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Y volar

Imagen de la grada de El Arcángel ante el Sevilla Atlético | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Si esto no es la felicidad, ha de ser algo muy cercano. Una sonrisa colectiva concede lugar a dudas. Aunque en realidad no existe la más mínima. La noche avanza hacia su final. Entonces la alegría es incontenible. “Sí se puede, sí se puede”, retumba aún en El Arcángel. Miles de voces hechas una sola lo exclaman al unísono. Es un cántico de esperanza, pero también de guerra. Es el lema, como algún otro más, de la contienda más dura de todas. Los suspiros de otros encuentros esta vez son gritos sin pudor al viento. Es historia la presión del día aquel en que todo tuviera aspecto sombrío. Ése en que todo comenzara a cambiar. El choque con el Valladolid, la parada de Kieszek, es ya parte de un pasado imprescindible para entender el presente.

Presente dibujado con colores vivos. El lápiz negro está guardado en el cajón. El gris todavía permanece en el interior de la caja. Es curioso. Y al tiempo es reflejo de una realidad nunca cambiante en esta ciudad. Del blanco al… y viceversa. Pero esta vez el verde luce más. Nadie sabe qué es eso de la ansiedad. La que asfixiara de manera casi insoportable hasta el último instante en aquel otro partido. Ése que quizá firmará la mayoría con triunfo antes de pisar el verde. En el fútbol nada es sencillo. La lógica de los números tampoco es tal. La liberación es cierta tras superar al Lorca. Mucho más después de arrancar un punto en Pamplona. El Osasuna conoce de las armas de un rival al que no hace mucho dieran por muerto en toda una categoría.

De categoría es el sonido de la ilusión. Ésta es precisamente la principal baza en una senda pedregosa. El Córdoba es lo que su afición, un tipo valiente. Un guerrero al que no le faltan arrestos para enfrentar los más difíciles desafíos. Incluso aquellos que al comenzar parecen tener un objetivo imposible. Pero cuando uno cree todo es posible. Tanto que es capaz de permitirse un futuro mucho más cargado de felicidad. Si no lo es, ha de ser algo muy cercano. Ante el Sevilla Atlético toca cumplir, y el conjunto blanquiverde cumple. Cinco minutos le bastan al equipo de Sandoval para romper la fortaleza de un rival quizá mejor hasta el primer gol. Cinco minutos son suficientes para abrazar la dicha. Porque el equipo y su gente, la que nunca desiste, dejan de acariciarla para apretarla fuerte junto a su regazo. Es hora de desatar las alas. Y volar.

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