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Svetlana Alexiévich: “El éxito de 'Chernobyl' es un indicativo de una nueva conciencia ecológica”

La Premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich y el director de Cosmopoética, Antonio Agredano.

Juan Velasco

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Svetlana Alexiévich vive, según sus propias palabras, en un país en el que las personas le han arrebatado trozos de tierra al bosque. Y en un mundo en el que los gobiernos les han arrebatado la voz a las personas, añade este periodista, pensando en la obra literaria de la escritora, la única plumilla que ha recibido el Premio Nobel de Literatura y autora de, al menos, dos obras que están de actualidad permanente: La guerra no tiene rostro de mujer y muy especialmente Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, la obra que ha inspirado -aunque no lo reflejen así los créditos- la exitosa serie Chernobyl, producida por HBO.

Sobre esta última obra se le ha preguntado mucho en la rueda de prensa de presentación de Cosmopoética que la Nobel ucraniana ha protagonizado. Ella ha respondido con amabilidad, consciente del impacto que ha tenido la serie, aunque no sin dejar de recordar que hay siete películas basadas en libros suyos, lo que da una idea de la fuerza que tienen los temas que trata y la forma en la que los aborda.

“Yo no creía mucho en lo que iban a hacer, pero esta serie sí me ha impactado”, reconoce la escritora sobre Chernobyl, un poco abrumada por el hecho de que la serie la hayan visto 650 millones de personas. Este éxito, ha dicho, es para ella “un indicativo de una nueva conciencia ecológica que está naciendo ahora”. Especialmente entre la gente joven, que es la que consume este tipo de contenidos bajo demanda y que son, al mismo tiempo, “los que van a vivir en este mundo nuevo”, que ha querido ilustrar con la imagen de ese oso polar sentado “sobre la tierra desnuda” que también ha llegado a millones de personas a través de las redes sociales.

A pesar del impacto, Aleksiévich reconoce que la serie se aleja del libro en el que se basa. “Es muy hollywoodiense y hay una distinción muy clara entre lo bueno y lo malo. Los malos son los rusos, claro. Y mi libro no es exactamente eso”, ha apostillado, antes de aclarar que casi lleva a juicio a la productora por no acreditarla y de anunciar que, en versiones posteriores, los créditos de Chernobyl indicarán la fuente de la que beben “en breve”.

Eso es lo que ocurre cuando esta periodista mira a Occidente. ¿Pero qué pasa cuando mira a su país o a Oriente? Pues que tampoco le gusta demasiado lo que ve: “Creo que cualquier dictadura o poder autoritario es muy poco culto, porque solo gente muy poco culta puede llevar a cabo un acto de censura”, indica en relación a cuando fue censurada en Bielorrusia, país en el que vive en la actualidad. A su juicio, Aleksandr Lukashenko, actual presidente de Bielorrusia, o Vladimir Putin “son personas de tiempos pasados que se han quedado anclados en el ayer”, a diferencia de nuevos líderes como Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania. “Es imposible que a Lukashenko lo veas hablar del valor de una sola vida humana; sin embargo, Zelenski no para de hablar de ello”, apostilla la periodista, que reconoce que “el mal puede ser muy diverso y puede transformarse” y que, desgraciadamente, “estamos viviendo tiempos de barbarie” en los que “una vida humana vale muy poco” en esas tierras.

Para revalorizar la vida confiesa escribir la periodista, que apunta a que “cada persona tiene una historia dentro que se puede contar” y a eso se dedica, exponiendo los hechos de manera periodística y usando la narrativa para extraer la belleza. Pone entonces de ejemplo el relato de Voces de Chernobyl en el que la mujer de uno de los bomberos que actuó en Chernobyl le “sacaba sus entrañas de la boca para que no se ahogase y le ponía las vendas” a su marido, convertido en “un monstruo” por los efectos de la radiación, pero con suavidad, conciente de que, no hace tanto, era “su marido, un hombre joven y guapo”.

“Pude transmitir todo el horror con el que está asociada la energía nuclear. Por eso para mí es tan importante la belleza, porque sin ella todo este horror, el terrorismo, las catástrofes, se nos haría insoportable”, remata Aleksiévich, que advierte de que esta historia, más que ninguna otra, encierra “la realidad del futuro” y su desconfianza hacia una tecnología que “no tenemos completamente dominada”.

“Hace poco estuve en Fukushima y vi el país más desarrollado tecnológicamente del mundo viviendo la misma situación. Otra vez cientos de miles de personas desalojadas, los militares, los científicos, los representantes del poder, la sociedad, todos estaban igual de perdidos. Ni el propio puerto ni nadie en el mundo sabe qué está pasando allí. Y como siempre la víctima es el hombre pequeño”, lamenta la escritora el mismo día en el que cientos de miles de “hombres y mujeres pequeñas” se manifiestan por toda España para pedir un cambio de paradigma. Cosmopoética arranca escuchando esas voces.

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