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Ilu Ros: “A Federico García Lorca lo mataron porque era libre”

Entrevista N&B a la ilustradora, Ilu Ros

Juan Velasco

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A la ilustradora y dibujante Ilu Ros (Murcia, 1985) la bautizaron Resurrección. Aunque no levantaba un palmo del suelo cuando en su familia la rebautizaron como Ilu. Un presagio, vaya. Aquel nombre improvisado todavía le acompaña y es el que aparece en la cubierta de sus libros. La anécdota surge hacia el final de una charla y la cuenta con el mismo brío con el que, minutos antes, narraba algunas de sus historias familiares y personales: con un lenguaje coloquial y directo.

El trazo de sus dibujos, sin embargo, es más figurativo. A veces roza la abstracción. Como si su cabeza usara dos canales distintos y comunicantes: uno para narrar las cosas con una cierta frialdad y otro para dibujar las cosas con un lenguaje pictórico en constante expansión. Pero siempre, al menos hasta ahora, desde el pellizquito en el estómago.

Así es como Ilu Ros ha colocado dos de los libros gráficos de los últimos años: Cosas nuestras (Lumen, 2020), seleccionado para representar la sección española de la Bienal de Ilustración de Bratislava 2021; y Federico (Lumen, 2021), que acaba de publicar y que constituye un brillante viaje visual por la vida y obra de Federico García Lorca, quien ya aparecía brevemente en el primer título.

Dos novelas gráficas aclamadas que la han traído a Córdoba en las últimas semanas. Era su primera vez, y reconocía, no sin cierto desánimo, su pesar por el poco tiempo del que iba a disponer para visitar la ciudad. Y parte de la culpa de ello la tuvo la tourneé de entrevistas a la que se sometió la autora, como la que sigue a continuación.

PREGUNTA. Te acabo de preguntar si de lo lorquiano se sale, y ya sabemos que no. Ahora te pregunto cómo se entra, o, en este caso, cómo entraste tú.

RESPUESTA. Supongo que el primer contacto que tuve con Federico García Lorca fue en el teatro. Mis padres me llevaban al teatro cuando era niña, adolescente y tal, y sí que recuerdo haber visto La casa de Bernarda Alba o Yerma. Luego yo estuve estudiando Bellas Artes en Granada, cinco años. Así que ahí ya entré de lleno en Federico García Lorca. Y, bueno, la verdad es que, aunque siempre me ha gustado mucho, solo conocía el teatro y algo de la poesía. 

P. Entonces…

R. Al final fue casi más una sugerencia de mi editora. Yo saqué Cosas nuestras el año pasado, y estuvimos hablando de los autores que nos gustaban, de los libros y todo eso, y hablando de ello, fue ella quien me dijo: “Yo creo que Federico García Lorca es un personaje del que tú podrías hacer una biografía”. 

P. Pero seguro que hubo un algo que te hizo click y dijiste: Ahora lo veo. ¿Qué fue ese click para ti?

R. Bueno, es verdad que tras la sugerencia de mi editora sentí muchísimo vértigo. Porque pensé: Menudo panorama. Lorca es muy importante para la historia de la cultura y para la propia historia de España. Y eso me dio bastante vértigo. Pero es que no podía decir que no. Además de que me gustaba mucho, para una ilustradora, dibujar el universo lorquiano es un regalito. Así que le dije que me lo pensaría. Pero entonces, me puse a leer parte de su biografía y su obra, y es lo que has dicho antes: una vez entras ya no puedes salir. 

P. Decías que dibujar a Lorca era un regalo, pero envenenadillo. Menuda responsabilidad, ¿no?

R. Hombre sí, claro. Yo sentía muchísimo peso sobre mi espalda. Pensaba todo el rato: a ver dónde te vas a meter. Hablamos de alguien de quién se ha estudiado mucho, se ha escrito mucho, hay muchísimos académicos que han abordado su figura y su vida. Y yo era una aficionada. Así que, ante esta tesitura, decidí tomármelo un poco desde mi punto de vista y plantear la biografía desde la admiración de una dibujante.

