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Javier de la Cueva: “El ciberactivismo y la micropolítica cuidan a la gente”

Javier de la Cueva | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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En 2004, un fantasma comenzó a recorrer Europa, el fantasma del ciberactivismo. En España, un grupo de personas se organizó para oponerse al canon que la Sociedad General de Autores de España (SGAE) cobraba por los CD y DVD vírgenes. Su forma de actuar combinaba el activismo clásico con el uso de Internet. La idea era generalizar a través de la Red virtual una protesta física. Todo internauta podía descargarse una demanda ya redactada contra la SGAE y acudir con ella a los tribunales para cambiar el mundo. Acababa de nacer el ciberactivismo. Acababa de empezar la micropolítica.

Detrás de aquella demanda se encontraba, entre otros, el abogado y filósofo Javier de la Cueva (Madrid, 1962). Especializado en temas de derechos de autor y el mundo legal de Internet, De la Cueva ha sintetizado en un libro publicado por la editorial cordobesa Bandaàparte más de una década de trabajos y reflexiones surgidos de aquella experiencia en su lucha contra el canon. Su título es Manual del ciberactivista. Teoría y práctica de las acciones micropolíticas.

Nos reunimos con De la Cueva en La Bicicleta. Durante una hora, CORDÓPOLIS conversa con él sobre el activismo en los tiempos de las redes sociales y de Internet. En seguida asoma el docente y el filósofo por encima del letrado. El discurso de este experto está trufado de referencias a otros filósofos y pensadores, con constantes saltos a citas textuales de obras y a títulos en los que se apoya para reforzar su mensaje: un nuevo tiempo de hacer política está naciendo y ni los partidos tradicionales ni los emergentes se han enterado.

PREGUNTA. ¿Qué es el ciberactivismo?

RESPUESTA. Es la manera de hacer política que tienen los ciudadanos, usando las tecnologías que están a nuestro alcance: las de la información, la comunicación y sus redes. Hace 40 años la tecnología imperante para hacer política en ese campo era poco más que la televisión. Y en ese sentido, tenemos a autores como Giovanni Sartori, autor de Homo videns. La sociedad teledirigida. En esa época, los sistemas de conexión política eran mucho más tradicionales. Además de la televisión, teníamos la radio o los periódicos. En aquellos momentos todo se caracterizaba porque la tecnología establecía canales unidireccionales: desde un centro emisor se irradiaba al resto de las personas que consumían pasivamente la información. En la ciberpolítica, en cambio, la relación entre los participantes es diferente; los ciudadanos se pueden agrupar en sistemas distintos, mucho más fáciles de establecer porque las teorías de la información y la comunicación lo permiten. Desde ahí pueden acordar y llevar a cabo acciones puntuales sobre problemas de tipo concreto de forma mucho más fácil que antes. Imaginemos un caso, el de los antitaurinos, por ejemplo. Antes, si querían organizar una red tenían que recurrir a la presencia física, pero ahora pueden unir determinados tipos de focos que hay en cualquier territorio e intercambiar sus maneras de hacer. El ciberactivismo necesita un modelo de definición porque bajo ese apelativo lo metemos todo. Y no es así. Nos equivocamos al pensar que hay partidos políticos que se están metiendo en ese mundo a través de sistemas y tecnologías novedosas. No es así, insisto, porque realmente lo que están haciendo es usar Internet de la misma manera traicional y unidireccional que ya usaban antes la radio, la televisión o la prensa. Pero hay ciudadanos fuera de los partidos que están agrupándose en comunidades de aprendizaje y conocimiento. Unos entes que, compartidos, permiten la aparición en otros sitios de focos que comparten ese mismo conocimiento y que construyen sobre su propio conocimiento adquirido. Y desde ahí, tratan de solucionar problemas muy concretos.

Fuera de los partidos, los ciudadanos están agrupándose para solucionar problemas muy concretos

P. ¿Hablamos de lobbies o grupos de presión ciudadanos?

R. El lobby ciudadano como tal no existe, el lobby ciudadano es la sociedad. Ahora lo que está haciendo es agruparse por intereses porque ve que los canales tradicionales de agrupación de problemas -como son los partidos políticos o los sindicatos- no funcionan. Eso supone un intento de resolver una tensión muy tradicional que existe desde hace 2.500 años entre la democracia directa y la representativa. Cuando ve que no funcionan determinados tipos de soluciones dentro de los cauces institucionales, la humanidad busca soluciones. Y si no tiene cauces institucionales para resolverlos, los crea.

