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Carlos Bardem: “El imperio español es una fantasía para alimentar las pulsiones nacionalistas”

Entrevista N&B a Carlos Bardem

Aristóteles Moreno

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Hizo su primera película con 33 años. Relativamente tarde para un actor, sobre todo si hablamos del miembro de una saga, los Bardem, que lleva el cine tatuado en la piel. Luego han venido unas cuantas decenas de títulos más. El último, ‘Centauro’, dirigido por Daniel Calparsoro. Carlos Bardem (Madrid, 1963) es actor. Pero no solo. También escribe novelas y ejerce, con resuelta frecuencia, de polemista irreductible. Acaba de publicar ‘Badaq’, una fábula ecologista urdida desde la mirada de un rinoceronte capturado por los conquistadores españoles en 1598 y encerrado en un corral urbano de Madrid.

En el libro desnuda dos de sus inquietudes intelectuales: la depredación de la naturaleza y el imperio español. “En solo una semana, me he hecho muchos amigos entre los nostálgicos de los Tercios”, deja caer con afilada retranca. Nos recibe en el Centro Social Rey Heredia poco antes de presentar la obra. En algo menos de treinta minutos, despacha el cuestionario con un verbo conciso, directo y cristalino como agua de manantial.

El calentamiento global nos va a atropellar

PREGUNTA. Se lee en wikipedia de usted: actor, guionista y escritor. ¿Por ese orden?

RESPUESTA. No. Depende de las épocas. Ahora estoy en modo escritor. Lo que tengo claro es que tanto como actor o como escritor lo que soy es un contador de historias. Cuando actúo, son las historias de otras personas a las que intento sumar con mayor o menor talento mi conocimiento en la creación del personaje. Y cuando escribo son mis historias. Pero, en el fondo, son una faceta de lo mismo: el amor por contar historias.

P. ¿Y se siente más actor o más escritor?

R. No siento que tenga que elegir. Yo creo que ese es un problema más del que te mira desde fuera. Vivimos en un mundo que todo tiene que estar etiquetado o ‘tagueado’ como dicen ahora. Cuando te dedicas a más de una cosa, son los demás los que te piden una explicación. Yo cuando actúo soy actor y cuando escribo soy escritor.

P. Eso sí: el actor Carlos Bardem le paga el alquiler al escritor Carlos Bardem.

R. Usted lo ha dicho muy finamente. Yo suelo decir que el escritor chulea al actor. O sea: a mí lo que me paga las facturas es la actuación. Y es la que me da la libertad para escribir lo que yo quiero. Yo no pretendo escribir literatura mainstrean o comercial. Yo escribo lo que quiero escribir. Los libros que me gustaría a mí leer. Y esa libertad me la da la actuación.

P. ¿Le cuesta parir un libro?

R. Me cuesta de una manera material. En el sentido de que, como yo vivo de actuar, el escritor tiene que agazaparse y esperar a los momentos entre rodajes y a los huecos libres que me deja una filmación. Yo no tengo horarios de escribir. No tengo mi rincón de escribir. Yo escribo donde puedo y cuando puedo. Y, desde ese punto y hora, hay una dificultad añadida al ya de por sí difícil hecho de escribir. Pero creo que eso condiciona mi escritura en una cosa que a mí personalmente me gusta: ninguna novela mía es igual que la anterior. No repito historias, ni personajes, ni épocas, ni estilos. Como me cuesta sentarme a escribir, necesito sorprenderme con lo que escribo.

P. Usted dice que escribe novelas para comprender el mal con mayúsculas. ¿Ya lo comprende?

R. Voy llegando a conclusiones sobre el mal. El mal no es monolítico. Hay muchos tipos de mal. Por ejemplo, Mongo blanco es una reflexión sobre un mal canónico: el personificado en un gran tratante de esclavos. Pero, mientras investigaba este monstruo canónico, que cumple todos los requisitos del gran monstruo, te das cuenta de que no podría haber existido si no lo hubiera creado un sistema. Y que ese sistema funcionaba gracias a muchas pequeñas banalidades del mal. Tú no puedes mantener una atrocidad en el tiempo y en el espacio, como era la esclavitud o como puede ser ahora mismo la depredación del planeta, sin la colaboración voluntaria o inconsciente de mucha gente “normal”. Esa es la banalidad del mal.