Hablar de Lorca es hablar de la mujer de su tiempo

P. ¿Y qué aporta una dibujanta a esto? Te lo digo porque, de entrada, lo que veo es precisamente una mirada nueva.

R. Bueno, pues mira, me gusta mucho que me digas eso. En realidad, en la fase de documentación decidí dejarme llevar por la persona que era y por todo lo que iba leyendo y escuchando de él. Y llegué a la conclusión de que Federico García Lorca era alguien muy sociable, al que le gustaba mucho estar muy cerca de los demás -yo creo que no le gustaba mucho estar sólo-. Y luego todo eso se ve en su teatro, en toda su obra y en su vida: se rodeó todo el tiempo de muchísima gente muy interesante. Y en su familia, que tenía una familia muy grande y muy interesante. Me pareció bonito que, al final, en el libro contaran quién era Federico García Lorca los que realmente lo conocieron y lo quisieron, ya que fueron tan importantes para él, y él para todos ellos. Y yo creo que esta perspectiva le da un tono como más humano, más cercano. 

P. Y luego está el choque que provoca ver los dibujos, de verlo en un género, el de la ilustración o la novela gráfica, que hace que te acerques a la biografía con unos ojos un poco más aniñados.

R. Sí, claro. Yo es que soy ilustradora y dibujante, por lo que no podía evitar pensar este libro en imágenes. Eso me daba la posibilidad de expresar la historia desde diferentes puntos de vista. En el libro hay bastante texto. Hay páginas que están completas de texto, con una ilustración y otras que se cuentan más al modo de un cómic, con unos personajes que se van moviendo por la página. Al final, eso te da una facilidad para expresar diferentes puntos de vista y emociones acorde al momento que estás describiendo. 

P. De hecho, utilizas distintos tonos a lo largo de la novela. Claro, favorecido por el arco dramático que te da la propia vida de Lorca. Por eso la última parte, la guerra, la cuentas en blanco y negro, como si fuera el Nodo.

R. Sí. El libro tiene una paleta de color que empieza con mucho ocre y mucho amarillo, por su época en Fuentevaqueros y Asquerosa. Él estaba en un ambiente agrícola, rodeado de jornaleros y de mujeres, de las criadas. Luego coge bastante color cuando se va a Madrid, donde conoce a Buñuel, a Dalí, a Maruja Mallo, a toda esta gente que era vanguardia absoluta. Era un época muy vivaz, en la que él también descubre que realmente va muy en serio con su poesía y su teatro. Y sí, el libro pierde color en la parte del crecimiento del fascismo y cuando pone un pie en Granada, que fue su sentencia de muerte. Ya le quedaba un mes de vida, porque se lo iban a cargar.

P. ¿Te ha pesado la complejidad de esquivar tópicos a la hora de contar una vida tan contada?

R. Más que pesarme, me preocupaba el hecho de que, de Federico García Lorca, incluso personas que no lo han leído, personas que no se han acercado a su obra, saben cómo murió, saben que murió asesinado. Entonces, no quería que la muerte de Lorca empapase el libro entero. Porque yo lo que quería era contar era quién era realmente esa persona y lo que ha significado tanto para los que lo rodearon como para el mundo, después. Entonces, creo que una de las mejores decisiones que tomé fue empezar con la muerte. Porque eso quitaba el peso y daba cabida a hablar más de la persona. 