P. ¿Pero ya se está haciendo ciberpolíticia?

R. Totalmente. Se está haciendo por ejemplo desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Se está haciendo ciberpolítica no como un elemento extraño a la política, sino como una capa más agregada a la política de siempre. Si antes se hacía la política de siempre con los recursos de siempre, al tener nuevos recursos, los incorporamos para tener nuevas capacidades. Pero eso no significa que abandone las antiguas, sino que vamos haciendo agregados.

P. Tampoco tiene por qué significar que vaya a haber más participación ciudadana.

R. No, pero permite otras cosas. Algo tan sencillo y tradicional como un sistema de hemeroteca de periódicos es complicado de usar sin Internet. Ahora tenemos a Google. Y algo muy importante: tenemos canales de Youtube con sistemas de búsqueda que nos permiten responder inmediatamente al político de turno y recordarle lo que dijo en un momento dado. Y es que las propias tecnologías te permiten cosas que eran impensables antes. Por ejemplo, la fundación ciudadana Civio, que para mí es el gran referente de ciberpolítica en España, lo que hace es extraer de la base de datos de la web del Consejo General del Poder Judicial todas aquellas sentencias que hacen referencia a temas concretos, por ejemplo, a incendios forestales. Y toda esa información la tabulan en una base de datos nueva que es una herramienta que ni siquiera tenía la Fiscalía General del Estado. Eso lo han hecho los ciudadanos. Así que tenemos dos capacidades nuevas de las que nos dotan las tecnologías. Uno: verificamos la hemeroteca. Y dos: creamos nuevos modelos de datos que se pueden aplicar. Antes, solo teníamos la palabra y el diálogo para construir democracia; luego se agregó el lenguaje escrito y, por último el audiovisual. A medida que hemos ido avanzando, la tecnología nos ha ido dotando de un mayor ámbito de información para construir democracia. Pero es que ahora, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación nos dota de lo que un autor como Ian Hacking llama “tecnologías de la objetividad”. Podemos sacar tanto sistemas cuantitativos como cualitativos distintos. Y eso es lo que hace Civio, extrayendo bases de datos para construir una nueva información que las instituciones no me estaban dando pero a la que yo, como ciudadano, ya puedo acceder.

La humanidad busca soluciones. Y si no tiene cauces institucionales para resolverlos, los crea

P. ¿Los Estados están preparados? Porque para que funcionen artefactos como Civio es imprescindible que exista transparencia y el Estado español, en nuestro caso, no se caracteriza por ello. Eso es un muro.

R. Es un muro, efectivamente. Aquí voy a citar la tesis de Félix Guattari cuando dice que la democracia no solamente son instituciones sino también ámbitos subjetivos; es decir cómo somos los individuos; cómo somos las personas. Porque cómo podríamos tener libertad de expresión si todos nosotros fuésemos intolerantes. Hace falta un marco subjetivo de las personas para construir democracia. ¿Qué nos ocurre a nosotros? Pues que vivimos en un país con una tradición verdaderamente espantosa con lo que respecta al concepto de diálogo. Venimos de 40 años de franquismo pero durante siglos sufrimos la Inquisición. Somos un país en el que, cuando surge la Reforma en Europa, inventamos la Contrarreforma. Así que, desde luego, no nos caracterizamos con aquellas tesis que John Locke escribió en su Carta de la Tolerancia. Este añadido cultural que tenemos es contra el que tenemos que luchar y las administraciones públicas -salvo excepciones- no se caracterizan en absoluto por un pensamiento que les identifique a ellas mismas con los ciudadanos. En vez de eso, el poder siempre ha pensado que lo que estaba fuera, el resto, es algo así como el servicio del hogar. Y desde esa posición subjetiva no se puede construir democracia, se construye más bien servilismo o clientelismo. El día en que por fin todos los ciudadanos nos demos cuenta de que esto es una labor común y de que ellos, los poderosos, los que ostentan el poder, están a nuestro servicio y no nosotros al suyo, podremos empezar a construir verdadera democracia.

