Un quejío pacense, una diestra granaína y una seguiriya chilena
El XXII Concurso Nacional de Arte Flamenco ha volado fuera de Córdoba. Los tres ganadores dados a conocer este jueves tienen en común su juventud -van de los 24 a los 32 años-, la sorpresa con la que han recibido el máximo galardón -aunque dos de ellos eran los grandes favoritos-, los nervios de la prueba y la devoción hacia el público de Córdoba.
Francisco Escudero, El Perrete, en la categoría de cante; Florencia Oz, en la categoría de baile; y José Fermín Fernández, en la categoría de toque, se llevarán lejos de la ciudad el premio, pero es posible que su carrera ya quede ligada para siempre a Córdoba, donde se han impuesto en el “concurso de concursos”.
José Fermín Fernández: Del Bordón Minero al Nacional
El guitarrista José Fermín Fernández (Granada, 1995) estaba en todas las quinielas. Su nombre se coló entre los participantes a última hora, solo 24 horas antes de que se acabara el plazo. Pero no era un nombre cualquiera, pues Fernández venía de ganar el Bordón Minero del Festival de la Unión hace apenas unos meses. El futuro ganador se había apuntado animado por unos amigos, sin pensar bien si optar tan seguido a otro premio nacional era buena idea o no.
“A mí me ha añadido mucha presión. Y cuando lo pensé fríamente me di cuenta que yo tenía mucho más que perder que ganar”, reflexiona desde la tranquilidad del premio Fernández, que añade sardónicamente: “Los flamencos es que somos mu malos”.
La machada de este guitarrista diestro es importante. Hasta la fecha, solo Antonio Rey había logrado llevarse el Bordón y el Nacional en un mismo año. El madrileño lo hizo en 2003. Este guitarrista granadino lo acaba de lograr “muerto de nervios”, según él mismo confiesa. “La primera fase la pillé más tranquila, pero en la final mi cabeza me decía: Vas a equivocarte”.
En ese momento se agarró a lo que tenía en frente. “Es que en Córdoba hay un público tan acogedor y eso no me lo esperaba para nada. En la final fue increíble, de verdad, todavía más volcado conmigo”, recuerda el guitarrista, que empezó a tocar la guitarra con 11 años con el maestro Alberto Fernández López de Granada, y que espera que estos dos premios impulsen su carrera como solista. Aunque antes le queda tocar, ya sin el nervio de la competición, en la Gala de Clausura del Nacional.
El Perrete: A la segunda la vencida
“Las cosas vienen cuando tienen que venir”. La primera vez que descuelga el teléfono, Francisco Escudero (Badajoz, 1992) habla bajito y pide tiempo. Está en clase. Seguramente, la de este jueves no ha sido una jornada laboral cualquiera en la escuela donde El Perrete enseña cante. Sus alumnos han aprendido, según explica el cantaor, que “hay que ser constante y que las cosas, machacándolas, se consiguen”.
A él le ha tocado este otoño. Hace tres años se quedó a las puertas de El Nacional. Hace unos meses a punto estuvo también de llevarse la Lámpara Minera -aunque igual lleva cuatro premios de La Unión entre 2018 y 2019-. “Las cosas vienen cuando tienen que venir”, repite el cantaor pacense, que tiene claro que el flamenco es una carrera de fondo, en la que más vale tener los pies en la tierra.
Quizá por ello, cuando en la mañana de este jueves le han comunicado el fallo del jurado, ha preguntado a la mujer al otro lado del teléfono: “¿Pero tú has mirado bien? ¿Eso pone ahí?”. “Ha sido bonito, porque ha sido a la segunda vez. Y porque a la gente, aparte de al jurado a la afición, le ha parecido bien mi manera de ver el flamenco”, resume El Perrete de su paso por el Concurso Nacional, cuya victoria considera “un sueño cumplido”.
Porque, tal y como reconoce, para los que no vienen “de casa cantaora o de un apellido” estos concursos son muy importantes. Y más si quién te lo entrega “son maestros, espejos en los que uno se mira”, como afirma que ha ocurrido con el jurado de este año. A ellos y al público les advierte de que en la gala del sábado cantará con todo su corazón, pero con la misma tranquilidad con la que lo ha hecho todo el concurso.
Florencia Oz: la bulería chilena
El caso de Florencia O’Ryan Zúñiga (Santiago de Chile, 1987) también es inédito. Con la excepción de la victoria en 1995 de la japonesa Atsuko Kamata de unos de los premios -entonces se repartían varios y un absoluto-, es la primera vez que El Nacional de Danza viaja tan lejos. Del Guadalquivir cordobés al Mapocho chileno, en cuya ribera se estará festejando que el sueño de Florencia de bailar flamenco ha tenido premio en una de las capitales mundiales del arte jondo.
Claro que ella ya lleva unos años afincada en otra metrópoli del flamenco, en Sevilla, que es donde ha recibido en la mañana de este jueves la noticia, mientras desayunaba. La ha asumido en silencio. Como si no estuviera pasando. Y se ha ido a ensayar, que tiene un espectáculo con David Coria entre manos. Manos con dedos un poco dislocados, según cuenta la bailaora, que reconoce su estupefacción todavía por el premio, aunque lleve horas ya digerido.
“Es que me pilla muy de sorpresa. Porque lo que me impulsó a apuntarme no era acabar ganando. El foco estaba en que el proceso antes de los concursos es muy bueno, porque se trabaja mucho. Yo aspiraba a eso”, confiesa Florencia, que añade que le ha resultado muy difícil disfrutar durante la competición a pesar de que reconoce que llegó al flamenco precisamente seducida por cómo se trabaja con las emociones.
¿Y cómo fue el primer contacto? “Cuando tenía quince años, una amiga me invitó a una clase de flamenco. Y entré como afición al baile, pero desde dentro vi este mundo impresionante. Y me enganchó”, recuerda ahora, conectándolo con bailes chilenos como la cueca, cuyo patrón va por bulerías. “El secreto es que un arte que trabaja con las emociones y por eso es universal”, reflexiona la primera bailaora internacional en ganar el Concurso Nacional de Flamenco.
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