P. ¿Y se apiada de sus personajes?

R. En eso me ayuda mi oficio de actor y que yo suelo interpretar, siendo como soy una bellísima persona, a señores muy malvados. No puedes interpretar un personaje juzgándolo. Tienes que ponerte en sus zapatos. Tienes que comprender sus motivaciones. Hasta el peor de los monstruos, en su cabeza, ya sea de una manera racional o absolutamente demente, tiene razones para lo que hace. Y eso es lo interesante de la prospección del mal. Entender que todo el mundo tiene justificaciones para lo que hace.

Toda buena novela es ideológica

P. Gabriel Celaya maldecía la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales. ¿Usted también?

R. Absolutamente. Toda buena novela es una novela fuertemente ideológica. Toda buena novela tiene una visión del mundo. Una idea. Todas las novelas buenas son novelas de tesis. Luego está el oficio del escritor para no convertirlas en un panfleto propagandístico, sino entablar diálogos contradictorios entre ideas y personajes que encarnan ideas contradictorias. Y hay que desarrollarlo de tal manera que sea un diálogo interesante para el que lo lee. Yo no concibo una novela sin ideología. Soy de los que piensa que la novela de entretenimiento más comercial, como el cine más comercial, como la televisión más comercial, que se pretende sin ideología, es la más ideologizada de todas. Es la que defiende los valores del sistema imperante. La que define lo que se considera que en ese momento es el pensamiento mayoritario. Y contra eso es contra lo que yo intento escribir.

P. Usted hace activismo cuando escribe.

R. Absolutamente. Esta es una novela que nace de dos inquietudes. Una: la relación absolutamente depredadora del hombre respecto a la naturaleza. Y otra: el revisionismo histórico que hace la derecha de este país de las supuestas glorias imperiales.

P. Badaq cuenta la historia de un rinoceronte hembra traído a Madrid por los conquistadores en el siglo XVI y es encerrado en un corral urbano. La de los humanos es una especie muy rara, ¿no?

R. Hay una cosa muy divertida como escritor. Yo tenía muy claro que esta era una historia que iban a contar primeras personas. Pero, poco a poco, se me imponía una necesidad de que la principal voz fuera la del animal. Y, en el momento en que decides que sea un animal el que te cuenta la historia y nos explica a los humanos, la primera sensación que me posee es la de estupor. Vistos desde la inocencia de un animal, el ser humano es absolutamente incomprensible.

P. ¿Y le ha costado mucho meterse en la piel de un rinoceronte?

R. Bastante menos de lo que pensaba. Porque, en el fondo, es ponerse en la piel de un ser absolutamente inocente. Y, cuando tú miras con ojos inocentes y con una secuencia de pensamiento absolutamente lógica los comportamientos del ser humano, es muy fácil caer en el estupor. Es muy fácil caer en el asombro. Y, quizás más tarde, en el horror.

P. ¿Badaq es una fábula ecologista o animalista?

R. Es una fábula animalista en tanto y cuanto el protagonista es una rinoceronta. Pero es una fábula que tiene una ambición ecologista. Una fábula que intenta instalar en quien la lea la necesidad de entender que no podemos ni debemos aceptar vivir sin respetar lo que nos rodea. Y lo que nos rodea no son solo nuestros semejantes. Lo que nos rodea son los ecosistemas. Los animales que lo habitan, las plantas, los océanos. Todo. Nos va la viabilidad como especie en cambiar esa mentalidad depredadora y ponernos en armonía con lo que nos rodea. Y eso solo se puede conseguir con respeto.

