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Un dialecto en cada dedo para un mismo idioma: el flamenco

Gerardo Núñez y Ulf Wakenius en el Festival de la Guitarra de Córdoba | ÁLEX GALLEGOS

Juan Velasco

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La primera vez que hubo un diálogo entre dos homínidos, en la prehistoria de nuestra prehistoria, usaron las manos y los dedos para comunicarse entre ellos. Un dedo señala un árbol. O golpea una piedra. O pinta una pared. Así nació la clave que distingue al ser humano como especie, su capacidad de comunicación y de usar todo lo que tenga a mano -nunca mejor dicho- para llegar al otro.

Y nada hay más epatante para llegar al otro que la música, un idioma, un lenguaje, un diálogo en el que, de nuevo, las manos y los dedos son clave. Dos guitarristas y un percusionista, por ejemplo, pueden llegar a explicar la retórica de Aristóteles, el Logos, el Ethos y el Pathos, pero es más probable que uno se pierda en los detalles ocultos en cada nota y en cada movimiento. En el baile detrás de cada dedo.

Para conciertos como el de Gerardo Núñez y Ulf Wakenius nació hace 39 ediciones el Festival de la Guitarra de Córdoba: para poner en los oídos de la gente el diálogo infinito de las seis cuerdas. Este lunes se obró el milagro de que la filosofía y la ciencia, el lenguaje y las matemáticas, la teoría y la práctica confluyeran sobre el escenario del Teatro Góngora.

“El diálogo, el discurso”, especificaba el guitarrista jerezano Gerardo Núñez al público sobre el significado de su trabajo conjunto con el maestro sueco Ulf Wakenius, Logos, un trabajo que construyeron en 2016 para el prestigioso sello alemán Act y que supuso la confirmación del flechazo que sintieron tocando juntos por primera vez un año antes, con motivo del disco Jazzpaña.

Como en aquel primer encuentro, Logos era la unión de dos maneras de tocar la guitarra muy parecidas, dotadas, al mismo tiempo, de suavidad, fuerza, complejidad y expresividad, además de la pericia y la ejecución técnica que se presupone a maestros tan dotados como éstos. El disco acabó siendo reconocido por más de una publicación entre lo mejor de aquel año 2016 y la comunicación fluida entre los dos intérpretes -y el percusionista de Sanlúcar Cepillo, que ejerce de eslabón entre ambos en los citados discos y en el escenario-, se hizo carne de teatros y festivales a caballo entre el jazz y el flamenco.

Así han llegado a Córdoba, al sitio donde, como ha reconocido Núñez durante el concierto, “uno siempre se siente en casa”, y a un festival que, no solo le ha dado un teatro, sino un curso para explicar parte de lo que esconde en su guitarra a alumnos llegados de todo el mundo para entender mejor el idioma de las seis cuerdas.

El concierto ha sido la guinda del pastel. Arrancó austero, con Gerardo Núñez solitario en el escenario tocando una rondeña, antes de que se le uniera el percusionista y, ya en el segundo tema, Ulf Wakenius y su guitarra acústica con cuerdas de nailon, a las que les extrae un sonido de una robusta calidez flamenca. Y hablaron entre ellos. Unas veces lo hacía más alto Núñez y otras Wakenius, y muy a menudo ambos al unísono, siempre sobre un cajón flamenco que hablaba el mismo idioma que ellos y que se crecía en las bulerías.

Con una bulería acabó precisamente el concierto y, ya fuera de micrófonos, con otro ejemplo de comunicación dactilar: Núñez se lleva la guitarra por encima de la cintura, con el mástil apuntando al cielo, y mira al Cepillo. Éste sonríe y comienza a palmear suave. El público se une. El Cepillo se arranca a cantar y su voz rellana el vacío del teatro.

Todo ello ocurre ante la atenta mirada del guitarrista sueco, un espectador más del milagro de un idioma único capaz de hacerse entender en cualquier parte del mundo: el flamenco.

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