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Elvira Lindo: “Antes parecía raro que Manolito hablase de dinero, pero ahora...”

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Manuel J. Albert

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FOTOS: ANTONIO LÓPEZ / VIDEO: VICTOR MOLINO

Cuando entrevistas a quien ya ha sido recientemente entrevistado infinidad de veces es muy importante empezar bien. Quizás la clave sea, sobre todo, no caer nunca en la obviedad más pesada para el que responde. A la escritora y periodista de El País Elvira Lindo (Cádiz, 1962) se le escapa un poco el aire cuando escucha por enésima vez, y de entrada, la pregunta del millón que le han hecho otras tantas veces. ¿Por qué otra vez Manolito Gafotas? Sonríe ligeramente y responde con estoicismo. Era una pregunta obvia. Y era la primera. Error.

Pero las entrevistas que empiezan con el pie cambiado también se remontan. Y tanto el entrevistador como el entrevistado pueden llegar a recuperar el fino hilo de confianza que unirá toda la conversación. Elvira Lindo, que está en Córdoba invitada por Eutopía, lo tiende y lo recoge a la vez que el periodista. Así que, juntos, terminan usando a Manolito Gafotas y la publicación de su última aventura, Mejor Manolo (Seix Barral, 2012), como excusa para tejer una conversación acerca de los cambios de España en la última década, la educación, el ministro Wert, las becas Erasmus y las presentadoras de los telediarios.

Pero todo empieza con esa fatídica primera pregunta...

PREGUNTA. ¿Por qué ahora, 10 años después, vuelve Manolito?

RESPUESTA. Lo que ocurre con estas preguntas…

P. Perdóneme… [Risas]

R [Risas]…es que no solo tienes que responderlas muchas veces, sino que te vas inventando respuestas sobre la marcha y al final no sabes muy bien cuál es la verdad del asunto. Yo creo que sabía que iba a escribir otro libro en algún momento. También es verdad que cuando lo dejé, hace 10 años, yo tenía mucha necesidad de hacer otras cosas, de expresarme de otra manera, de contar otras historias. He vuelto cuando he tenido un tiempo libre y cuando, de alguna manera, tenía esa necesidad que te comentaba más satisfecha porque he escrito muchas cosas para el periódico, para el cine, otras novelas… Todo ese trabajo ha sido muy duro porque me costó, debido a esa especie de encasillamiento al que te someten cuando escribes sobre algún personaje. Y es algo que en España creo que ocurre casi siempre cuando repites algo dos o tres veces… Les ocurre a los actores, a los escritores, a todos. Pero yo tenía la necesidad de dejar a ese personaje e incluso, en un momento dado, tenía necesidad de dejar de escribir humor. Y no sé si me he permitido un lujo, pero desde luego me he abierto a hacer otras cosas. Y ahora, cuando he tenido un tiempo libre, en el que no quería abordar ningún proyecto concreto, me dije: no, voy a volver a este terreno conocido, familiar para mí, muy gratificante. Porque el humor es el engrudo de todas sus historias. De paso, voy a reencontrarme con un público que quería y que seguramente tendrá ya veintitantos años –que es por cierto quien mayoritariamente está comprando y leyendo este libro-. Así que la escritura ha sido muy satisfactoria porque es como si estuvieras en un sitio con un clima muy bueno, un lugar muy dulce, muy agradable. Y lo que ha sido sorprendente para mí es cómo está siendo la respuesta del público. Eso me ha resultado muy emocionante, aunque no digo sorprendente. Pero sí que pienso que mucha gente, cuando escribe, no va a tener la oportunidad de vivir esa respuesta.

La escritura de Mejor Manolo ha sido muy satisfactoria porque es como si estuvieras en un sitio con un clima muy bueno, un lugar muy dulce, muy agradable

P. Y después de esta primera pregunta sin ningún tipo de gracia ni humor… voy a usar a Manolito como hilo conductor durante un rato. Cuando dejó a Manolito en 2002, él vivía en un país que, en muchos aspectos, no parece tener nada que ver con el actual. Lo deja en lo que oficialmente era la cresta de la ola económica…

R. Sí, bueno….

P. Aunque por debajo no creo que…

R. Por resumir…

P. Una década después, estamos en una depresión económica importante. No he podido leer todavía el último libro, pero lo primero que pensé cuando se anunció la publicación fue, pobre Manolo, volver justo en este momento…