P. ¿Y lo estamos haciendo?

R. No.

Interpreto normalmente a hijos de perra importantes

P. Usted dice que nos encontramos en una situación de precolapso de nuestra civilización. ¿Exagera o se queda corto?

R. Yo llevo años colaborando con Greenpeace. Los he acompañado en un par de campañas. Allí había científicos, biólogos, climatólogos, físicos. Y todos coincidían en que el escenario actual es de ebullición. Esto ya no es calentamiento global. Esto es ebullición global. Se pensaba que llegaría quizás en quince, veinte, veinticinco años y está pasando hoy. Esto nos tendría que decir que sí: que efectivamente vamos tarde a la hora de tomar medidas.

P. ¿El calentamiento global nos abrirá los ojos?

R. Yo creo que el calentamiento global, o la ebullición global, nos va a atropellar. Y creo que se va a imponer la realidad frente al pensamiento cortoplacista de los negacionistas, los retardistas y los políticos que intentan combatir las políticas medioambientales. O sea, vamos a entrar en un escenario medioambiental en el cual ya no vamos a tener muchas oportunidades de elegir. Nos va a ir la supervivencia en ello. Hay una frase fabulosa de Trotsky que decía: “Todas las revoluciones son imposibles hasta que son inevitables”.

P. Y estamos en la revolución inevitable.

R. Estamos en la inevitable.

P. Para frenar el calentamiento global hay que frenar el calentamiento económico. ¿Estamos preparados para ello?

R. Debemos estar preparados para ello. Y, desde luego, lo que debemos hacer es meternos en la cabeza un mantra. La acción individual es necesaria. Moderar nuestros hábitos de consumo, nuestros sistemas de movilidad, nuestras opciones de transportarnos. Pero eso no basta. Está bien. Hay que hacerlo. Pero no basta. La acción ecológica más radical que existe ahora mismo es la política. Lo más ecologista que se puede hacer en este momento es ir a votar e impedir que retardistas y negacionistas lleguen a posiciones de poder donde puedan tomar decisiones sobre nuestras vidas. Evitar que un negacionista sea consejero de Medio Ambiente de una comunidad autónoma. Evitar que un retardista sea consejero o concejal de Movilidad de un Ayuntamiento. Evitar que los arboricidas, los que se dedican a arrancar árboles vivos para asfaltar, tengan responsabilidades de poder.

P. Hay multinacionales que tienen más poder de influencia que un Gobierno.

R. Sí y no. Evidentemente hay unos contrapesos económicos fundamentales, pero creo que hay políticas que se pueden hacer. Ha pasado una cosa hace pocos días que ha sido muy ridiculizada por la derecha negacionista y retardista, pero que creo que es algo hermoso, que nos tiene que dar ecoesperanza frente a la ecoansiedad. Es el caso de estos seis jóvenes portugueses que han denunciado a 32 Estados ante el Tribunal Europeo de Justicia. Esa es la esperanza. La gente joven viene con otra mentalidad.

P. Usted confía en la gente joven.

R. Yo creo que es la única esperanza que nos queda. La gente joven.

El ser humano es absolutamente incomprensible

P. ¿Usted va a comprar con una bolsa de tela?

R. Yo voy a comprar con una bolsa de tela, me muevo en bicicleta eléctrica y he reducido muchas cosas que antes consumía de manera desaforada. Pero insisto: yo no soy el mayor contaminador del planeta. Y usted no es el mayor contaminador del planeta. Eso está bien. Es un acto de responsabilidad individual que suma. Pero no basta. Lo que hay que impedir a toda costa es que tengan cargos de decisión política sobre nuestras vidas la gente que arranca árboles, que elimina carriles bici, que anula zonas de bajas emisiones.

P. ¿Ve a su Gobierno comprometido con esta causa?

R. Me gustaría verlo muchísimo más comprometido.

P. Usted fue a la Antártida con Greenpeace en el año 2018. ¿Qué vio allí?

R. Vi mucho hielo. Un lugar increíblemente puro. Pristino. Pero tenía al lado gente que me decía que ese hielo que a mí me parecía tanto era casi dos tercios menos del que debía haber en esa época del año.