Vivimos en un país con una tradición verdaderamente espantosa con lo que respecta al concepto de diálogo

Pero nos enfrentamos al verdadero problema cuando vemos que cuando unos nuevos llegan al poder cometen los mismos errores que han cometido los anteriores. El problema, por tanto, es de educación, ese el verdadero problema de este país. Un problema de educación en la democracia, de educación para y hacia la democracia, de educación en valores humanísticos, de justicia, respeto e igualdad. Y si bien nosotros tenemos muchos valores maravillosos como pueblo, la práctica del ejercicio democrático es algo de lo que tradicionalmente hemos carecido bastante.

P. Entonces el ciberactivismo y la micropolítica lo van a tener mucho más complicado en un país como España, sin tradición democrática y sin educación en la misma.

R. Pues yo creo que ya se está haciendo. Precisamente en España es donde el ciberactivismo está siendo más importante. El ciberactivismo lo defino como “acciones concretas de los ciudadanos fuera de los partidos y los cauces tradicionales”. Mecanismos que, por otro lado, ya fueron descritos por Moisey Ostrogorsky en 1912. Ese politólogo nos dice que los partidos políticos son sistemas teológicos donde o estás dentro o estás fuera. Y si estás fuera, te conviertes en un hereje. Si estás en el PP tienes que estar en contra del derecho al aborto y si estás en el PSOE tienes que estar a favor. Son blancos y negros. Y Ostrogorsky, ya a principios del siglo XX, también nos dice que el seguimiento de los ciudadanos hacia los partidos no es racional sino que es un hooliganismo nocivo y lascivo. ¿Cómo cambiar eso? Ostrogorsky nos dice que el problema que tiene la democracia es su propia solución para arreglar problemas concretos por medio de los partidos políticos. Se ha visto que los partidos lo que hacen es desmembrar la realidad sin ir a las cuestiones concretas. En cambio, Ostrogorsky nos plantea que los ciudadanos nos unamos en función de los problemas concretos que nos afecten. Así logramos una mayor transversalidad. Vuelvo al caso de los antitaurinos. Los hay de extrema derecha y de extrema izquierda. Todos estos grupos de interés pueden independizarse de las ideologías para enfocarse en algo que les afecta concretamente. Eso va a ir formando comunidades de afectados y esas comunidades, para solucionar sus problemas, aprenden. Esa comunidad aprende en qué consiste su problema, aprende estrategias para resolverlo y se termina convirtiendo en una comunidad de conocimiento que comparte con otras lo que sabe. Y hoy lo hace a través de las nuevas tecnologías. Y por eso, encontramos que en Youtube hay un montón de vídeos sobre cómo arreglar una aspiradora, un lavaplatos o un coche. A los humanos nos encanta enseñar a los demás cómo resolver problemas. El humano, además de las tesis de Thomas Hobess sobre el contrato social, siempre se ha caracterizado por un espíritu de enseñanza al prójimo.

A los humanos nos encanta enseñar a los demás cómo resolver problemas

P. ¿Qué papel han jugado el ciberactivismo y la ciberpolítica en este ultimo año que ha sido muy efervescente para los partidos en España?

R. Solo ha servido como canal de comunicación. Pero no podemos confundir. Los grandes problemas a los que nos enfrentamos como sociedad del siglo XXI son de tipo global. Y no podemos resolver problemas globales con gobiernos locales. Temas ecológicos, de sanidad, vivienda o desigualdad y hambre a nivel mundial no se resuelven mediante gobiernos de tipo local. La nueva emergencia de partidos políticos no va a dar solución a estos problemas globales. Por otro lado, se sirven de una herramienta global como Internet única y exclusivamente como un canal de comunicación. Y desde ahí intentan parecer mucho más modernos porque son ciber cuando en realidad solo están usando estas tecnologías de la misma manera que antes usaban la televisión, los teléfonos o los envíos masivos de correos electrónicos.

Pero no existe el uso de las cibertecnologías para dos cuestiones que, a mi entender, son totalmente relevantes. La primera de ellas es la que te comentaba antes de la tensión que tenemos entre la democracia directa y la representativa. Con estas tecnologías, por ejemplo, todos los ciudadanos podríamos votar para tomar una determinada decisión. En ese caso, problema al que nos enfrentamos es el conocimiento -o falta de mismo- que tenemos de las cosas. Es decir, yo no puedo votar, o no podría votar o no debería votar -o al menos debería asesorarme antes de hacerlo- si hay quitar o no la uralita de las casas porque dicen que es nociva. Necesito conocimientos técnicos y científicos de los que no dispongo. Una solución sería nombrar representantes que voten por mí. Pero ahí nos encontramos con el problema de la honestidad del gobernante. ¿Cómo vamos a controlarle? Pues bien, ninguno de los dos problemas, ni el del conocimiento ni el del control de los representantes está siendo planteado siquiera por parte de estos nuevos partidos políticos. Es cierto que empiezan a tener alguna incidencia en el caso de su petición de más transparencia pero no sobre la honestidad del gobernante y el uso de estas nuevas herramientas de la información y la comunicación para construir modelos de tipo ético. Ninguno de los nuevos partidos ni siquiera se ha asomado al planteamiento de este problema.