R. Vamos a ver, lo que ha ocurrido en estos 10 años, desde que escribí el último Manolito y antes, es que a mí me chocaba que a la gente le chocara la mala situación de esta familia. Yo, que vivía en una familia de clase media normal, bien situada, entendía perfectamente que hubiera una familia de clase trabajadora que tuviera deudas, España estaba tan obnubilada en la situación engañosa que estaba viviendo. A mí, había gente que me hablaba con humor, como si se tratara de una especie de recurso humorístico la mala situación económica de la familia, tan chocante y peculiar. Y pensaban que, el hecho de que yo le diera ese aspecto económico era para que fuesen todavía más cómicos, entrañables, etcétera. Y me chocaba, porque yo pensaba, bueno, la clase trabajadora siempre ha vivido en una situación ligeramente precaria. Entonces, el libro que acabo de publicar –y que leerás, imagino- tiene mucho de la situación actual. Pero para mí no ha supuesto una ruptura rotunda con respecto a lo que escribía hace diez años, porque es una familia que siempre tuvo dificultades económicas. Lo que ocurre es que éstas, ahora, se han extendido a muchísimas más familias. Pero para mí es normal: es la situación de la familia. Bien es verdad, que no están en una situación de precariedad. No he sido cruel con la situación económica de ellos, aunque tienen que llegar a fin de mes. Y en este libro aparece la burbuja inmobiliaria -que ya se apuntaba en el último- hay un constructor corrupto, sale Iñaki Urdangarín, Bankia, la pensión del abuelo que sirve para equilibrar la economía familiar. Y es que, sobre todo, los de Manolito son libros en los que se habla mucho de dinero. Y en este, pues sí, bueno, sí que se habla mucho de dinero, como hace la gente todos los días. Hace 10 años, parecía una cosa rara que en un libro apareciera mucho esa cosa económica pero ahora ya… Tampoco sé si es normal que en un libro humorístico aparezca tanto el dinero pero para mí siempre ha sido algo que tiene que ver con esta familia. ¿Cruel? No, no soy nunca cruel con este personaje porque para mí forma parte de mi vida.

En este libro aparece la burbuja inmobiliaria -que ya se apuntaba en el último- hay un constructor corrupto, sale Iñaki Urdangarín, Bankia, la pensión del abuelo que sirve para equilibrar la economía familiar

P. Es usted.

R. Sí, soy yo, forma parte de mi vida. Es como un elemento familiar. Es un personaje al que todo el mundo le tiene mucho cariño.

P. Yo tampoco me refería a crueldad. Fue solo el primer pensamiento, al acordarme de cuando yo leía sus historias en las páginas de El Pequeño País. Pensé en la situación económica que se vivía entonces y claro, al ver lo que hay ahora…

R. De todas formas, él está en esa edad, los 12 años, en los que todavía no se vive con la angustia porque uno está todavía muy protegido por sus padres. No daría igual que este personaje tuviese, por ejemplo, 20.

P. Ahora…

R. El tiempo lo he ajustado un poco a mi medida y a lo que yo quería. Él tiene 12, su hermano unos ocho y la hermana pequeña unos tres.

P. Imaginemos a Manolo con 16. No sé si seguirá estudiando.

R. Sí, lo hará.

P. Y con un ministro de educación como Wert, ¿qué tipo de educación escolar le espera?

R. Bueno, he pensado mucho en eso porque… Creo que todos estos años pasados, los teóricos más conservadores en Educación han estado hablando de la excelencia. Era la palabra clave del sistema educativo. Y eso está muy bien, si lo oyes teóricamente. Premiar la excelencia. Siempre se ha dicho que en España no se premia la excelencia, que es poco popular, que tenemos esa influencia de los países mediterráneos de premiar más lo marrullero que el trabajo bien hecho.