P. Y se vino más preocupado de lo que fue.

R. Absolutamente más preocupado. Absolutamente más concienciado. Y dispuesto a colaborar en lo que pudiera.

P. A veces, no conviene hablar con científicos. Te quitan la esperanza.

R. No. Hay que hablar con científicos. Lo que no conviene hablar es con negacionistas. Esa famosa frase de “¿cuándo se jodió el Perú?”. El Perú se jodió hace décadas. Y eso ya lo decía Isaac Asimov: “En el momento en que se decidió darle el mismo valor a la ignorancia de unos que al conocimiento de otros”. Ponerles un micrófono y darles igual peso a los argumentos de un ignorante, de un terraplanista, de un negacionista, que a los de un científico. Si escucháramos a los científicos y aceptáramos lo que nos dicen como una guía para lo que hay que hacer, nos iría mucho mejor.

P. Badaq también es un alegato contra el imperio español. Se mete usted en todos los charcos.

R. La novela lleva apenas una semana y ya me he hecho muchísimos amigos entre los nostálgicos de los Tercios y los taurinos. Voy sumando amistades. Es curioso. La gente no soporta que les pinches el globo de sus fantasías. La historia no existe. La historia es un constructo cultural. Por eso, la historia se da al revisionismo. Y ahora nos vienen a contar que el imperio español fue una cosa maravillosa, que afortunadamente les cayó encima a todos estos señores que vivían ya allí y sobre el que se hacen musicales como ‘Malinche’ y cosas de este tipo. Yo creo que el imperio español no es ni mejor ni peor que cualquier otro imperio. Existió una leyenda negra. Pero lo que no puedes hacer es que para negar la leyenda negra inventarte una leyenda blanca. Todos los imperios implican a un gran número de individuos en el saqueo y el asesinato. Cuando tú llegas a un sitio donde hay recursos que tú quieres expoliar, normalmente hay gente viviendo encima de esos recursos. Y no te los van a entregar. Así que os los matas o los desplazas o los esclavizas. Y esas son todas las conquistas.

Nos va la viabilidad como especie en cambiar esa mentalidad depredadora

P. El imperio español es una fantasía.

R. Por supuesto que es una fantasía. Es una fantasía para alimentar una narrativa. Para alimentar las pulsiones nacionalistas de cierta parte de la población. Empezando por cosas que son ahistóricas. El concepto de lo español. En el siglo XVI no se puede hablar del imperio español porque no existía España. Existía la monarquía compuesta de los Austria. El concepto de nación no nace hasta la Constitución liberal de 1837. Con lo cual, hablar de un imperio español es ahistórico. Y es querer emparentar un pasado que unos creen glorioso con nuestro presente. O sea: queremos convertirnos en descendientes de unos señores a los que atribuimos los comportamientos gloriosos. Pero que no tenían nada de españoles.

P. Aquí le sale el licenciado de Historia que lleva dentro.

R. Sí. Me sale el licenciado de Historia que soy. Y me sale una visión ideológica de la historia. No está mal tener una ideología cuando te aproximas a la historia. Necesitas un método. Yo soy especialista en Historia Moderna y Contemporánea de España. Siglos XVI y XVII. Y el departamento donde estudié era metodológicamente marxista. Así que yo entiendo la historia como un proceso determinado por las relaciones de producción. Eso es ser metodológicamente marxista. La ideología política es otra cosa. Te hace falta una ideología como herramienta para navegar en esa ciencia, que es la historia. Y eso choca mucho con las narrativas fantasiosas, idealizadas y tergiversadas de los hechos históricos. Los hechos históricos no son ni buenos ni malos. Son. Hay que documentarlos e interpretarlos. No adjetivarlos moralmente.

P. Usted dice que todas las conquistas son operaciones de saqueo. ¿La de América también?

R. Absolutamente todas. Colón se topa con un continente porque lo que quiere es romper el monopolio comercial de las especias que tenía Portugal en ese momento. Todas las conquistas, desde las falanges de Alejandro y las legiones romanas hasta la conquista española, francesa e inglesa, y hasta la Operación Libertad Duradera de Estados Unidos en Irak, son empresas comerciales. Son expolios. Y expolios que, ante la resistencia de quienes suelen vivir en los sitios a expoliar, se convierten en carnicerías.