Los partidos políticos lo que hacen es desmembrar la realidad sin ir a las cuestiones concretas

Y hay otra cuestión que ninguno de los partidos se imagina. Cuando nosotros construimos mundos, lo hacemos a través del lenguaje. De esta forma, manejamos dos grandes tipos: los lenguajes naturales, es decir, los que tú y yo estamos utilizando ahora mismo en esta entrevista; y los lenguajes formales, como puede ser, por ejemplo, los lenguajes de programación informática. John Searle lo que decía es que hay realidades del mundo que no dependen del lenguaje y realidades que sí dependen del lenguaje. Por ejemplo, una montaña estará nevada independientemente de si nosotros sabemos o no nombrar la montaña o la nieve. Pero una hipoteca es algo que hemos inventado mediante el lenguaje y si no existiera el lenguaje esa hipoteca no existiría. Hipotecas, servidumbres, usufructos... Son instituciones que creamos nosotros con lenguajes naturales. Pues bien, con este tipo de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, todos se multiplica y podemos crear mundos de lenguaje formal mediante la programación. ¿Cuáles son las instituciones electrónicas? ¿A los robots que ya circulan por la Red les tenemos que dotar de personalidad jurídica como ya hicimos en el siglo XII con las empresas o los romanos con las societas? ¿Tenemos que empezar a plantearnos determinados tipos de regulaciones en cuanto a la resolución de conflictos en los que los lenguajes formales sean los que funcionen? Porque no hemos de olvidar que los lenguajes formales nos afectan de manera directa. Cuando voy a más de 120 kilómetros por hora y un aparato con un radar usa un software que graba mi coche para multarme, usa un lenguaje formal. Los lenguajes formales los usamos como control de administración de las leyes y también como sistema de administración y gestión de los derechos de la vida cotidiana. Y hablo de los parquímetros, los abonos transporte o cualquier objeto que para adquirirlo se requiera de una interfaz que use un lenguaje formal. Todo eso son mundos construidos por el hombre.

El software que rige el Estado y que se usa para gobernarlo tiene que estar on line y tenemos que poder leerlo

Pues bien, nosotros deberíamos poder verificar que todos esos nuevos lenguajes están bien escritos. El conde de Romanones decía aquello de “haz tú la ley y déjame a mí el reglamento”. Pero ahora, el informático diría “haz tú la ley, haz tú el reglamento y déjame a mí la aplicación informática”. El caso es que ninguno de los nuevos partidos políticos ni siquiera se está asomando a esta problemática que nos afecta directamente como ciudadanos. ¿Está el parquímetro bien? ¿Cómo puedo verificar que no me está robando minutos? ¿Cómo puedo verificar que el radar no me está multando simplemente porque el Estado necesita más ingresos? Todo ese lenguaje formal afecta a nuestros derechos. Pero que quede claro que este no es un tema nuevo. Con la anterior tecnología prevalente, la escritura, las leyes se fijaban por escrito porque era una forma de solucionar conflictos. Más tarde se obligó a que se publicaran para que todos las conociésemos. Por tanto, si podemos leer las leyes y las encontramos publicadas, eso también tiene que ocurrir con el software que rige el Estado y que se usa para gobernarlo. Tiene que estar on line y tenemos que poder leerlo. No es excusa que no lo entendamos. Tampoco antes estaba alfabetizada toda la población. Pero nada de esto se lo están planteando los nuevos partidos porque solo usan Internet para prolongar lo que se ha hecho con la televisión, la radio o el papel antes.

P. Hablamos de transparencia total. Incluso del software. España es un país que se ha identificado a sí mismo con la picaresca, como podemos ver en la literatura. Esa picaresca es lo que hoy llamamos corrupción. Pero incluso en las altas esferas, esa picaresca del siglo XXI que estamos conociendo sigue siendo tan tradicional, cutre, poco sofisticada y nada sutil como la del siglo XVII. ¿Todavía no existe una cibercorrupción?

