Mujer de mediana edad con un hogar en pobreza, el perfil medio de personas atendidas por Cruz Roja en el segundo año de pandemia
Ya han pasado dos años desde que Cruz Roja pusiera en marcha la mayor movilización de recursos de su historia: el Plan Cruz Roja RESPONDE frente a la COVID-19. Un plan de atención integral que ha sido fundamental desde la declaración del estado de alarma, y que dos años después sigue dando respuesta a las necesidades de las personas a las que la pandemia les ha cambiado la situación. Ya son 5.279.467 las personas atendidas, en todo el país, en el marco de este plan (casi 40.000 de ellas en la provincia de Córdoba), que se suman a las de la atención habitual de Cruz Roja, y que han requerido de más de 41 millones de respuestas (91.956 en la provincia).
Si durante 2020, sobre todo por el peso del periodo del confinamiento, el principal perfil atendido fue el de personas mayores que vivían solas o en situación de dependencia con escasa red de apoyo en el entorno inmediato, en 2021 han emergido con fuerza otros perfiles con necesidades diversas: colectivos más jóvenes, con necesidades de empleabilidad, pequeños autónomos afectados por las restricciones en sus negocios y, sobre todo, familias con menores de edad, entre las que destacan por la especial virulencia con las que ha afectado esta nueva crisis las monoparentales encabezadas por mujeres, con escasos ingresos y dificultades de conciliación, y las familias migrantes con situación administrativa irregular o precaria.
Así devuelve los resultados el segundo estudio ‘El impacto de la COVID-19 en la población atendida por el Plan Cruz Roja RESPONDE’, que indica que las mujeres representan el 64,9% de las personas usuarias, y la media de edad se sitúa esta vez en 54,9 años.
Comparándolo con 2020, se ha producido un incremento de las personas que acuden por primera vez a Cruz Roja tras la pandemia, es decir, a las que esta crisis las arrastra a una situación de vulnerabilidad (se sitúa en el 33,8% frente al 21,6% anterior), que se suman a las que ya venían arrastrando la crisis anterior y para las que la pandemia ha supuesto un estancamiento o empeoramiento de su situación (el 66,2% restante de la población atendida).
Parejas, cuya situación antes de la pandemia era precaria en términos laborales, ahora son beneficiarias de Cruz Roja. La media de edad es de 44 años, y tienen responsabilidades de cuidado infantil; son personas que nunca habían necesitado ayudas sociales, y por tanto, incluso desconocen la red de atención social.
Los mayores de 65 años han pasado de ser el 44.5% de las personas atendidas, a representar el 34,9% en 2021, mientras que los jóvenes de entre 18 y 30 años pasan del 5,6% al 13,3% de las personas atendidas; en este grupo muchos desarrollaban actividades de economía sumergida sin protección social, o con contrataciones de agricultura de temporada o irregulares. Las personas autónomas de la hostelería o el comercio también se han convertido en un grupo importante, ya que los cierres de su única fuente de ingresos durante el confinamiento, la desescalada e incluso las medidas de distancia o los toques de queda han generado dificultades en personas que contaban con ingresos estables, que además se han endeudado.
El 70,6% de las personas usuarias son de nacionalidad española, y lo más frecuente es que tengan estudios primarios (44.3%) o secundarios (35,7%).
Entre los hogares que solicitan por primera vez la atención de Cruz Roja, ahora es menos frecuente que haya algún mayor de 65 años (27,2% frente al 47,2% del pasado año), y mucho más habitual que haya menores de edad (34% de los hogares con menores de 14 años, frente al 24,7% de 2020).
Pese al rejuvenecimiento de la población, la situación ocupacional mayoritaria sigue siendo la jubilación: 33,8%.
La crisis también ha incrementado la exclusión residencial de las personas, que hace que suba el número de personas sin hogar, así como la vulnerabilidad de mujeres en el ámbito de la prostitución: el confinamiento, las medidas anticovid y los controles policiales han clausurado su única fuente de ingresos, dando lugar a situaciones acuciantes de impago de viviendas, suministros o alimentación para ellas y sus familias, ya que en muchos casos se trata de madres solas, y en gran parte, mujeres migrantes.
Aunque las expectativas de recuperación son altas, el endeudamiento y el incremento del coste de vida ralentizan la recuperación en los hogares. La brecha digital y la desinformación han afectado mucho a las personas atendidas en su acceso a prestaciones y servicios públicos.
Las consecuencias en la salud
Son muy graves las consecuencias psicológicas y emocionales de la pandemia; casi cuatro de cada diez personas atendidas por Cruz Roja RESPONDE se enfrentan a algún problema de modo continuo, siendo la preocupación (26,5%), las dificultades para dormir (19,1%), y la depresión (16,4%) los síntomas más frecuentes.