P. Por lo que se ve, no le ha convencido Elvira Roca con su Imperiofobia.

R. No me ha convencido en absoluto. Es un libro muy manipulador. Un libro que ningún historiador medianamente informado se puede tomar en serio. Hace una cosa muy loca esa señora de apoyar con citas abracadabrantes conclusiones que no se pueden derivar de una manera lógica de lo que cita. No me gusta.

Lo más ecologista que podemos hacer es votar

P. Tuvo mucho éxito.

R. Tuvo mucho éxito porque complace y alimenta las pulsiones nacionalistas de gran parte de la derecha de este país. Que necesitan sentirse herederos de glorias supuestas y descendientes de la pata del caballo del Cid. Y se asoman a los balcones con un morrión. O se visten del Cid Campeador.

P. Nacho Cano tampoco le ha convencido.

R. En absoluto. Yo no he visto la obra y puede que sea injusto. A lo mejor, es una joya de musical y yo me lo estoy perdiendo. Pero vamos a ver: todo se construye en torno a la historia de amor de Malinche, de doña Marina y Hernán Cortés. Es interesante entender que históricamente, tan pronto como Cortés ha garantizado la conquista de Tenochtitlán, lo primero que hace es tomar una decisión estratégica: regala su amada Malinche a otro capitán castellano para casarse con la hija de Moctezuma. Esa era la gran historia de amor. Hay una cosa recurrente dentro de esta reivindicación de las glorias imperiales. Ese argumento no falla nunca: los españoles éramos mejores porque nosotros nos mestizamos. No como esos cabrones de los ingleses que acabaron con todos los indios.

Y eso no deja de ser también una manipulación. Cuando los ingleses llegan al este de lo que luego sería Estados Unidos, lo que se encuentran son tribus neolíticas de cazadores recolectores con muy baja densidad demográfica y ocupando grandes extensiones. Son grupos humanos muy pequeños y sin grandes estructuras tribales de poder, a los cuales es muy fácil desplazar o eliminar. En cambio, cuando Cortés o Pizarro se plantan ante Tenochtitlán o ante Cuzco lo que se encuentra son estados. En 1519 Tenochtitlán tenía más población que Sevilla, que era la ciudad más poblada de la península ibérica. Tenían un ejército, una religión compleja y cuadros administrativos. No se mestizan por un especial enamoramiento de las mujeres del lugar. Se mestizan porque tienen la necesidad de mestizarse con la élite existente para asentar su conquista. Por eso Cortés se casa con la hija de Moctezuma. Para generar una nueva élite que va a gobernar. No pueden desplazar a tantos cientos de miles de personas. No pueden eliminarlos. No pueden borrarlos.

P. ¿Por qué ha vuelto el nacionalismo español?

R. El nacionalismo español rebrota a partir de 2016 y de tener que reafirmarse ante el nacionalismo catalán. Y, bueno, banderas al viento y prietas las filas, recias, marciales. Y entonces hace falta revisar toda nuestra historia para dotar de significado a esta identidad de lo español frente a los otros nacionalismos. Yo estoy en contra de todos los nacionalismos. Del españolista y de los otros. Cualquier nacionalismo es confrontativo. Y parte de una premisa básica: yo soy mejor que tú porque yo soy de aquí. El nacionalismo siempre abre la puerta a otros fenómenos aberrantes y horribles: la xenofobia y el racismo. Siempre eres nacionalista contra alguien. Ese rebrote del nacionalismo más rancio español viene unido a ese momento político.

P. Estamos ante un choque de nacionalismos, que se cornean desde hace años.

R. Yo espero que haya gente inteligente que sepa discernir lo que son estos nacionalismos y apoyen otras soluciones. No creo que este nacionalismo de derechas sea viable a nivel estatal. La derecha de este país ha emprendido un camino hacia la ultraderechización vinculada a estos fenómenos de nacionalismo extremo que lo está alejando del país real. Eso quiero pensar.

