Vox se estrella contra sus expectativas electorales en Córdoba
Hace poco menos de tres años, Vox sacó un total de 703 votos en la provincia de Córdoba, un feudo en el que fue superado ampliamente por el Pacma y por una fuerza hoy prácticamente extinta como es UPyD. En aquel entonces, sin ningún tipo de ruido mediático, 703 personas metieron su papeleta de Vox en un sobre y éste acabo en una urna.
De aquel pequeño ejercito poco o nada se ha hablado este domingo 28 de abril en la noche electoral de Vox Córdoba. Pareciera que Vox no existió en 2016 y que esos 703 apoyos son solo un mal recuerdo, enterrado debajo de los casi 56.000 votos que ha logrado la formación hoy. Pero, sobre todo, un mal recuerdo enterrado debajo de unas expectativas de voto tan extremadamente infladas que han acabado lastrando un resultado que, por encima del quiero y no soy, es y ha sido histórico. En España y en Córdoba.
El problema está en que ya no había factor sorpresa. Hace apenas 4 meses, 35.096 cordobeses también salieron de la nada y metieron un diputado de Vox Córdoba en el parlamento andaluz, el hoy portavoz de esta formación, Alejandro Hernández. A esos, sin embargo, sí se les ha recordado esta noche. Aquella marea verde aupó, casi de la nada, a una fuerza extraparlamentaria a creerse la principal amenaza del multipartidismo perfecto que se había dado España.
Aquella marea verde andaluza, que acabó propiciando un cambio de gobierno en la Junta y que parecía una amenaza sobre el socialismo post moción de censura, ha acabado siendo, cuatro meses después, una pesada losa en un bloque de la derecha que ha llegado dividido y que, como le ha ocurrido a la izquierda toda la vida, al querer sumar ha restado.
Y eso lo sabían bien en las Bodegas Plateros, donde se suponía que tendría que haber este domingo la fiesta de la nueva derecha cordobesa. Unos salones amplios, en pleno corazón cofrade de Córdoba, los mismos en los que la misma nueva derecha hace tres meses celebraba a viva Vox la irrupción en el panorama político andaluz con 400.000 votantes.
En los mismos salones, la nueva derecha no ha sabido o no ha querido festejar el escaño conseguido por el profesor y arabista José Ramírez del Río, primer representante cordobés de esta formación en el Congreso de los Diputados, ni los más de 200.000 nuevos apoyos conseguidos en Andalucía, ni los más de 2 millones y medio de personas que se han subido a esta nueva marea que, cierto es, parecía que iba a inundar España.
Así, cuando alrededor de las 22:30 se anunciaba el primer diputado de la formación, arrebatado al PSOE -el claro triunfador de la noche-, no ha habido ninguna muestra de alegría externa. La nada absoluta. Y solo cuando la televisión ha emitido el discurso de su líder nacional, los asistentes se han animado a festejar algo, sacando pecho cuando Abascal ha citado expresamente a Córdoba como una de las provincias en la que Vox ha sumado, o cuando se ha referido al gran fracasado de la noche, el PP de Pablo Casado, a quien, en estos momentos, Santiago Abascal puede mirar de tú a tú en la hegemonía de la derecha.
Tras el discurso del líder, nadie de Vox Córdoba ha querido hacer declaraciones a la prensa. El presidente provincial alegaba que no estaba previsto y sostenía que estaban esperando a que llegaran todos los interventores para dirigirse a ellos. El flamante nuevo diputado no hizo ademán alguno de presentarse ante los medios tampoco.
Mientras tanto, llegaban algunos interventores, algunas banderas, se decían algunos viva España sueltos, y había sonrisas y cervezas. Pero flotaba en el ambiente la idea de que el mitin que dio Abascal en el Palacio de Congresos de Córdoba y en el que miles de personas se quedaron en la puerta, ha acabado siendo casi más importante que el inapelable triunfo electoral de esta jornada.
Pareciera como si nadie entonces les hubiera advertido de que la “España viva” es solo una parte de la España que vota.
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