo mejor es verdad, pero eso está ahí y hay que decirlo. El ébola ha afectado a España y creo que deberían hacer algo. El primer caso de infección fuera de África en todo el mundo fue en España, pero el gobierno es el gobierno. Y en política no me meto. Yo digo lo que veo y compruebo.

La marca España... Eso lo veo yo por ahí y no es que esté desprestigiada, es que da risa. En el mundo en el que yo me muevo lo que da es risa"

P. Aunque sólo fuese para defender la marca España...

R. La marca España... Eso lo veo yo por ahí y no es que esté desprestigiada, es que da risa. En el mundo en el que yo me muevo lo que da es risa. La gente se ríe de la corrupción en España, de todo lo que pasa aquí, de los jueces, de la familia real... En ciertas cosas, España da risa. Los extranjeros sólo conocen el Madrid, el Barcelona, la corrupción, el rey con los elefantes... Eso es lo que les queda. Pero igual que aquí lo que le queda a la gente del ébola es la historia de Teresa Romero y el perro. Y qué le vas a hacer.

P.  ¿Tan difícil es tomarse en serio lo que es realmente serio?

R. Lo veo complicado aquí. Antes se veía a España de otra forma y no se puede perder tan rápido lo que se ha ganado. Tampoco es que España estuviera excepcionalmente considerada y que ahora sea una mierda sólo por esto, pero sí te das cuenta de que lo que la gente conoce de nuestro país por ahí fuera es un poco de risa. Y esto no lo digo yo solo, ¿eh? Ha salido hasta en el Times.

P. Trabaja en emergencias, desastres... No le faltará faena. ¿Por qué lo hace?

R. Porque alguien tiene que hacerlo. Yo estaba situado en Madrid, con mi consulta y mi especialidad de Traumatologia, pero empecé con Médicos Sin Fronteras y me cambió la vida. Me gustó. Es una labor que te da mucho. Soy totalmente feliz con lo que hago y duermo como un bebé. Tratas con gente que no tiene absolutamente nada y está sufriendo lo inimaginable, que ha tenido que salir corriendo de donde vive. Les ayudas y te lo agradecen compartiendo lo poquito que pueden tener. Te dan la carne de un muslo de pollo y luego ellos chupan el hueso.

En Pakistán siguen en tiendas de campaña después del terremoto, o en Irak, o en Filipinas después del tifón. Lo vimos. No tienen medios"

P. El ayudar a los demás es una noble adicción.

R. Sí, pero en realidad, ¿a quién he ayudado yo? Mira, no lo sé. Cuando era un cirujano en Madrid sí tengo claro a quién ayudé. Directamente a las personas que operé. Pero cuando estás en un proyecto en otro país, montando centros de atención como el del ébola, llevando pozos de agua potable y dejando hábitos de higiene en una aldea perdida... ¿Realmente has ayudado a alguien? ¿Seguirán adelante cuando tú te vas?

P. ¿Lo peor son las guerras?

R. Yo he trabajado mucho en asistencia en desastres naturales, que en cierto modo es parecido a la de países en conflicto. Todas las víctimas necesitan lo mismo, aunque el daño haya sido causado por un terremoto o por un ejército. Los desplazados y refugiados de una inundación o de una guerra cambian por la respuesta. La víctima del terremoto quiere volver a su situación lo antes posible, pero el que sufre una guerra sabe que no va a recuperar nada. La víctima de la guerra es más agradecida, la de la catásfrofe natural es más exigente. Cambian el entorno y la respuesta.

P. ¿Y qué pasa después de que se marchen los que llegaron a ayudar?

R. Pues que ya está. La gente normaliza su situación y se acostumbra a lo que le ha quedado. No pasa nada. En Pakistán siguen en tiendas de campaña después del terremoto, o en Irak, o en Filipinas después del tifón. Nosotros trabajamos allí y lo vimos. No tienen medios. La ayuda humanitaria no puede llegar más allá. Aunque pongas proyectos de desarrollo a medio y largo plazo, no puedes estar toda la vida así. Tienen que seguir adelante, pero fundamentalmente no cambia en nada. Normalmente no se recuperan, pero eso ya nadie lo ve porque no sale en los medios.

P. Es la parte negativa de la ayuda humanitaria.

R. Eso es así y el que no quiera verlo se equivoca. El dar todo gratis desestabiliza la unidad familiar. El cabeza de familia ya no es el responsable del grupo y eso es importante en la estructura social que ellos tienen. El padre entra en la depresión, el alcoholismo... La gente trafica con la ayuda humanitaria. Algunos reciben más y lo venden. Podemos recordar aquello que decía Confucio sobre dar la caña o enseñar a pescar.

