Del taller al teatro va la artesanía coplera
Bolígrafo y papel. O pluma si se prefiere por aquello del tinte poético. Ideas que vienen y van. Pensamientos que surgen y sentimientos que afloran. Escritura lenta y después acelerada. Un folio va a la papelera. Días de sequía y otros de creatividad. Semanas de acordes para dar con la armonía idónea. Partitura dentro, partitura fuera. Una mesa llena de papeles, una cabeza en efervescencia y un corazón con latido continuo. Dada la clave son los meses de trabajo los que se suceden. Uno tras otro. Quizá unos con más compromiso que otros, probablemente unos con mejor conjunto que otros. Pero la labor ya no cesa en el taller donde nace la artesanía de las coplas de febrero. Éstas que cada febrero van directas al teatro, que incluso cobra vida para dedicar también unas letras. Y son sólo parte de las que de una forma u otra se escucharan la noche del miércoles en el Concurso de Agrupaciones Carnavalescas.
Lejos del taller estaba la chirigota del Losada que se encargó de abrir la última función de semifinales con ‘Esta gente a mí no me representa’. Con menos de media entrada, el Gran Teatro volvió a ofrecer una pobre imagen. Además el ambiente parecía frío al inicio de la sesión. El calor lo generó la agrupación sobre las tablas con un pase que bien podría ser merecedor de final. Primero por su capacidad de hacer reír con el tipo y su representación; segundo, por un repertorio entretenido, y tercer por el nivel visto a lo largo de la fase. Por cierto, la mejor letra de esta panda de agentes de artistas fue, sin duda, su segundo pasodoble. Renegaban de las coplas emocionales por parte de las chirigotas aunque esta vez iban a hacer una excepción. Y así acabaron por halagar a todo el que pillaron por el auditorio. Sobre todo al jurado, para el que hubo un jamón. Por cierto, notable actuación.
Ligeramente más caldeado quedó el Gran Teatro tras pasar sobre sus tablas los locos representantes. Aunque continuaba la baja asistencia de público cuando una de las comparsas llamadas a competir por un puesto en la final apareció. Ésta fue la de los hermanos Cobos, que con ‘Los traicioneros’ volvió a mostrar ese carácter crítico que ya le permitiera ser tercer premio con ‘Los mequetrefes’. Estos embaucadores brillaron con su tanda de pasodobles, con uno primero que fue dirigido a la sociedad inmóvil ante su precaria situación. “Un pueblo que se rinde es un pueblo traidor”, dijo el grupo, que en el segundo cantó a la necesidad de avanzar hacia el derecho a muerte digna a través de la historia de una pareja enamorada. Por supuesto, la música y las voces volvieron a tener ese sello tan propio de quienes compartieron años con Miguel Amate. Y vaya nivel a la guitarra de Fernandito Abad.
La frialdad llegó de nuevo en cierto modo con la chirigota de Finito. Con ‘Los rafafaris’ la formación defendió un tipo un tanto peculiar. Y por momentos difícil de comprender. Era un grupo de rastafaris a los que les gustaba demasiado la marihuana. Y eso fue su actuación: una oda al petardo. En medio de todo esto hubo un recuerdo a Juan Carlos Aragón en un pasodoble y a Miguel Amate tras el estribillo. Punto pelota. Después fue más interesante la propuesta de la comparsa de Aguilar de la Frontera. Ellos eran el ‘GranTeatro’ que recogió las coplas salidas del taller y decidió cantarlas. “Soy mucho más que cuatro paredes pues yo soy el santuario”, del Carnaval se entiende. Positivo fue el pase de una agrupación que ya tiene experiencia incluso en alguna final. Primer pasodoble realmente llamativo: el propio auditorio cantó a la fiesta de febrero. Porque sus componentes reflejaban una alegoría del principal espacio escénico de la ciudad.
Pero más brillante fue si cabe el segundo de la tanda. El Gran Teatro dedicó una copla a uno de sus más insignes huéspedes con esto de Don Carnal. “Parte de mí contigo se va […] cómo no iba yo a cantarte a ti con lo que tú pa mí has sido”, pronunció el grupo de Aguilar de la Frontera. Fue como si el telón, las maderas del escenario o las telas de las bambalinas cantaran a Miguel Amate. Buena actuación como lo fue la del cuarteto del Heavy. Con ‘No se salva ni uno’ presentó el conjunto una clínica particular en la que el paciente fue la niña del Exorcista pero en versión masculina. La locura y los movimientos del enfermo fueron sin duda lo mejor del pase que quizá fue de más a menos pero que entretuvo en todo momento a un teatro con una afluencia de público de nuevo realmente triste. Pero la sensación de casi soledad se rompió de todas con la penúltima agrupación que subió a las tablas. Fue la comparsa de Rafael González, esta vez menos mixta que como tenía acostumbrada pero con su sello sempiterno. El mismo que tanto se agradece, en repertorio e interpretación, cada vez que le toca en turno exponerse ante el respetable.
La propuesta del grupo este año es un ‘Taller de coplas’, aquel que recibe encargos para escribir pasodobles y cuplés para Carnaval. La idea de González esta vez resultó intimista, en concepto y forma. La puesta en escena era sencilla y a la vez mágica. Al igual que el sonido en conjunto. La música embelesaba y las voces invitaban a afinar al máximo los oídos. Una exquisitez hecha cual cuidada artesanía. Al fin y al cabo es lo que suele hacer su autor, que además descubrió su pecho para regalar dos letras de gran calado personal. Fueron sus pasodobles, con un primero a su madre, a la que recordó un año después de su fallecimiento. Los sentimientos brotaban y no dejaron de hacerlo segundos después cuando se pudo escuchar el que probablemente haya sido mejor homenaje cantado a Miguel Amate. Las palabras sobran en este caso. En fin, la actuación fue completa -de final-.
Tras erizar la piel de los presentes -por desgracia demasiados pocos- llegó la hora de cerrar una función que significaba también el culmen de la segunda fase del Concurso. Era la última actuación antes del segundo fallo del jurado de la presente edición y le correspondió a la chirigota de Los Nenes de Cañete de las Torres. De repente, Elvis Presley, Freddie Mercury, Michael Jackson o Camarón estaban todos juntos sobre las tablas del Gran Teatro donde la artesanía coplera estaba por terminar hasta dentro de dos días. Fue ésta la idea de ‘Los escarchaos’, que fue una suerte de resurrección colectiva de grandes figuras y otras que quizá no lo fueron tanto para actuar en grupo. La formación cañetera también quiso rememorar a Miguel Amate. Lo hizo en su primer pasodoble. Como es habitual, durante su pase el conjunto logró arrancar puñados de risas entre el público.
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