P. Igualar por lo bajo.

R. Eso. Lo que ocurre es que yo creo que la excelencia se puede premiar dentro de una educación democrática. Y cuando me refiero a democrática, significa que estén representados todos los tipos humanos, desde el que estudia peor hasta el que estudia mejor. Eso siempre ha existido. En una clase había niños excelentes que servían mucho para estudiar y niños que realmente se iban a encaminar hacia un oficio. Lo que ocurrió es que, de repente, todo el mundo se encaminó hacia la educación y se supone que ahí estaba el fallo. Pero yo no creo que el fallo esté ahí. Creo que el problema fundamental ha sido todos estos años que donde menos se ha puesto el acento ha sido en la educación cívica. En una clase puedes tener 30 niños y entre ellos puede haber mejores y peores estudiantes. No tienes por qué tener una clase solo de buenos estudiantes. O no tienes por qué segregar a los niños según su cociente intelectual. A mí personalmente no solo es que me parezca cruel, es que es irreal, de la misma forma que lo es segregar por sexos. En una clase tiene que haber buenos y malos estudiantes. Lo que tiene que haber es niños bien educados. Que es otra cosa completamente distinta. Si los niños van bien educados de su casa, va a ser más fácil que haya una clase de 25 o 30 alumnos haya todo tipo de personajes. Es verdad que, en los últimos años, los profesores han sido los primeros que se han quejado de lo difícil que está siendo educar a los niños pero es que estamos hablando de dos cosas distintas: la cultura y los conocimientos que adquieren en el colegio, por un lado, y la educación con la que se va a los centros, por otro. Si no tienes educación es muy difícil que adquieras cultura. Si no eres una persona bien educada es muy difícil que tengas la paciencia, la exigencia contigo mismo y el nivel de obediencia que has de tener con los mayores para que adquieras unos conocimientos y una cultura. Y las dificultades que están teniendo los profesores para enseñar están sirviendo de caldo de cultivo para que el actual ministro de Educación lance su propuesta de reforma de ley que, entre otras cosas, consiste en la segregación entre buenos y malos estudiantes en la que yo, personalmente, no creo. Puede que este sistema ya está en otros países, como en Estados Unidos, donde la educación pública se distingue entre las escuelas. Un país donde no solo los niños están examinados continuamente, sino que las escuelas y los profesores mismos, también. Pero también hay que ver el grado de desigualdad que hay en Estados Unidos. Es verdad que es un país que premia la excelencia, pero ¿cuántas personas se quedan por el camino en un sistema que ejerce una distinción desde tan temprano de los individuos? Y al final, todo esto acaba en lo económico: los que menos dinero tienen son los que tienen menos posibilidades. Me parece un tema tan, tan importante, siento que no haya nunca en España un verdadero debate sobre el asunto con personas altamente cualificadas. Es decir, que no sea solo un asunto político y, ahora también, por las condiciones económicas. Probablemente sea uno de los asuntos que más me preocupan.

Creo que el problema fundamental ha sido todos estos años que donde menos se ha puesto el acento ha sido en la educación cívica. Si no eres una persona bien educada es muy difícil que tengas la paciencia, la exigencia contigo mismo y el nivel de obediencia que has de tener con los mayores para que adquieras unos conocimientos y una cultura

P. Si realmente va a tener más posibilidades quien más dinero tenga, ¿cómo ve el futuro Manolito, con ese sentido de la vida absolutamente hipercrítico que tiene?

R. Bueno [risas] Suponiendo que sea una familia de verdad, creo que tiene muchas cosas buenas a su favor. Es una familia muy estructurada a pesar de que todos están siempre comidos por los celos y las envidias entre ellos. Pero es, generalmente, una familia muy estructurada, con una madre muy inteligente que va a ayudar mucho, que va a trabajar mucho…

P. Hasta ha montado una empresa.

R. Ha montado una empresa y va a trabajar mucho para que sus hijos estudien. Hará todo lo posible para eso, pero yo creo que…