La situación de las mujeres es peor que la de los hombres, con diferencias de entre 3,2 y 10,1 puntos porcentuales. A los jóvenes les afecta principalmente la incertidumbre ante el futuro y la falta de oportunidades; a las personas adultas con responsabilidades de cuidado, la preocupación por sustentar sus hogares y a las personas mayores la soledad y el aislamiento.
En el estado de salud físico, también las mujeres acusan peor salud: el 40,5% de ellas define su estado como regular, malo, o muy malo, y el 21,3% afirma que se ha deteriorado en estos dos años de pandemia. En el caso de los hombres, las respuestas descienden al 31,5% y el 14% respectivamente.
En algo más de una cuarta parte de los hogares ha habido contagios del virus, y en un 5,3% han tenido que afrontar el empeoramiento del estado de salud de alguno de sus miembros por la dificultad de acceso al sistema sanitario, la suspensión de un tratamiento durante la pandemia, o por no poder costear los medicamentos. Al igual que en el resto de parámetros, también las mujeres se han contagiado más que los hombres.
Un 17% de las personas encuestadas están afectadas por la llamada ‘fatiga pandémica’, un cansancio a nivel informativo y comportamental relacionado con la COVID-19.
Los jóvenes y adolescentes, más allá de las repercusiones en sus actividades de ocio, en un 53,8% afirman haber visto alterada su vida laboral o estudiantil para peor.
La situación socioeconómica y el empleo
Casi la mitad de los hogares (47,6%) se encuentra en situación de pobreza extrema, y el 76,5% está en pobreza relativa. La carencia material severa afecta al 32,1% de los hogares, y un 11,2% tienen a todos los miembros en edad de trabajar desempleados, o con baja carga horaria.
Entre quienes tienen empleo, el 67,3% vive en hogares en situación de pobreza, convirtiéndoles en “trabajadores pobres”; y la tasa de pobreza infantil alcanza el 94,1%. Casi la mitad de los hogares(48%) tiene bastantes o muchas dificultades para llegar a final de mes, y un 24%, algunas dificultades. En los hogares monoparentales encabezados por mujeres la cifra se dispara hasta el 84%.
Un tercio de las personas ocupadas tiene un trabajo a tiempo parcial, siendo más frecuente en el caso de las mujeres (40,8% frente al 21% de los hombres); la precariedad aboca a la aceptación de cualquier tipo de relación laboral, ya sea fraudulenta, sumergida, temporal, o en condiciones de abuso como estrategia de supervivencia; y es que en el ámbito del empleo, el 44,7% de las personas activas de Cruz Roja RESPONDE están en situación de desempleo: se dividen en, quienes han perdido su puesto de trabajo durante la pandemia el 51,2%, y quienes ya estaban en desempleo cuando ésta comenzó el 48,9%.
Durante 2021, los ERTEs han pasado a ocupar un papel totalmente residual, siendo sólo un 2,6% de los asalariados encuestados los que se encontraban en esta situación.
En los hogares en los que ha habido desempleo o subempleo, con un descenso considerable de los ingresos o directamente sin ningún ingreso, la recuperación está siendo lenta; aunque uno o más miembros de estas familias estén reincorporándose al mercado laboral, su situación sigue siendo
deficitaria. Un factor clave en este impasse es el incremento en el precio de los insumos del hogar y de los productos básicos de alimentación e higiene, o la gasolina.
Una de cada cuatro personas atendidas en el Plan Cruz Roja RESPONDE ya ha solicitado el Ingreso Mínimo Vital (24,1%) y el 8% se lo ha planteado, pero aún no lo ha solicitado. Por su parte, el 36,2% no se han planteado solicitarlo y el 31,7% no sabe lo que es, ni ha oído hablar de él. Por tanto, y este es un dato muy preocupante, un 67,9% de las personas atendidas por Cruz Roja estarían fuera del ámbito de esta medida. El 37,3% de quienes han solicitado el Ingreso Mínimo Vital lo tienen concedido.
Las consecuencias en la vivienda
Los dos años de pandemia han incrementado la denominada como “economía sumergida de la vivienda”, caracterizada por el subarriendo o el alquiler de habitaciones, la ocupación de viviendas vacías sin electricidad ni calefacción, o el arriendo de una vivienda en situaciones de habitabilidad deficitaria. Estas situaciones afectan también a familias con niños y niñas pequeñas.
