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Javier Luque: “No sé si hay una conspiración para que la gente no lea”

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Juan José Fernández Palomo

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Decía Borges que “de todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”. Bien, pues nosotros, esta mañana no estamos ni en una óptica, ni en una tienda de telefonía, ni en una armería del centro de Córdoba. Estamos en una librería: La Luque, así conocida por varias generaciones de lectores y reconocida -el día anterior a nuestra visita- por la Junta de Andalucía con uno de sus galardones con motivo del 28-F.

Hablamos con Javier, tercera generación de los Luque, en su despacho acristalado dentro del comercio. Mientras, sus socios y compañeros preparan la apertura para un jueves más y reciben la llegada de un pedido y de los dos primeros y madrugadores clientes.

La conversación que mantenemos con Javier va a viajar por unos raíles que nos llevan desde el pasado al presente continuo (esta librería está a punto de cumplir un siglo de existencia entre nosotros) y nos va a dejar recuerdos duros, agradecidos también, y reflexiones sin desperdicio.

Aquí se está muy bien. Volviendo al argentino ciego que todo lo vio, estamos rodeados de “extensiones de la memoria y de la imaginación”.

PREGUNTA. La Librería Luque va a cumplir pronto 100 años ¿nos cuentas los orígenes desde que estaba en Gondomar?

RESPUESTA. No. el origen es anterior a Gondomar.

P. Vaya.

R. Mi abuelo Rogelio la funda en la calle de la Plata, en 1919. Era apenas un quiosco, según me cuenta mi padre que le contaron a él. Luego pasó a estar en Diego de León, donde ya era una librería y papelería “en condiciones”. Fue en 1933 cuando se traslada a la calle Gondomar.

P. Pero, desgraciadamente, tu abuelo no puede disfrutarla mucho tiempo...

R. No; a mi abuelo lo mataron en el 36.

P. Los sublevados ¿no?

R. Sí; “los levantados contra el orden imperante”, como también se les ha llamado.

P. ¿Quién era tu abuelo Rogelio?

R. Una figura curiosa: era poeta, escritor, editor, librero. Seguía la filosofía del Naturismo; también esperantista -llego a participar en congresos internacionales de esperanto- un librepensador.

Mi abuelo Rogelio Luque era poeta, escritor, editor, librero. Seguía la filosofía del Naturismo; también esperantista -llego a participar en congresos internacionales de esperanto- un librepensador

P. Y toda esa personalidad se reflejaría en los anaqueles de su librería.

R. Claro. Lo que consta en “los libros” es que a mi abuelo lo fusilaron por tener en su librería publicaciones marxistas.

P. Llega la guerra.

R. Sí. Y después, en el año 40, mi abuela la reabre con el nombre de “viuda de”.

P. ¡Qué valor!

R. Mi abuela la abre “con dos riles” y pone en la fachada Librería viuda de Luque, sociedad en comandita, para que conste.

P. Vaya señora ¿no?

R. Mi abuela se llamaba Pilar Sarasola, era del Norte. La Junta de Andalucía produjo un documental sobre ella, que se estrenó en la Filmoteca, como ejemplo de mujer culta y emprendedora en circunstancias muy difíciles. No sé cómo conoció a mi abuelo; pero sí que mantuvieron una relación epistolar muy larga -mi abuelo era de Priego- hasta que se casaron.

P. ¿Quién queda entonces al mando de la sociedad?

R. Mi tío Rogelio; porque mi padre hizo derecho en Madrid y lo ejerció unos años antes de dedicarse de lleno a la librería. Como me pasó a mí: mi hermano Antonio estaba más metido en la librería y yo trabajaba como procurador en un despacho -tenía el teléfono desviado a la librería- hasta que me impliqué de lleno en el año 2000.

P. ¿Cómo fue ese paso?

R. Mi padre dijo que se iba a jubilar y yo pensé que había que hacer ciertas adaptaciones: crear una buena base de datos, montar una red informática... No es que yo supiera informática, pero contratamos a un especialista, me fui implicando cada vez más y ya fue imposible compatibilizarlo con el despacho. Así que al final del año 2000, entré del todo.