Dije que si se hubiera dado todo el dinero que se han gastado en las tarjetas negras para la lucha contra el ébola, hubiera sido de muchísima ayuda. Me acusaron de demagogo"

P. La tutela de los gobiernos es nula.

R. Los gobiernos reciben la ayuda humanitaria con mucho interés, seguramente porque se quedan con su parte. Como aquí, ¿eh? Corruptos hay en todos los lados del mundo. Yo digo que la diferencia entre la corrupción de España y la de allí es que allí se muere la gente y aquí no. Aquí se llevan tanto como allí. Los gobiernos de esos países en situaciones de alarma no tienen recursos ni tampoco demasiado interés en salir de donde están.

P. ¿La civilización ha llegado a todo el mundo?

R. Lo de primer, segundo y tercer mundo no me gusta. Tenemos países desarrollados, países en vías de desarrollo y luego tenemos otros en etapa intermedia, como Colombia, donde reciben mucha ayuda humanitaria. Es un país con mucho poder, con estado, con una cierta democracia, pero con un gran problema interno y una grave crisis humanitaria porque hay seis millones de desplazados. Ése puede ser el segundo mundo. Y luego está el cuarto mundo famoso, que son esas bolsas marginales y de pobreza absoluta, que pueden estar en Madrid o en Barcelona. También hay proyectos de ayuda social para ellos. ¿El mundo civilizado? Pues habría que definir civilización, aunque yo considero que la civilización ha llegado a todos los lados, exceptuando quizá casos concretos de comunidades en Colombia. Otra cosa es como tú interpretes. En todos los países hay escuelas, excepto en la República Centroafricana que es un caos y no existe nada. Hay colegios, profesores, un sistema más o menos de salud... Otro caso es cómo utilizan o manipulan esos resortes desde el poder. Eso es otra cosa. Pero la civilización ha llegado.

P. Ha tenido experiencias con el mundo islámico. Estuvo en Irak, vivió el avance del IS. ¿Cómo ve la situación actual?

R. Todo esto es política. No es problema cultural. No veo en todo esto una guerra de culturas o de religiones, sino una confrontación política, de poder económico. Tú sabes como yo que detrás de todo esto está el petróleo. Ha habido gente que ha aprovechado cierta coyuntura y se ha hecho fuerte. Todo parte de los islamistas, radicales o no, porque yo los metería a todos en el mismo paquete, que en un momento dado se hicieron con el poder en Egipto, que es un país carismático y líder en el mundo árabe. De repente nos dimos cuenta de que había algo ahí, que eran los Hermanos Musulmanes. Se han hecho muy fuertes y se están extendiendo. De ahí salen distintas ramas, que pueden ser más violentas o más salvajes, que se critican unos a otros... Pero detrás de todo está el dinero. Los islamistas de Irak hacen cinco o seis millones de dólares diarios de dólares con el petróleo. Lo que les mueve está claro que es el dinero. Yo lo que predican no me lo creo, personalmente no lo creo.

Yo he trabajado en Indonesia, que es el país con más musulmanes del mundo, o en Sierra Leona... Los musulmanes son gente normal y corriente, como todo el mundo"

P. ¿Y los ciudadanos de países occidentales que se marchan a alistarse al IS?

R. A no ser que sean gente de tercera generación, ya educados con tiempo, como yo creo que ha sido lo de París, una célula dormida que en un momento decide atacar, pienso que los occidentales que se marchan allí lo hacen por dinero y por esnobismo, pero sobre todo por dinero. Son mercenarios y allí les pagan bien. Estoy convencido.

P. El atentado de París puede incentivar aún más la ola de islamofobia que se está detectando en algunos países.

R. Este es el mundo de la globalización. Globalizamos todo. Pasa en cualquier cosa. Un hincha del Barcelona hace una cosa y todos los del Barça son iguales, o los del Madrid. Metemos a todos en el mismo saco y esto lo veo con los musulmanes. Yo he trabajado en Indonesia, que es el país con más musulmanes del mundo, o en Sierra Leona... Los musulmanes son gente normal y corriente, como todo el mundo. Tienen sus cinco principios que tienen que seguir, como los católicos tienen sus cosas igual. Son gente sociable y normal, no son unos radicales. Lo que pasa es que, claro, enseguida se etiqueta a la gente. Se dice que todos los musulmanes son malos y luego nos sorprendemos si la gente se va a quemar las tiendas de los musulmanes. No sé cómo se puede parar esto. La gente está manipulada un poco por los medios de comunicación. Si pones la televisión, depende del canal que veas te van a explicar las cosas de una manera. El público se confunde, se queda con los mensajes fáciles, quiere buenos y malos. Si están echando leña al fuego, luego pasa lo que pasa. Afortunadamente es una minoría la que lo hace. ¿Qué diferencia a los que entraron a 'Charlie Hebdo' y mataron a los periodistas de otros que puedan ir ahora a una tienda y matar a dos porque son musulmanes? Hay que frenar eso. En la vida tenemos que ser tolerantes. Yo no justifico en absoluto lo que ha pasado, pero entiendo que no se debe poner a todo el mundo en el mismo saco.

P. ¿Dónde estará el mes que viene?

R. No lo sé. Donde haya problemas humanitarios. Donde más opciones tengo es Nigeria o Libia. Quizá Sudán. No lo sé todavía.

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