Para una ilustradora, dibujar el universo lorquiano es un regalito

P. E iluminarla.

R. Sí. Darle una vida. Había una cosa muy bonita que decía Jorge Guillem: “Cuando se estaba con Lorca, no hacía ni frío ni calor, hacía Federico”. Y creo que es algo que he percibido en los testimonios de las personas que lo conocieron. Se repetía mucho. La idea de que cuando él estaba en una habitación, todo el mundo lo escuchaba a él, como que iluminaba, como que allá donde iba llamaba mucho la atención. Y es que eso sigue pasando hoy en día, cuando te metes en una obra de Federico, cuando te lees una obra como Poeta en Nueva York, es como que te aborda entero. Y eso me gustaba, y quería que en el libro estuviera muy presente precisamente lo que provocaba su propia presencia. 

P. Es curioso, porque hace poco vimos el espectáculo de Noche sin luna, y es bonito que la primera decisión ética y estética sea dibujar una luna la noche de su muerte, que se supone que no la hubo.

R. Tengo entradas para ver la obra, aún no la he visto. Me parece que eso lo descubrió Ian Gibson, a quien hay que hacerle un monumento por todo lo que ha descubierto. Pues es que me dio muchísima rabia cuando me enteré de eso de que no había luna la noche en que murió. Por la importancia que ha tenido la luna a lo largo de su obra. La luna tiene un carácter en su obra casi a modo de presagio, de aviso de que viene una tragedia. En Bodas de sangre cuando aparece la luna es cuando se van a matar a navajazos. Así que quise dibujarla por eso, porque lo acompañase y como presagio de lo que iba a pasar. 

P. ¿Y cómo es Lorca como monigote animado? Tenía una buena cabeza, que casi daba juego para la comedia.

R. Sí. No sé, yo el dibujo, al final el estilo gráfico de un dibujante se gana con el tiempo, con los años. En mi caso, me he ido dejando llevar, aunque tenía claro que quería dibujar una biografía de Lorca en la que siguiera su iconografía y su universo. Pero, no sé, los personajes siguen siendo como yo los dibujo, con su tendencia hacia el feísmo. No intento hacerlos ni guapos ni tampoco realistas. Hago un dibujo muy figurativo y me da igual que se deformen los personajes, mientras tengan bastante carácter. 

P. Los propios dibujos de Lorca son muy figurativos. No sé si llegaron a inspirar también la obra.

R. Sí, claro. Me encantan los dibujos de Lorca, porque son muy frescos y muy bonitos. Y sí, hay dibujos que están muy inspirados en ellos. Además esto fue un descubrimiento. Supongo que había visto algunos dibujos de él pero nunca había sido consciente de que eran suyos. 

A Ian Gibson habría que hacerle un monumento

P. Sí, a mí me ocurría igual. 

R. Claro, hay algunos que son más conocidos. Por ejemplo, la portada del Romancero gitano es muy conocida pero no sabía que era de él.

P. ¿Qué te costó más, imaginar todo el universo y trasladarlo al papel o la parte de documentación?

R. La de documentación. Pero sobre todo por la presión que me ponía yo misma. Por el miedo a hacerlo mal y a quedarme corta, empecé a documentarme muchísimo y acabé pecando de eso. Porque, claro, ya llevaba meses leyendo y tenía que cortar y ponerme a escribir y a crear la estructura. Y me costó mucho luego seleccionar, porque me había ido tanto, que me costó muchísimo recoger carrete. Pero bueno, al final, incluso las cosas que he dejado fuera, solo por saberlas, hacen que el discurso tenga mucho más peso.

P. ¿Y hay algo de Lorca que hayas descubierto en este camino que te haya volado la cabeza?

R. He descubierto muchas cosas. Porque, a lo mejor, pensamos que sabemos mucho de él, o yo por lo menos pensaba que sabía mucho de él, pero luego te das cuenta de que sabes cuatro cosas. Que si con Dalí, que si fue a Nueva York, que si murió… Al final, lo típico. A mí me ha gustado mucho descubrir al Lorca niño y ver cómo se movía y cómo se relacionaba con los demás. Y sobre todo ver que todas las personas que rodearon al Lorca niño aparecieron luego en su teatro. Te hablo de Frasquita Alba, que luego fue Bernarda Alba, o las criadas, o sus primas, que luego inspiraron a Doña Rosita la soltera. Claro, ahí te das cuenta de que era un niño muy observador y que se quedaba con todo. Era el típico niño que no puedes hablar nada delante de él. Y eso me hacía mucha gracia.