P. Y coincide con el paso definitivo a la tienda de la calle Cruz Conde...

R. Sí; ese año se cierra la de Gondomar. La de Cruz Conde funcionaba desde 1962. Se las conocía como la vieja y la nueva.

P. Siempre Luque.

R. Y como negocio familiar, aunque adaptándose a diferentes figuras jurídicas: sociedad anónima, sociedad limitada...

El clamor popular no es que condicione tus decisiones; pero puso de manifiesto que se cerraba algo más que una librería

P. ¿Y ahora qué sois?

R. Una SLL, una sociedad limitada laboral. Es parecido a una cooperativa: aportamos capital y trabajo. Somos cinco socios y una persona contratada.

P. El anuncio del cierre y liquidación del negocio en el 2009 convulsionó a la ciudad ¿eso lo notaríais, verdad?

R. Lo teníamos claro. El clamor popular no es que condicione tus decisiones; pero puso de manifiesto que se cerraba algo más que una librería, sino algo que tenía que ver con la difusión del pensamiento, de la cultura.

P. Por no hablar de lo que supondría para los trabajadores...

R. Claro; yo no llevaba mucho, pero había compañeros que llevaban 30 años currando y había que seguir ganándose la vida.

Los libreros son los otros

P. Supongo que serían momentos convulsos, de mucho darle vueltas a la cabeza.

R. Sabíamos que algo había que hacer. Hubo que negociar con los trabajadores, con los proveedores... Yo planteé que había que seguir, que no debía perderse ni la librería ni su nombre. En ese momento a la “crisis” ya se le había puesto nombre, ya no era “ligera recesión” ni nada de eso; y era impensable que una sola persona tuviera varios trabajadores a su cargo. Así que la figura de Sociedad Limitada Laboral nos venía bien, capitalizamos la prestación por desempleo y estamos los cinco a partes iguales y yo como administrador.

P. Por eso sueles decir que no eres librero.

R. No. Los libreros son los otros (sonríe).

P. Eso no se lo creen ni tú ni los demás.

R. Bueno... el caso es que el 30 de noviembre de 2009 subimos la persiana aquí en la calle Jesús y María.

Está siendo muy duro. Más de lo que pensábamos

P. Desgraciadamente, la crisis, con todas sus letras, no se ha ido...

R. No. Está siendo muy duro. Más de lo que pensábamos. Creíamos que se tocaba fondo y se remontaba, podría rebotar hacía arriba, pero no, no ha habido ese efecto.

P. ¿Y cómo se aguanta?

R. Como se puede. Mira, es que es una crisis económica fundamentalmente, pero hay otro tipo de crisis. Te explico; antes el “círculo del libro” se cerraba. Después de Navidad, esperábamos la Feria (del libro), luego las comuniones, aguantábamos el verano y, después llegaba la campaña del libro de texto, los libros universitarios en septiembre y octubre y, de nuevo, la Navidad. Por ejemplo, ahora en las comuniones no se regalan libros, se regalan maquinitas.

Ahora en las comuniones no se regalan libros, se regalan maquinitas

P. Y poco libro de texto, supongo.

R. Ahí se nota mucho. Con el cheque-libro o con los cambios de planes de estudio. Ahora los cursos universitarios son trimestrales o cuatrimestrales, ya no se prescribe un libro para todo el año; además los apuntes se cuelgan en internet, por ejemplo, los textos legales, que están más actualizados en la red, como es natural. Así que después del verano no te recuperas. La llegada a la campaña de Navidad es agónica.

P. Mientras sigue sin circular el dinero.

R. Hay menos dinero en la calle y menos dinero en las instituciones: menos dinero para dotar bibliotecas o centros escolares. De vez en cuando te dicen “hemos conseguido una partida de no sé cuánto” y te hacen un pedido de 2.000 o 3.000 euros; compramos los libros, se los servimos, después la administración paga cuando paga. El Ayuntamiento, por ejemplo, a los seis u ocho meses. Eso es difícil de aguantar. Así que el principal cliente, que era el institucional, prácticamente ha desaparecido. Antes el cliente “de calle” completaba nuestras ventas y ahora vivimos de él.