P. Manolo no va a ser un nini.

R. ¿Cómo?

P. Un nini, ese término que se usa para definir a los jóvenes que ni estudian ni trabajan.

R. Sabes lo que pasa, es que ese término…

P. Lo popularizó El País en un titular.

R. Confieso que no me gusta porque no es un término muy engañoso porque ahora banaliza la situación completamente y porque da la impresión de que es una categoría elegida voluntariamente. Un nini puede ser un chaval que tenga 22 años ahora mismo y que dejó la escuela a los 16, ganó mucho dinero en la construcción y que ahora es producto del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y no tiene nada, ni estudios ni trabajo. Hay una parte en la que te dices, bueno, esto es responsabilidad personal, hiciste eso porque querías; o de los padres que en su momento le dieron más importancia al beneficio inmediato que al intelectual y al estudio. Sí, pero también el ambiente que vivía el país es responsable. Nadie tiene que evitar su responsabilidad personal pero creo que hay una responsabilidad de la clase dirigente clarísima porque esto ha sido como una gran estafa en la que ha entrado todo el mundo. Si llega a España un inmigrante o una familia de inmigrantes y consiguen trabajo y van al banco y les ofrece comprarse un piso, aunque no tengan nada, ¿cuál es el grado de responsabilidad de esta familia y del banco? Yo lo tengo claro. Sí, de acuerdo, el crédito lo has pedido tú. Pero el banco sabía perfectamente en qué te estaba metiendo. Y puede que en el banco haya especuladores y todo lo que quieras, pero también hay contables que saben que si el dinero no existe, es que no existe, y estás especulando sobre la nada. Mi padre era auditor y se ha pasado la vida trabajando con dinero. Y nos decía… [Lindo niega con la cabeza]. Y nosotros pensábamos, está mayor. Pero lleva 20 años diciéndonos que esto tenía que estallar porque no había tanto dinero como para el que se está prestando. Y nosotros decíamos ¡ay, mi padre, ay, el abuelo…! Y él no dejaba de hablar de la corrupción y de que la gente no se podía comprar pisos si no tenía dinero. Entonces, si los contables lo habían visto, los que estaban por encima de ellos lo veían más, sabían que estaban haciendo un estropicio con la economía del país. Por eso digo, qué responsabilidad tiene el del último eslabón. Si digo que quiero comprarme un piso y me van a dar el dinero, pues lo pagaré hasta que me muera o hasta que lo termine que pagar. A mí eso me lo decía la gente con total naturalidad. Y lo decían muchas personas que no robaban ni nada, eran personas decentes que tenían un pequeño sueldo y que se les estaba permitiendo comparar una casa sin tener dinero. Yo creo que es eso, una estafa.

Nadie tiene que evitar su responsabilidad personal pero creo que hay una responsabilidad de la clase dirigente clarísima porque esto ha sido como una gran estafa en la que ha entrado todo el mundo

P. Muchos de los que eran lectores de Manolito y que hoy tienen entre 20 y 30 años se plantean seriamente marcharse de España. ¿Crees que Manolo se irá y tendrá usted que escribir una aventura de Manolito en Manhattan o en Berlín?

R. Eso sería si él crece definitivamente. Ha estado bien en este libro hacerle un poco mayor y que haya pasado el tiempo porque a mí me ha permitido un salto. Sí llegara a tener 20 años y yo lo hiciera dentro de, por ejemplo ocho años, ¿por qué no? Sería divertido llevarle fuera haciendo una Erasmus…

P. Parece que también pueden desaparecer…

R. Si es que las becas Erasmus, vamos a ver… Yo he tenido ‘erasmutados’. Un amigo mío que tiene hijos haciendo la beca me decía que él los estaba subvencionando. Era un invento, una beca que coincidía el Gobierno y pagaban los padres [risas]. Pero sí, estaría bien que Manolito acabase en Nueva York. Pero siempre bajo mi atenta vigilancia.

P. Manolo nació en Radio Nacional. Hace poco hizo usted referencia en una columna a los cambios que se habían producido en esta emisora.

R. Sobre todo yo, sin hablar de estos cambios en concreto, decía que nos hemos acostumbrado –yo he trabajado muchos años en Radio Nacional- a que los medios públicos estén sujetos a los vaivenes políticos. Tanto hablar de excelencia y la excelencia les importa un pepino. Si hay programas que funcionan, que han contactado con el público, que han traído mucha audiencia… Y es que Radio Nacional, que siempre había sido excelente, en los últimos años había quedado como más anclada en el pasado. Pero aquellos nuevos fichajes trajeron de pronto una savia nueva y un público mucho más juvenil, que es algo que le viene muy bien a los medios de comunicación. Si has aumentado la audiencia de esta manera, el que luego te quiten… ¿Por qué ¿ ¿A qué responde? ¿Cómo lo explicas? Yo no me creo la situación económica. Las personas que conozco no cobraban sueldazos. En la radio pública no te haces millonario.