Estoy en contra de todos los nacionalismos

P. ¿Y es una buena opción aliarse con los nacionalismos periféricos?

R. Es la opción que ha votado este país. Las opciones no son las que tú quieres. Aquí hay que formar un Gobierno con los votos que han arrojado las elecciones. Y muestran un país muy complejo. Y esa complejidad es la que yo creo que no entiende la derecha de este país. Cosa que yo agradezco porque eso garantizará que no tendremos un Gobierno de derechas en mucho tiempo.

P. ¿Qué libro tiene en la mesita de noche?

R. Yo siempre tengo varios libros abiertos, pero la novela que me ha fascinado es Fortuna, de Hernán Díaz. Y estoy rematando El reino, de Enmanuel Carrere, que es una novela sobre los orígenes del cristianismo fascinante. Me fascinan las religiones. Yo no creo en nada. Soy absolutamente agnóstico.

P. ¿Por qué le fascinan?

R. Me fascina cómo el hombre se busca las vueltas para crear esperanzas de que haya algo más allá. Cioran decía que el ser humano es el único animal que está condenado a la locura, porque es el único que sabe que se va a morir. Y para muchos eso es una certeza con la que es muy difícil convivir. Entonces hay que crear una esperanza. Un más allá. Y hay que poblarlo de seres imaginarios que, en nuestra cultura occidental, vienen a ser un señor barbudo, omnipotente y suele tener los ojos azules.

P. ¿Y el fenómeno de la secularización de las últimas décadas es porque hemos perdido el miedo a la muerte?

R. Y porque las iglesias están muy desacreditadas. En el caso de España, han sido cómplices y partícipes de las políticas más retrogradas y antisociales de este país. Así que yo creo que hay mucha gente que ya no le presta oídos a eso.

P. ¿En qué papel se ha reconocido más?

R. No sé. Porque yo interpreto normalmente a unos hijos de perra importantes. Así que me gustaría pensar que no me parezco a ninguno de ellos demasiado. Eso es lo más divertido de ser actor: interpretar a señores a los que no te pareces. Hay uno que he disfrutado mucho, al hilo de lo que hablábamos de las religiones. Es una serie fantástica, que se llama El Elegido y está en Netflix. Ha estado entre las más vistas en el mundo durante varias semanas y es una serie que habla sobre las religiones. Ahí interpreto a un pastor evangelista mexicano de un pueblo del desierto de la Baja California donde, de repente, un adolescente empieza a obrar milagros. Es un nuevo Jesucristo. Está basada en una novela gráfica estupenda que se llama American Jesus. Y es el supuesto de qué pasaría si aparece Jesús haciendo milagros y curando enfermos en un pueblo hoy en día. Ahí interpretó a un pastor evangelista, que es un personaje que disfrutas mucho porque te das cuenta de que no dicen nada que tenga sentido. Hablan todo el tiempo, pero no dicen nada que tenga la más mínima lógica. Lo que tienen es una capacidad de captar la atención de sus feligreses.

Me fascinan las religiones

P. Y lo consiguen.

R. Lo consiguen. Y les vacían los bolsillos. Lo primero es captar su atención. Y luego captar su dinero.

P. ¿Por qué papel daría su mano derecha?

R. Yo mi mano no la daría por ningún papel. La necesito para escribir. Metafóricamente, la daría por cualquier buen papel. Tengo 60 años. Y tampoco fantaseo ya con ninguna locura hollywoodiense.

P. ¿Le ha tentado dirigir?

R. No. Le tengo un enorme respeto a los directores. No creo que mi personalidad fuera buena para dirigir. No soy muy paciente. Soy una buena pieza en un equipo. Soy bueno como actor recibiendo órdenes. Y mi vanidad creadora la satisfago por completo con la escritura.

P. ¿Tiene algún libro en la cabeza?

R. Sí. Yo siempre tengo cosas en mente. Pero no puedo decir nada.

La Iglesia española ha sido cómplice de las políticas más retrógradas

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