Ida Nielsen: ¿Sueñan las danesas con bajos eléctricos?
Pat Metheny dijo una vez: “Si eres el mejor de tu banda, es mejor que la dejes porque no vas a crecer más”. Quizá no sea literal, pero el mensaje se oyó una vez en uno de sus cursos en Córdoba y es aplicable a muchos grandes nombres de la música que, aunque llenan estadios con su nombre en el cartel, el brillo lo encienden las bandas que los acompañan.
Uno de estos fue Prince. El genio de Minneapolis era un Mozart de la música negra, capaz de componer discos notables tocando él todos los instrumentos, pero también un intérprete y un líder generoso, que siempre se apoyaba en los mejores. Su banda, New Power Generation -anteriormente The Revolution- fue un ejemplo vivo de ello, un combo de músicos ultratalentosos llegados de cualquier parte del mundo, aunque con un color, por qué no decirlo, predominantemente negro.
Por ello, la inclusión de la bajista danesa Ida Nielsen, conocida entonces como Ida Funkhouse, puede considerarse, más que un golpe de suerte, una demostración del buen criterio que siempre tuvo Prince Roger Nelson para armar sus kilombos. Es posible, todo sea dicho, que ese paso oculte durante mucho tiempo el talento propio de esta compositora, cantante y bajista, que pudo cumplir el sueño de tocar con Prince, pero que en su carrera en solitario siempre ha mirado más hacia esa otra estrella de la música negra y el funk, mucho más desconocida pero igual de legendaria, que es el bajista Bootsy Collins.
Comparte con Collins Ida Nielsen ese pacto sellado con los ancestros del funk de mezclar ciencia ficción en el espíritu y música de raíz en las formas. Nielsen ha ofrecido en su concierto en el Gran Teatro todo eso: descargas sonoras de groove, impecables cambios de ritmos -bailables, sincopados, medios tiempos-, desarrollos pseudoperísticos, solos instrumentales y mensajes combativos mezclados entre llamadas a la fiesta. Para sumar, como el gran Bootsy hace desde muchos años, pone un rap político y concienciador que colorea bien la propuesta.
Una propuesta que ha llegado a España por primera vez a través de Córdoba y del Festival de la Guitarra y que, y aquí viene la parte mala, ha quedado un tanto encapsulada en un Gran Teatro que, sin presentar una entrada reseñable, mostraba ganas de bailar funk pero no podía. Un espacio que además ha ofrecido pocos, pero algunos, altibajos en la calidad del sonido, más relacionados con la acústica que con la ejecución.
De esto último no ha habido pegas. Nielsen y su banda The Funkbots, formada por el poeta y rapero Kuku Agami, el teclista Phong Thanh Le, el guitarrista Mika Vandborg y el baterista Pat Dorcean, han aprobado con nota y sin necesidad de alargar los solos para arrancar aplausos. Ha bastado con hacer lo que mejor saben hacer: funk de la vieja escuela y rap, rimas que parecen siempre soul cuando los versos vuelan sobre música instrumental.
Así, cuando se llevaba media hora de concierto, ha sonado You can´t fake the funk -traducida como No puedes hacer funk falso- incluida en su disco Sometimes a girl needs sugar too, una canción escrita por una bajista danesa y un pianista asiático, y que desde el patio de butacas se ha entendido como una patada en las gónadas a las voces que pregonan como algo peyorativo ese concepto manido, tan en boga últimamente pero vacío de discurso, de la apropiación cultural.
Porque la pregunta que este periodista se hacía mientras disfrutaba de más de 100 minutos del funk más negro que existe ejecutados por una banda europea en un festival de la guitarra en Córdoba no era otra que: ¿Sueñan las danesas con bajos eléctricos?
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