P. Además, con el añadido de que es una figura que no pasa nunca de moda. En estos tiempos, no sé si es buen momento para hablar de Lorca. Yo considero que sí, que lo es.

R. Sí, sí, yo también.

Es inevitable establecer un paralelismo entre el momento que vivió Lorca y el presente

P. Hablemos de él, pues.

R. Hombre, yo cuando estaba escribiendo este libro, que ha sido durante todo el año pasado, de pandemia y tal, a mí me ha pasado. Y, aunque no lo he dicho explícitamente en el libro, me parece que es inevitable establecer un paralelismo entre el momento que vivió García Lorca y el presente. Eso no quiere decir que sea lo mismo -además, yo espero que no sea lo mismo y que no acabe en lo mismo-, pero sí que existe cierto paralelismo en este clima de polarización, de gente muy enfadada… Bueno, de que hay un auge del fascismo y de una serie de discursos que, si no tenían cabida en los años 20 o 30 del siglo pasado, muchísimo menos ahora, en el siglo XXI. Creo que está claro, y creo que Federico García Lorca hubiera pensado lo mismo que pensó entonces. 

P. Además, yo al leer el libro, he llegado a la conclusión de que él estaba en una postura similar a la que está gran parte de la sociedad española, que es la de tener una ideología clara, pero despolitizada o, por lo menos, apartidista.

R. Sí, hay un compromiso político y social muy fuerte en Lorca. Y yo sí que creo que era político, porque tenía unas ideas muy fuertes en torno a la libertad, la igualdad o la protección de los más vulnerables. Pero sí es cierto que no estaba metido en un partido político. Y no es que no se lo ofrecieran: Alberti y María Teresa León estaban en el Partido Comunista y Fernando de los Ríos en el Partido Socialista. Pero él se consideraba poeta, se consideraba libre, se consideraba más bien un artista y, por tanto, no quería meterse en un partido político. Pero tenía un compromiso con su ideología y con las cosas que él pensaba que eran las correctas.

P. Y, de hecho, le costó la vida.

R. Sorprendentemente. Él tendría miedo, evidentemente, y por eso se fue a Granada. Por algún motivo él se sentía más protegido allí, por lo que veía que se estaba fraguando. Pero bueno, yo he escuchado a Luis Rosales y a personas que vivieron aquel momento, cuando a Federico García Lorca lo esconden en la casa de Luis Rosales, y se le esconde para protegerlo porque estaba recibiendo ciertas amenazas. Habían llegado varias veces a asustarlo a la Huerta de San Vicente, pero, bajo ningún concepto, pensaron que iban a llegar a matarlo. Porque no había razón para matar a nadie, pero Federico García Lorca no estaba ni en un partido político ni era una figura destacada dentro de la política. Yo creo que eso fue un acto de crueldad, de la parte más rastrera y cavernícola del ser humano.

P. Claro, a menudo trasciende la idea de que lo mataron “por maricón” y también por rencillas familiares. 

R. Sí, por lo que sea: Por maricón, por poeta… a Federico lo mataron porque era libre. Por la libertad. Porque hay ciertas personas a las que les da rabia que otras personas sean libres y digan lo que realmente piensan.

Libertad es una palabra que deberíamos respetar bastante y se está utilizando con mucho descaro

P. Ahora se habla mucho de libertad, de hecho.

R. Y creo que de una manera un poco errónea. Libertad es una palabra que deberíamos respetar bastante y se está utilizando con mucho descaro. 

