La tecnología se alía con los mejores vinos manchegos

Los vinos manchegos tienen una denominación de origen que los identifica entre los mejores de España, y, además, su calidad está mejorando continuamente gracias a la implementación de las tecnologías más avanzadas. Combinando nuestra mejor tradición vinícola con estas nuevas tecnologías a lo largo de todo el proceso de producción del vino, estamos logrando sabores únicos cada vez más reconocidos a nivel mundial.

El análisis químico guía toda la producción

Uno de los principales avances en la mejora de la producción del vino es la valoración química, un sistema de análisis que nos permite estudiar al detalle la composición química de cualquier sustancia. Esto se emplea durante la producción del vino en diversas instancias, desde el análisis del subsuelo hasta el de las uvas y el del propio vino, lo que permite a las bodegas mejorar su calidad como nunca antes.

Cada análisis tiene un objetivo diferente. El análisis químico de las uvas permite detectar cuáles son las mejores variedades, con lo que se utilizan sus semillas para plantar nuevas vides con mejores propiedades nutricionales y de sabor. Además, analizar el vino después de su fermentación también permite contrastar el efecto de distintas barricas, temperaturas o condiciones de humedad para encontrar los que ofrecen un mejor resultado.

La selección de fertilizantes

La valoración química también desempeña un rol clave en la selección de fertilizantes, que se encuentran entre los principales aspectos clave en la producción de un buen vino. Los nutrientes de nuestro sustrato están muy erosionados, así que se hace necesario renovarlos con fertilizantes de alta calidad para poder crear vinos de primera línea mundial. Sin embargo, no todos los sustratos requieren de los mismos nutrientes.

En lugar de optar por fertilizantes de amplio espectro, las bodegas manchegas aprovechan cada vez más los análisis químicos para encargar solamente los nutrientes específicos que necesita cada campo. Esto permite un control mucho más preciso sobre la calidad del vino, y, además, favorece un ahorro considerable en un mercado –el de los fertilizantes– cada vez más tensionado, sobre todo considerando que Rusia es uno de sus principales exportadores.

La reducción de emisiones

La enorme área que pueden ocupar las bodegas resulta ideal para implementar sistemas fotovoltaicos en sus campos, lo que permite suministrar energía eléctrica a toda la plantación a coste cero. Combinados con sistemas de almacenamiento energético, los sistemas fotovoltaicos pueden ahorrar miles de euros al mes en facturas, e incluso se pueden instalar de forma inteligente para proporcionar horas de sombra a las vides en los meses más calurosos.

Esta energía limpia también se traslada a las plantas de embotellado del vino, que, de nuevo, pueden operar reduciendo sus costos en materia energética. Este ahorro se puede reinvertir después en otras instancias de la producción vinícola, por ejemplo la implementación de mejores sistemas de riego –que, a su vez, permiten ahorrar agua– o la compra de mejores sistemas de análisis químico.

El reciclaje de materiales

Para reducir todavía más el impacto ecológico de nuestra producción de vinos, cada vez son más las bodegas que optan por el cristal reciclado para sus botellas. Estos cristales presentan los mismos niveles de calidad que un cristal nuevo, y contribuyen a reducir las emisiones de CO2 derivadas de las extracciones mineras. Además, el cristal reciclado se puede obtener en la misma comarca, reduciendo los costos de transporte y producción.

Pero el cristal no es lo único que puede reciclarse. En las bodegas todo se puede reutilizar, desde las hojas muertas de las vides y los restos del fondo de las barricas –para crear fertilizantes–, hasta el papel que se utiliza para las etiquetas de las botellas. El uso de materiales reciclados constituye un importante beneficio para el medio ambiente y, además, ayuda a nuestros vinos a lucir una etiqueta ‘verde’ que les da un mayor prestigio internacional.