R. Estoy convencido de que la habrá. Lo que ya existe son sistemas de los que no podemos fiarnos porque no nos garantizan la realidad de las cosas. Por ejemplo con los sistemas de voto electrónico que pueden ser manipulados si no conocemos los códigos. Y si no los conocemos, cómo podemos verificar que funcionan y qué resultado se ha obtenido o no. Eso mismo ya ha ocurrido en Estados Unidos y si no te dan la opción de verificar, la corrupción está servida porque se pueden alterar todos los resultados.

Si seguir en manos de una caterva de gente que no tiene categoría, es bastante triste, más triste es que con la creatividad que tenemos en este país no tengamos corruptos brillantes

Con respecto a la corrupción habitual, creo que es verdaderamente pobre. ¿Cómo puede ser que Iñaki Urdangarin, después de lo que pasó con el caso Filesa no haya aprendido que ese sistema de corrupción no es válido porque te pillan? Ni siquiera él es listo en la delincuencia. En ese sentido, películas como El golpe son fascinantes porque demuestran que una inteligencia en esta materia es posible. Las estafas que puedes comprobar en cierta jurisprudencia te hacen quitarte el sombrero ante la brillantez e inteligencia de ese ardid maravilloso. Pero en nuestro caso, tenemos unos políticos tan mediocres que ni siquiera son hábiles en la corrupción. Y las tarjetas black de Miguel Blesa lo que nos demuestran es que estos señores son, además, catetos. Existiendo La Perla, ¿vas a comprar a Victoria Secret? ¡Usted no tiene categoría estética! (Ríe). No se iban a viajar a un paraíso perdido al fin del mundo. No. ¡Se iban a Vip's a comprar revistas! Estamos hablando de horteras. Y eso nos demuestra que no solo estamos en manos de gente poco preparada intelectualmente sino que encima tampoco es creativa. Y si seguir en manos de una caterva de gente que no tiene categoría, es bastante triste, más triste es que con la creatividad que tenemos en este país no tengamos corruptos brillantes.

P. Habría que pedir derechos de autor por algunos timos. El tema de los derechos de autor lo has tratado en profundidad. ¿Que ocurre en la Red?

R. Google es un maravilloso sistema de control de la autoría de los contenidos. Todos los profesores lo hacemos con los trabajas de nuestros alumnos. Cogemos un párrafo cualquiera, lo metemos en Google y siempre canta. Pero eso no quita que la muerte del autor ya esté muy anunciada desde hace tiempo. La anunció Umberto Eco en su libro Obra abierta. Él y otros pensadores nos cuentan que las obras ya no son algo que pertenezcan románticamente a un autor encerrado en una habitación de donde sale con creaciones originales. No. Dado que estamos en un mundo de relaciones, obtenemos de éstas la información para luego poder remezclarla y hacer cosas nuevas. Muchas veces se completan, además, con la perspectiva del espectador sin la cual no se puede completar determinadas obras. Umberto Eco coge una serie de textos del capítulo Las sirenas, del Ulises de James Joyce y entremezcla una serie de voces de un programa de radio. Lo que sale de ahí es una cacofonía sobre un texto de Joyce, fundamentado en el Ulises y sin ningún tipo de significado, porque son solo onomatopeyas. Por eso, la intervención por parte de espectador es absolutamente necesaria porque si no, no significa nada. Eso mismo ocurre con '4.33' de John Cage. En esa obra, el director de orquesta baja la batuta, el pianista se queda quieto frente al teclado y nadie hace nada durante cuatro minutos y 33 segundos. Llama la atención que se puede interpretar con todos los instrumentos que quieras porque, al final, nadie hace nada.