P. ¿Qué has descubierto de ti misma en el proceso de este libro?

R. Bueno, no sé. Es que ha sido un año tan raro que no sé si lo que haya descubierto es producto de una cosa u otra. Ha sido un año de inmersión en un proceso bastante profundo. Porque, al final, el libro se convirtió en algo bastante importante en mi vida. Todo llegó a girar en torno al libro, que iba a tener 180 páginas y tiene 362. Yo hubo un momento en que necesité más espacio porque noté que se quedaba corto, encorsetado. Y, si hago un libro de Federico García Lorca, no quiero sentirlo encorsetado. Así que, en lo personal, creo que soy una persona bastante desordenada e impaciente, y ser ilustradora y hacer este tipo de libros que requieren mucha paciencia y mantener el foco, pues me ha permitido encontrar una constancia. Es algo que me ha costado mucho y algo que estoy aprendiendo bastante, últimamente. 

P. ¿Qué hilo une a Federico con Cosas nuestras?

R. Bueno, Federico García Lorca aparece justo al principio de Cosas nuestras. Mi abuela nació en 1930, que es el año en que Lorca estaba recopilando una serie de canciones populares que luego grabó con La Argentinita. Así que mi abuela fue contemporánea con Federico García Lorca. Pero, bueno, en general, siempre he sentido cierta inquietud por saber qué ocurrió en el pasado. Porque bueno, somos un producto de todo lo que nos ha pasado anteriormente. Y comprender todo eso nos permite ver por qué somos así y nos puede hacer también intentar cambiar el futuro. Todo eso me interesa y me motiva. Y me gusta que me cuenten historias y, sobre todo, me gusta que me cuenten historias personas que han vivido tiempos muy lejanos a los nuestros. 

P. También está toda la cuestión del folclore, que es una parte esencial en ambos libros, ¿no?

R. Sí. Las raíces. No me interesan las raíces desde un punto de vista nacionalista o de banderas, eso me la sopla bastante, sino más bien de dónde vienes. Yo vengo de la casa de mis padres y el entorno familiar de mi abuela, una mujer que vivió en el campo, que luego emigró a Francia, pues todo eso te hace ser quién eres. Creo que ahí es donde está lo que somos. Tanto lo bueno como lo malo, incluso los miedos que uno tiene.

No me interesan las raíces desde un punto de vista nacionalista o de banderas

P. Y las canciones que nos han cantado de chicos.

R. Claro. A ver, yo no soy una persona que escucha copla en su casa, pero en Cosas nuestras sí me sirvió para notar que me sabía muchas canciones de copla, y que me las sabía porque mi abuela me las cantaba cuando era niña. Y ahora, cuando las escucho, siento esa nostalgia. Ahí fue cuando empecé a investigar, y te das cuenta realmente de que había ahí unas figuras, en la copla y en los autores de esas canciones, que eran bastante transgresores. Los copleros contaban cosas que, en medio de una dictadura, no eran fáciles de contar. 

P. Además creo que nuestra generación ha tenido un periodo demasiado largo de mirar con desdén al flamenco y la copla, impulsados por una idea de modernización y globalización que nos conducía a otras músicas,

R. Y de querer el cambio y romper con lo anterior. Sí, porque lo hemos relacionado con esa España tan enclaustrada y tan sombría. Y porque la copla y el flamenco se utilizó como propaganda del franquismo. Muy injustamente, porque el arte no tiene nada que ver con eso. Y creo que ha habido un rechazo, una huida hacia adelante, en plan: “Dame una Coca-Cola”. 

P. El otro día planteaba un compañero en una columna sus dudas sobre si era más moderno ir a un festival Indie o a una romería. 

R. Sí, yo creo que ahora por fin nos estamos dando cuenta. Y están saliendo muchas figuras que yo creo que le dan una vuelta a esa idea. Artistas como C.Tangana están haciendo un trabajo muy bueno de mirarnos, reírnos de lo que somos y sacar todo lo bueno. 