Antes el cliente "de calle" completaba nuestras ventas y ahora vivimos de él

P. A eso puede ayudar esta ubicación ¿no?

R. Es cierto que con el cambio a Jesús y María hemos ganado, es una zona de paso turístico que, afortunadamente, viene muy bien. Es un cliente que tiene sus ventajas porque cambia cada día. Un cliente habitual compra, se lee el libro y, si puede, cuando pueda, ya volverá. Por eso decimos que cualquier reconocimiento es para el cliente, por mucho que nos esforcemos nosotros.

P. Sabemos, está claro, de vuestra implicación, más allá del cliente-consumidor, con la ciudad, con sus autores, con su vida cultural, con sus tradiciones ¿cómo lo hacéis?

R. Tenemos en el escaparate, y justo al entrar, la sección de temas cordobeses y andaluces: historia, tradiciones, flamenco, tauromaquia... no solo para el turista, sino para que profundicemos en lo nuestro. También organizamos presentaciones, conferencias, ruedas de prensa o lo que nos propongan. Apoyamos, en lo que esté en nuestra mano, a ese autor local que se ve obligado a autoeditarse sin el respaldo de editoriales, a enseñar su libro o a colocarlo en redes sociales... sí es verdad que nos gustaría que las instituciones estuvieran un poco más activas, que tuvieran más en cuenta el libro, más allá de la feria.

P. ¿Es que no se implican lo suficiente?

R. Debería haber más coordinación. Por ejemplo, en el Ayuntamiento no hay un servicio unitario de publicaciones, lo que publica la Delegación de Cultura no tiene un distribuidor. Igual pasa con la de Turismo. No sabemos muy bien cómo conseguir esas publicaciones. Por ejemplo, hemos rescatado cosas del Archivo Municipal, un cuadernillo de los Patios precioso o carteles antiguos de feria... Conseguimos venderlos, pero luego qué. No se reponen, no hay continuidad.

P. Bueno. Esto no deja de ser una tienda en el centro de la ciudad. Un sitio complicado para el negocio ¿cómo lo lleváis?

R. Sí es complicado. Esta el asunto del precio de los alquileres... Las cadenas vienen marcando sus precios. No olvidemos que el eje comercial en Córdoba son, prácticamente tres calles, el que se forma entre Cruz Conde-Jesús María y se cruza con Gondomar-Concepción-Claudio Marcelo. Ahí es donde las franquicias se tienen que instalar y se instalan, y el resto de comercios no pueden competir con esos precios, no pueden afrontar esos alquileres.

P. ¿Hay una manera de resistir a eso?

R. Bueno; el asociacionismo es imprescindible. Nosotros somos miembros de Comercio Córdoba y del Centro Comercial Abierto. Además, en plan gremial, estamos en Aplico (la Asociación de Papeleros y Libreros de Córdoba) que, a su vez, se integra en la FAL (la Federación de Libreros de Andalucía). Si no fuera así, no iríamos a ningún lado. Gracias a eso nos relacionamos -lo que podemos (sonríe con cierta ironía)- con las administraciones, abordamos proyectos tecnológicos con respecto al libro... En eso hay que decir que somos muy punteros, las plataformas del sector son muy potentes.

P. ¿En qué sentido?

R. El sector se reconvirtió a principio de los años 2000. Los editores, los distribuidores y los libreros estamos ya muy interconectados, se encuentran libros con facilidad, se transmiten documentos... formamos parte de un colectivo. Eso está bien.

Tras el 2016 no hay más editoriales ni más autores

P. Parece un poco lejano, pero recuerdo que vuestro traslado coincide con los mejores momentos de aquella esperanza, de aquella ilusión de que Córdoba se convirtiera en Capital Cultural Europea el año que viene. Ya no será, pero ¿eso lo notabais en La Luque?

R. El ambiente en la librería era más o menos normal. Sí es cierto que se palpaba ilusión, ganas, un deseo de que se reconociese la singularidad de Córdoba, de intentar proyectar lo que la ciudad tiene y, a veces, nos cuenta tanto admitir. Y la posibilidad de algunas ventajas económicas, claro. Luego pasa lo que pasa. Deciden dársela a San Sebastián (no dice Donosti, pero nos entendemos) con cierta polémica por cuando y como se la dan... en fin.