La trasparencia es un valor en lo público pero, por contra, la no transparencia, es más, la privacidad, es obligatoria en otros campos íntimos

La postura del autor debería estar sometida a una posición crítica, pero lo que encontramos es que la ley, en este aspecto, establece un concepto muy determinado de autor para, a partir de ahí, crear unos derechos de explotación y unos mercados de la propiedad intelectual. Y en ese sentido, vosotros los periodistas sois el mejor ejemplo de que el autor nunca es el titular de los derechos. Aunque vosotros sois los que más cantidad de horas y páginas de propiedad intelectual hacéis al día en los medios de comunicación social, ¿sois los titulares de vuestras obras? No, porque para trabajar en un medio de comunicación tenéis que cederlas porque en otro caso no trabajaríais. Esta entrevista, por ejemplo, la estamos haciendo entre dos. Existe tu autoría que es el guión por el cual me vas deslizando con tus preguntas. Pero esa autoría la vas a tener que ceder a favor del espacio de publicación. Pero también existe mi autoría que, desde el momento en que te hablo y construyo contigo este texto, también se la estoy regalando a un determinado periódico. Por tanto, ni tú ni yo, al final, estamos recibiendo nada de esa autoría, que se la queda un determinado publicador que es el que está verdaderamente en el mercado. Y a través de esos mercados, van y vienen los dineros.

P. ¿Y esos mercados son transparentes?

R. En absoluto. Pero tampoco tienen necesidad de serlo. A nadie le importa lo que yo pueda ganar o no como abogado. Esa es mi historia personal. La trasparencia es un valor en lo público pero, por contra, la no transparencia, es más, la privacidad, es obligatoria en otros campos íntimos. Los adolescentes, los niños o las relaciones de pareja tienen que estar vetadas a la luz pública, porque son los únicos entornos en el que las personas desarrollamos plenamente nuestras capacidades y potencialidades. Pero los humanos operamos en el ámbito de lo privado, en el de lo público pero también en el de lo público-privado: ese es el mundo del mercado, de la plaza. Por ejemplo, estamos en este bar que es un lugar público pero manteniendo una conversación privada. Todo el mundo puede escucharnos e incluso se pueden sentar a hacerlo, pero que no nos interrumpan porque estamos estableciendo un determinado tipo de diálogo solos tú y yo.

P. Pero también es cierto que somos una sociedad mucho más exhibicionista que antes.

R. Absolutamente, La sociedad del espectáculo de Guy Debord está muy presente. También lo ha tratado el coreano Byung-Chul Han, que destaca que este exhibicionismo es impúdico en muchísimas cuestiones. Se vende la privacidad de las personas, los medios de comunicación viven del cotilleo y de meterse en las casas ajenas.

P. Y ya no solo los medios de comunicación. La gente lo hace a través de las redes; exhibimos nuestra vida, nuestra intimidad la hemos cedido.

R. Sí, se la hemos cedido a Facebook, por ejemplo. Efectivamente, es alucinante cómo hay una impudicia colectiva en este tipo de cosas que más que manifestación de una inteligencia colectiva, lo es de una imbecilidad colectiva. Este fenómeno nos está dando una dimensión muy interesante de lo que es el hombre. Estamos colectivizando muchísimas cosas: hemos atacado la propiedad intelectual ajena y la hemos hecho de todos; y al mismo tiempo hemos cedido nuestra propia privacidad y hay quien no tiene inconveniente en publicar cuestiones privadas. Eso tiene problemas añadidos muy graves y nos tendrá que hacer reflexionar sobre lo que estamos haciendo con este tipo de herramientas.

P. ¿El ciberactivismo reflexiona sobre esto?

R. El ciberactivismo no tanto... Los pensadores sí. Hay autores que están escribiendo mucho sobre esto.

P. Pero yo creo que en las redes sociales sí se mueven campañas para informar y concienciar e incluso actuar en contra del control de datos de los usuarios que estas plataformas hacen.

R. Es cierto, en ese sentido tenemos una acción que es absolutamente ejemplar de un abogado austriaco que se llama Max Schrems. Este letrado tiene una web que se llama Europe Vs Facebook en la que está haciendo lo mismo que aquello que en 2003 hicimos en la demanda contra el canon. Es una acción micropolítica exactamente igual. Todo comenzó cuando Max Schrems fue a Estados Unidos a pasar una estancia y, al regresar a Austria, vio que los datos que le damos a Facebook Irlanda (que es la que contratamos desde Europa) los estaba traspasando a Facebook Estados Unidos. En ese momento, además, Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA empieza a hablar a través de The Guardian y The Washington Post, denunciando que Facebook y el resto de redes sociales están dándole los datos a la NSA, la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense. En ese momento, Schrems inicia acciones legales contra Facebook Irlanda exigiéndole que no cediese sus datos a la matriz estadounidense porque le se los cedía a la NSA. Para ello, interpone una acción que deja abierta para que todo el mundo se pueda adherir -hizo lo mismo que nosotros con el canon-. Permitió que todo el mundo que quisiese descargase su alegación y fuese personalmente al juzgado con ellas para presentarla. Ahí están los dos componentes de una acción micropolítica: el conocimiento y la comunidad de aprendizaje, voy aprendiendo a través de lo que voy haciendo; junto a una propuesta de procedimiento para que todo el mundo haga lo mismo que estoy haciendo yo.