P. En el fondo, ya que hablábamos de banderas, no hay bandera española más importante en el mundo que el flamenco.

R. Claro, y eso me parece precioso, que lo que representa a España en el mundo sea el arte. Aunque, claro, tampoco saben muy bien y se piensan que vamos todas vestidas de sevillanas por la vida (risas). En Londres siempre me decían: ¿Sabes bailar? Pues no, no sé. A ver si te crees que en mi casa estamos todo el día cantando (Más risas)

Me parece precioso que lo que representa a España en el mundo sea el arte

P. En Cosas nuestras trazas un diálogo intergeneracional con los mayores, y además en un momento como el actual.

R. Sí, y además el libro salió un mes antes de que empezase la pandemia. La verdad es que fue un momentazo, porque cerraron las librerías y… Bueno, la verdad es que todo eso me removió un poco. Acababa de hacer un libro que iba sobre trazar un diálogo con los mayores y de repente pasó todo esto y se veían a estos mayores solos en las residencias. No sé, me tocó bastante la fibra.

P. No sé cómo ves ahora aquel primer estado de alarma, que además tú inmortalizaste en algunos dibujos.

R. Sí.

P. No sé cómo lo ves ahora, si el escepticismo ha acabado ensombreciendo aquellos momentos en los que nos creímos que podíamos cambiar el mundo.

R. Hombre, por supuesto. Yo creo que a los españoles el subidón de la unidad nos dura muy poco siempre. Ese momento de borrachera y todos somos amigos dura poco; al día siguiente todo vuelve a ser una mierda.

P. Y ya no te cojo el teléfono ni te contesto a los whatsapps.

R. Sí, yo creo que ahí nos vinimos un poco arriba. Fue muy bonito todo aquello de los aplausos, pero es que al momento empezaron a sacar la cacerola. 

P. Y luego todo esto de lo que hablábamos: industrialización, ecologismo, servicios públicos…

R. Jajaja. Yo no me lo creí mucho, la verdad. Pero si llevábamos 32 horas encerrados y estaba la gente espídica en su casa. Estaban vigoréxicos. O sea, ¿qué haces haciendo ejercicio si no lo has hecho en tu puta vida? Que llevas 32 horas. Tu peor resaca te tiene más días en tu casa y no pasa nada (Risas).

A los españoles el subidón de la unidad nos dura muy poco siempre

P. Bueno, claro, es que la pandemia iba por barrios. A ti te toco en Madrid.

R. Sí. Llevaba cuatro meses ya. Y bueno, bien. Verás, es que yo ya había estado ocho años en Londres, y necesitaba un poco volver.

P. De hecho, en Cosas nuestras también hablas de eso, de la diferencia entre cómo emigró tu abuela y cómo emigraste tú.

R. Sí, la verdad es que yo Cosas nuestras lo hice entero en Londres. Cuando me vine a España ya estaba el libro acabado. Pero en el proceso de elaboración del libro no lo pensé conscientemente. Luego sí me di cuenta: supongo que algo habrá tenido que ver el hecho de que yo fuera emigrante y mi familia también lo fuera. Ellos lo fueron en Francia y yo en Inglaterra. Y también me sirvió para mirar mis raíces desde fuera. Yo creo que cuando te alejas un poco, estas cosas que siempre has dicho “bah que viejuno”, lo echas de menos y dices: yo pertenezco a este lugar. 

P. Ahora, de hecho, se ha planteado un debate interesantísimo sobre esta cuestión a raíz del discurso que dio Ana Iris Simón, cuyo libro, Feria, tiene algunas cosas que conectan con Cosas nuestras. Sobre todo, en ambos sobrevuela una idea de nostalgia, aunque su posición es distinta. De hecho, en el discurso que dio ante el Gobierno hablaba directamente de envidiar las vida de sus padres.