P. ¿Y queda algo de esa ilusión que podáis sentir desde un sitio como éste?

R. No, no. No hay más editoriales ni más autores. Además, a partir de entonces, la crisis se incrementa, no solo la económica, sino la del libro que hablábamos antes. Hay una frase que lo resume muy bien: “El cambio de paradigma en el sector del libro”.

P. Vamos a intentar explicar eso.

R. Tiene que ver con el libro digital, pero no solo; sino la forma de relacionarse entre personas, el papel de internet, el cambio en la manera de acercarse al ocio, modificar los hábitos... Eso ha ido perjudicando al comercio tradicional donde el objeto físico, el libro en papel, estaba. Ahora el ocio es de otra manera; ya no hace falta pasarse por aquí a conocer las novedades.

Ahora el ocio es de otra manera; ya no hace falta pasarse por aquí a conocer las novedades

P. ¿Ya no se pasea la gente por las librerías para curiosear y salir sin comprar nada?

R. No. La gente viene a “tiro hecho” porque lo ha visto en otro sitio.

P. Cierto. Reconozco que yo lo hago así.

R. Y todo eso se relaciona con el tema de la educación y la cultura. Serán “maldades” mías, pero no sé si hay una “mano negra”, un deseo velado, una especie de conspiración para que no se lea, porque leer eleva el espíritu, te hace pensar, te hace crecer como persona; y a los que mandan no les interesan que los demás piensen por sí mismos. Entonces surgen cuatro leyes de educación, nuevos programas, se monta un “carajo” nuevo... Da la sensación de que no se transmite a las nuevas generaciones lo que puede aportar leer, en papel o en digital o como sea. Ni se potencia leer en digital, eso te da por sospechar.

Leer eleva el espíritu, te hace pensar, te hace crecer como persona; y a los que mandan no les interesan que los demás piensen por sí mismos

P. ¿Cómo explicarlo, entonces?

R. Tal vez es que la política es cortoplacista y la educación es algo a largo plazo. Si vamos a tener años electorales cada cuatro -bueno, tres (vuelve a sonreír, irónico)-, cómo voy a preocuparme por que se lea. No interesa. Vamos, no es que haya una “mano negra”, vale; sino que el mero desarrollo de la política hace que lo otro se quede bloqueado... Así nos va.

P. Pues si esa “conspiración” existe, se notará en la edad media del cliente ¿no?

R. Los que van desapareciendo son los clientes habituales; primero porque, desgraciadamente o se van muriendo o van perdiendo facultades para leer, otros se pasan al libro digital... y no viene el relevo con la misma fuerza que podríamos esperar o que veíamos antes. Al menos vienen chavales que hacen de la lectura también un entretenimiento social. Tiene que ver con las redes sociales, aunque solo sea por el hecho de participar en un círculo, o se apoyan en las películas que comparten... algo positivo.

P. Y el libro infantil ¿existe?

R. Sí, claro. El que no se lee.

P. ¿El libro-objeto-juguete?

R. Ése.

P. El que compramos para regalar los titos y los amigos de los amigos que acaban de ser padres...

R. Eso es... (sonrisa cómplice entre entrevistado y entrevistador)

La papelería la mantenemos de una forma testimonial y por hacer un favor a clientes de siempre

P. Que no se me olvide la sección de papelería y escritura de La Luque ¿Todavía sabemos escribir con su caligrafía y sus cosas?

R. La papelería la mantenemos de una forma testimonial y por hacer un favor a clientes de siempre. Ahora se compite con los propios centros escolares que aportan material o, si no, con los chinos -bueno, digamos, tiendas de bajo presupuesto- o los centros comerciales. Tenemos folios, sobres y poco más.

P. ¿Y la escritura?

R. Ha bajado mucho el uso de artículos de escritura. La mantenemos. Estamos especializados en marcas buenas. Se sigue regalando, aunque no se use. Tiene un valor. Pasa como con los discos de vinilo: parece que hay gente que vuelve a encontrarle gusto a esas formas de antes. Hay cierto revival a eso de retomar la escritura, la estilográfica. Lo que pasa es que es complicado de mantener, porque hay que comprar el material, no es como los libros que puedes devolverlos. Cada vez que sale una novedad en material bueno de escritura hay que hacer un desembolso.

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