Hemos atacado la propiedad intelectual ajena y la hemos hecho de todos; y al mismo tiempo hemos cedido nuestra propia privacidad

De esta forma, llegó un momento en el que un tribunal irlandés pidió a Facebook que prohibiese esa transmisión de datos a Estados Unidos. El caso llegó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea que se preguntó si es lícito, conforme a la legislación europea esa transmisión de datos a sabiendas que Facebook va a pasarlos a la NSA. Estamos pendientes de ver cuál es la resolución, pero vemos una acción ciberactivista de absoluta protección de nuestra privacidad. Ese es el ciberactivismo de acción micropolítica para resolver problemas concretos, a través de una información pública, que comparto para que todo el mundo la pueda repetir.

En España, últimamente, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca lo ha hecho de otra forma, informando sobre cómo hacer escraches; la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C también o la Plataforma contra Eurovegas. Pero nosotros, con la demanda contra el canon fuimos los primeros en idear este tipo de cosas. Y dado que todo el mundo está avanzando en este conocimiento libre, clonable y transformable, ahora,lo que me planteo es si eso es una propiedad emergente de la Red, de la propia arquitectura de Internet. Es decir, si a través de lenguajes formales estamos creando ese nuevo tipo de modelo para hacer política. Pero tengo que reflexionar sobre eso.

P. ¿Hacia dónde crees que avanza?

R. Sospecho que puede evolucionar hacia una mayor racionalización de este tipo de acciones. Y este libro es un intento en esa dirección. Para llegar a plantear este tipo de acciones hemos tenido que dar muchas vueltas porque no teníamos el modelo conceptual. Este libro trata de aportarlo a partir de una plantilla modelo donde, por ejemplo, le recordamos al ciberactivista que siempre ha de tener cuidado con los datos, que ha de poner quién es, habilitar una página con las preguntas más frecuentes, habilitar un espacio con el material documental y hacer una propuesta de procedimiento. Y para llegar a esa síntesis solo he tardado unos diez años.

P. Y así nace este libro.

R. A partir de 2010, cuando se gana el caso del canon en Europa, me llevé la experiencia al campo académico en un trabajo de fin de máster de Filosofía. Ese trabajo, de hecho, se incluye en la primera parte del libro. Pero he seguido en el tema, reflexionando y he incluido parte de las ideas que están en mi tesis doctoral de Filosofía. Además, estuve dando talleres y vi la eficacia del sistema. Eso me lleva a pensar que quizás no se tienda a una profesionalización del método pero sí a una mayor conceptualización del sistema. Y, al menos, a dejarnos claro que cosas como Change.org nos vale como medio de comunicación pero no como herramienta para cambiar el mundo. Porque es cierto que firmando y firmando y firmando más peticiones, logramos ocupar el espacio mediático. ¿Y a partir de ahí, qué? El mundo no se cambia en el espacio mediático, ese solo sirve para lo que sirve: concienciar. Pero cuando la Plataforma de Afectados por la Hipoteca llega a los periódicos, por ejemplo, llevaba muchos años trabajando, ya había parado muchos desahucios y ya había hecho lo más importante, algo que no te permite la Red: cuidar a las personas. Estas acciones micropolíticas no se entienden de otra forma. Hay que hacerlas en dos ámbitos, siempre con la Red como sistema de comunicación pero siempre yendo a los cuerpos de las personas, siempre al cuidado de la gente, alegando a su humanidad y a su personalidad. Por eso, cuando Max Schrems nos alerta sobre el riesgo de nuestra privacidad en Internet, tú te tienes que descargar esa demanda y tú tienes que irte personalmente a un juzgado con ella. En ese sentido, el ciberactivismo es un activismo onmicomprensivo. No se produce solo en Internet sino que es un agregado más al activismo de siempre, que es el activismo físico, el de las personas.

El ciberactivismo no se produce solo en Internet sino que es un agregado más al activismo de siempre, que es el activismo físico, el de las personas

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