 Es verdad que ha existido esa forma de pensar que presupone que solo los que tienen un contrato tipo son los que de verdad los que de verdad pertenecen a ese medio. Pero esto hace mucho tiempo que eso no es así. Pero vamos, en Radio Nacional, en el periódico El País y en cualquier medio de comunicación

Ayer leía una entrevista con Yolanda Flores y bueno, puedo entender que se sienta herida, es la persona que ha sustituido a Toni Garrido. Yo no la critico a ella pero sí digo que Toni es una persona especial y la radio precisa de personas con mucho carisma y él lo tiene. Así que, de entrada, me resultaba chocante su cese. Y con Yolanda, ya te digo, aparte de entender que se sienta herida porque ahora de repente esté en el centro de toda esta política, me sorprendía que dijera que ahora Radio Nacional de España la están haciendo los trabajadores de Radio Nacional de España. ¿Eso quiere decir que los trabajadores eventuales no somos trabajadores? Porque vamos, toda mi vida he tenido contratos basura, por obras y servicios… Imagínate, conoces el periodismo. Así que hacer esa afirmación es como pensar que solo trabajan los funcionarios. Hombre… eso me resulta una falta de respeto hacia mucha gente. Es verdad que ha existido esa forma de pensar que presupone que solo los que tienen un contrato tipo son los que de verdad los que de verdad pertenecen a ese medio. Pero esto hace mucho tiempo que eso no es así. Pero vamos, en Radio Nacional, en el periódico El País y en cualquier medio de comunicación.

P. Hablaba de la excelencia, del carisma. Son tiempos malos para el oficio del periodismo. Y yo pensaba en la veteranía. Parece que el tiempo de caducidad de los periodistas se adelanta una barbaridad y bien porque haya un cambio en la dirección, como ha ocurrido en Radio Nacional, o bien porque no cuadran las cuentas se despide a la gente, veteranos incluidos. Usted ha vivido recientes cambios desde dentro...

R. Y también vivo parte del año en el extranjero y…

P. ¿Allí también está ocurriendo?

R. Está ocurriendo, pero es verdad que ves a gente de mucha más edad que en España presentando programas de televisión. Es decir, creo que es curioso que en la sociedad americana, que es tan cruel para tantas cosas, eso no suceda. Si una persona es valiosa, sigue trabajando sobre todo en medios de comunicación. Es curioso, porque cuando llegas a España, pones la tele y ves gente jovencísima y chicas guapísimas. No quiero que se me malentienda, por supuesto que la belleza y la inteligencia pueden ir absolutamente unidas y ¡ele, qué bien! Pero es que la variedad estética de las españolas es muy amplia. Entonces, te choca que solo presenten noticias chicas que parecen modelos. ¿Esto por qué es y por qué tan jóvenes? No lo entiendo. Es cosa de un país un poco más atrasado. En la tele hay fecha de caducidad porque es una ley no escrita pero implícita desde mucho antes que existieran los expedientes de regulación de empleo.

P. Pero no solo en la…

R. Lo que pasa es que ahora, como está afectando a otros sitios que no son solamente la televisión, nos estamos dando cuenta del grado, no solo de crueldad, sino de… eh… de irracionalidad. Porque nosotros hacemos un trabajo intelectual –aunque no seamos intelectuales-, es decir, no estamos cargando pesas. No es un trabajo duro físicamente, en el que las personas se tengan que jubilar antes. Pero justamente en trabajos como la escritura muchas personas hacen sus mejores trabajos en la madurez.

P. Como decía usted en aquella columna que escribió, haciendo un listado de las personas que habían dado lo mejor en la madurez. Cuando la leí, pensé en lo que estaban perdiendo los medios de comunicación echando a gente que lleva muchos años trabajando. Yo empecé tarde y solo llevo siete años, pero quiero pensar que ahora soy mejor periodista de lo que era entonces.

R. Totalmente. Hay veces que pienso en cómo era yo cuando empecé a trabajar… Y es que es normal. Eres joven e ignorante. Y por mucho que hayas leído, siempre tienes algo de listillo ignorante, eso no te lo quita nadie. Es algo propio de la juventud y está bien. Pero el periodismo es un oficio y se aprende haciéndolo.

Los periodistas hacemos un trabajo intelectual –aunque no seamos intelectuales-, es decir, no estamos cargando pesas. No es un trabajo duro físicamente, en el que las personas se tengan que jubilar antes. Pero justamente en trabajos como la escritura muchas personas hacen sus mejores trabajos en la madurez

P. ¿Manolito se hará periodista?

R. Puede ser, como es bastante parecido a mí, a lo mejor toma una carrera parecida.

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