R. Yo no sé realmente cuál es la cuestión, porque no he leído Feria. ¿Envidiar? Yo envidiar no, porque la infancia de nuestros padres fue mucho peor que la nuestra. Mi infancia fue megafeliz y la de mis padres fue en plena dictadura. Luego sí creo que, en los años 90, había cierta creencia de que íbamos para adelante, con una España en todo su esplendor y, sobre todo, creo yo, una sensación de cambio, de alegría, de que estaba avanzando el país. Ahora sí que somos más escépticos a esos cambios, tan bruscos. Envidia no. Yo creo que a cada uno le toca el momento que le toca y ya está. Aunque también te digo que con nuestra generación se están pasando un poco (risas). Yo por ejemplo he tenido que emigrar porque no encontraba trabajo y estaba un poco desesperada en España. Y la verdad es que me ha servido para muchas cosas.

P. De hecho muchas veces se habla de fuga de cerebros o fuga de talentos, y no llegó a ser del todo así: una buena parte de quienes se iban eran camareros allí y han vuelto y son camareros, que es una profesión muy digna, por otra parte.

R. Sí. Totalmente. A ver, nuestra emigración es totalmente distinta a la de nuestros padres y abuelos, aunque habrá gente que sí y gente que no.

P. Sí, pero siempre he tenido la impresión de que era una emigración de billete de ida y vuelta.

R. Yo en mi caso me fui con una mano delante y otra detrás. Tenía mil pavos y, si me los gastaba me tenía que volver. Sí que es verdad que yo tenía la seguridad de que no me iba a quedar tirada. Es decir, si me pasaba algo, mis padres me compraban un billete y me volvía y me metía en casa de mis padres, que por otra parte era lo que yo no quería hacer. Yo tenía 26 años, había estado en un piso, había estado estudiando y luego trabajando, y no quería volver ahí. Pero siempre estaba la posibilidad de volver. Hay otra emigración, que es la de muchas personas que están llegando a nuestro país, que seguramente no tengan nada allí. Nosotros desde ese punto de vista somos unos privilegiados.

No había razón para matar a nadie, pero Federico García Lorca es que no estaba ni en un partido político

P. Yo lo planteo siempre como que muchos jóvenes pasaron del Erasmus al año currando en Londres. Y que hay una buena parte que ha vivido esto como una experiencia vital más que como un drama.

R. Hombre, es un drama porque a lo menor no lo has elegido. Yo no elegí irme así y creo que me arrastró la inercia. Pero evidentemente hay historias mucho más dramáticas. 

P. ¿Y ahora cómo vas? ¿Puedes vivir de la ilustración o tienes que compaginarlo?

R. Por ahora me estoy dedicando a la ilustración. Los ocho años que he estado en Londres he estado dibujando y abriéndome camino en la ilustración, pero siempre he estado compaginándolo con un trabajo en la hostelería para pagar las facturas. Desde que estoy en España, entre ahorros que tenía y encargos que me han ido saliendo, más el año de pandemia, pues ya está. O sea, por ahora bien, pero no descarto tener que volver a hacer de currela como lo he hecho hasta ahora.

P. Por cierto, hay un libro que no he podido conseguir, que es el primero, Hey Sky, I'm on my Way: A Book About Influential Women, que además salió en inglés, ¿no?

R. Sí, es una editorial independiente de Nueva York. Fue el primero que saqué y es un libro sobre mujeres influyentes. 

P. Es curioso que, aunque en Federico hayas cambiado hacia un protagonista masculino, la voz predominante es la de las mujeres.

R. Bueno, es que yo creo que hablar de Federico García Lorca es hablar de la mujer de su tiempo. Las mujeres de Lorca son brutales y sus personajes femeninos tienen un peso tremendo. Esa Bernarda Alba, sus hijas, Yerma… Creo que Lorca reflejó muy bien a la mujer de su tiempo y, sobre todo a la mujer rural. Así que sí, hay mucha presencia de mujeres en su libro. 

Nuestra emigración es totalmente distinta a la de nuestros padres y abuelos

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