La pobreza energética acecha los hogares: el 34,3% de las personas atendidas por Cruz Roja RESPONDE afirma no poder mantener la vivienda con una temperatura adecuada los meses fríos, y las previsiones a medio plazo sobre la evolución de los precios podría hacer que esta situación se dilate en el tiempo, e incluso se agrave.
El 46% de las personas encuestadas, además, señalan haber tenido problemas para afrontar los pagos de la vivienda y los suministros.
En general, se han subrayado el incremento de personas sin hogar, por cierre de albergues o desahucio en pensiones (6,4%), y las reagrupaciones familiares en una misma vivienda como consecuencia de la crisis de ingresos: hijos e hijas que han debido trasladarse a vivir con madres y padres mayores o dificultad para las personas jóvenes que querían independizarse.
El ambiente familiar: brecha digital, conciliación y violencia de género
En los hogares de la población atendida por Cruz Roja RESPONDE se ha detectado un 48,3% de viviendas sin Internet, y un 53,7% de viviendas sin ordenador. Sumándole la falta de competencias digitales, la brecha digital se convierte en un problema real en una sociedad que avanza en la digitalización, máxime cuando se han cerrado servicios públicos de manera presencial para trámites administrativos como los del SEPE, ERTEs, procesos de extranjería, protección internacional u homologación de titulaciones, entre otros.
Esta brecha digital ha impedido que muchas personas usuarias hayan podido acceder a servicios y prestaciones, y como consecuencia de ello, empeora su situación económica y social, acotando sus oportunidades de empleo, vivienda, ingresos, educación o sanidad.
Todo ello repercute especialmente en las personas mayores, o en jóvenes con baja cualificación, pero especialmente frena el desarrollo de niños y niñas; se crea así una brecha educativa en la que las carencias digitales constituyen uno de los lastres básicos, en concomitancia con otros efectos específicos de la crisis como la pobreza o las dificultades de sociabilidad de los niños y las niñas. Más del 30% de los hogares con menores de edad, ha tenido problemas para seguir las clases online por carecer de equipos, falta de conexión adecuada y falta de competencias digitales de los adultos.
Durante el confinamiento, las mujeres se ocuparon en exclusiva de las labores domésticas, de las de cuidados y de las educativas en el 44% de los hogares; esta situación se agrava en 2021, cuando el porcentaje ha ascendido al 53% de los hogares. Esta situación de desventaja les impide trabajar su empoderamiento o su promoción laboral, y una vez más, la violencia de género está presente con un 5,1% de mujeres atendidas afectadas (más de 5.212 mujeres).
El apoyo familiar en pandemia ha pasado a ser el motor principal de los cuidados, ante unos servicios públicos paralizados y ralentizados en la nueva normalidad, porque se ha reforzado el concepto de “estado familista”.
Voluntariado implicado
Más de 77.400 personas en todo el territorio se han volcado en la ayuda a las personas vulnerables en el marco de actuación de Cruz Roja RESPONDE. Han hecho posible el equivalente a más de 300 años de tiempo de dedicación de acción voluntaria. La mayoría del tiempo, realizado por hombres (1.432.000 horas de acción voluntaria frente a 1.264.000 de tiempo femenino), aunque la mayoría de las personas
voluntarias son mujeres (58,85%). A día de hoy, la mayoría son jóvenes, pero inicialmente fueron mayores de 55 años. Con el fin del estado de alarma, el número de voluntarios y voluntarias comenzó a descender hasta estabilizarse.
Cabe recordar que 44.000 personas fueron nuevas voluntarias en todo el país en los tres primeros meses del estado de alarma.
Claves de una intervención futura
Una demanda que aparece con fuerza, relacionada directamente con la pandemia, es la de apoyo psicológico y emocional ante la situación de crisis, el miedo, la incertidumbre y la fatiga ante las medidas impuestas. Dentro de este marco, se puso en marcha un Servicio de Atención y acompañamiento psicosocial para las personas que estaban sufriendo las consecuencias de la pandemia y del confinamiento en todo el territorio español: ‘Cruz Roja Te Escucha’, un servicio de apoyo y acompañamiento emocional (gratuito y especializado), y al que se accede llamando al 900 107 917, operativo desde el pasado 1 de abril en horario de lunes a viernes de 9 a 14 horas y de 16 a 20h (una hora menos en Canarias).
En la situación actual respecto al acceso de la ciudadanía a la Administración pública, se torna fundamental la formación de esta en competencias digitales, la disponibilidad de medios tecnológicos públicos para realizar las gestiones, y de personal que asesore en esta materia en cada servicio, así como de ventanillas de información telefónica y a través de chats durante las 24hs.
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