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Si no tienen nada más que decir, ahí está la puerta

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Paco Merino

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El Córdoba se despide de Primera en El Arcángel sufriendo ante el Rayo una nueva derrota | El equipo completa un pleno infame en la segunda vuelta en su hogar: 0 puntos en 9 partidos

Paco Jémez subía con una sonrisa nerviosa las escalinatas de tribuna en dirección a la zona de cabinas mientras que el himno del Córdoba sonaba, por primera vez, con un fondo de pitos. La bronca fue descomunal, algo nunca visto. Los que estaban vestidos de blanco y verde entendieron en ese momento, por si aún no se habian enterado, de que les esperaban noventa minutos infernales. Aplausos al adversario, rechifla generalizada ante los errores, aclamación a Jémez -muy serio, detrás de los cristales de la “pecera” de la prensa- y cánticos de reprobación a Carlos González. Al presidente, por cierto, no se le vio en el palco. Fue un circo con muy poca gracia. Cuando se conoció el desenlace del partido del filial, el personal entonó las cantinelas más críticas. Dos descensos en una temporada y un porvenir oscuro han sido un golpe bajo del que será complicado que no queden secuelas. Ha sido una derrota global. Por arriba y por abajo. Por la derecha y por la izquierda. Por delante y por detrás.

El del Rayo fue el partido más triste de la historia en El Arcángel. En la grada, poca gente y muy avinagrada, como se podía esperar por la trayectoria del equipo en lo deportivo y en todo lo demás. Los gritos y el hastío de siempre. Entre la rabia y la indiferencia, el cordobesismo asistió al último capítulo en Primera División de su equipo en El Arcángel, un reino invadido y saqueado por todos los que pasaron por aquí. El Rayo Vallecano llegaba jugándose sus opciones de entrar en competición europea. Ese detalle hizo que los carruseles radiofónicos repararan en que en Córdoba estaba disputándose un partido de la penúltima jornada de la Liga. El blanquiverde fue, más que nunca, un perfecto equipo intrascendente, una presencia sin sustancia ni sentido. Hace mucho que no es nadie y lo peor es que ni siquiera ha tenido ha habilidad para retirarse con discreción. Lo hizo tirando la cristalería por el suelo y haciendo el peor de los ruidos posibles. Lo realmente doloroso es que eso le da igual a todo el mundo. La afición no acudió al estadio esperando un resultado, ni siquiera una imagen conmovedora que llevarse en su memoria futbolera. Muchos, benditos ilusos, se plantaron allí a pleno sol para pedir a Paco Jémez, entrenador del Rayo, que volviera al Córdoba. Los sueños imposibles se venden baratos aquí. Con guarnición de humo.

Con menos ambiente que una piscina en noviembre, José Antonio Romero se arrancó con una propuesta novedosa, o el enésimo meneo al potaje podrido del Córdoba. Cuestión de interpretaciones. El de La Roda, en su despedida del banquillo, apostó por una pareja de centrales curiosa -Luso y Deivid- y la eliminación absoluta de tipos con etiqueta estelar como Nabil Ghilas o Bebé, flamantes cesiones del Oporto y del Benfica, que han cerrado el ciclo del préstamo de manera ridícula. Rescató para la titularidad al meta Mikel Saizar, dejando en la suplencia a un Juan Carlos que hace unos meses fue renovado. Sí se alinearon como titulares el único cordobés de la plantilla, Fede Vico, y el indiscutible ídolo del cordobesismo: el rumano Florin Andone. Uno retornará el Anderlecht; el otro tiene contrato en vigor y un lacito preparado para quien esté dispuesto a pagar por llevárselo. Pero eso será otra historia.

El partido no fue nada del otro mundo. El Rayo, a lo suyo. Como la mayoría de los que han pasado por El Arcángel, sabe que sólo hace falta estar ordenadito y esperar a que el equipo de casa enseñe sus flaquezas, que lo hará. En un despiste, un balón perdido, una desaplicación defensiva, un penalti absurdo... Saben que va a pasar. Durante la segunda vuelta, todos los han equipos han ganado en Córdoba. El Rayo se encontró su ocasión a los veinte minutos. Baena agarró un balón en medio de la timorata retaguardia blanquiverde para batir a Saizar. Apenas un minuto después, el Córdoba pudo empatar. Florin Andone, el gran indultado de la tarde, se escapó por la banda y lanzó un centro pasado que remató Fede Vico, estrellando el balón en la cepa del poste. Esa acción despertó el aplauso del público, que también estuvo cortés con Rene Krhin en su despedida. El esloveno fue sustituido a los 38 minutos y en su camino hacia la caseta recibió un testimonio de gratitud a su esfuerzo. De los fichajes de invierno, el polivalente jugador del Inter ha sido el que mejor impresión ha dejado sobre el césped. El único que hizo olvidar aquella fiesta nocturna junto a Ghilas, Bebé y Rossi. Estos tres no levantaron cabeza después de aquello. Un trallazo alto de Luso y una acción de tres contra dos para el Córdoba, con Borja, Fidel y Florin resolviendo de mala manera en el último instante, cerraron la primera parte. El Rayo, sin hacer nada fuera del menú del día, iba ganando con apuros. Y el Córdoba, mal que bien, iba salvando la cara.

Tras el intermedio, el Córdoba sacó provecho de la incomprensible “pachorra” de un Rayo que no iba con fe al ataque. Los de Paco Jémez se comportaban de un modo extraño, sin poner el ardor que se le suponía a un equipo que pelea por una plaza europea, y los de casa vieron un modo de hincar el diente al partido. Lo hicieron de un modo impactante. Luso Delgado marcó el mejor gol de la temporada con una media chilena que sorprendió a Toño. El acrobático remate del hoy central aragonés puso fin a más de 400 minutos de juego en El Arcángel sin celebrar un gol. El último lo había firmado Florin, ante el Getafe, a primeros de marzo.

Llegó entonces la hora de las despedidas. Se marchó Abel Gómez, el capitán del año del ascenso, entre palmas de cariño y respeto que fueron correspondidas por el sevillano, que no ha tenido una semana fácil. Le sustituyó Fausto Rossi, sobre el que cayó un torrente de piropos relacionados con episodios en locales de ocio nocturno. El italiano, cedido por la Juventus, ha sido un pufo. Después se marchó Fede Vico, que podrá volver a Bruselas o a donde le mande el Anderlecht contando que jugó en Primera con el equipo de su tierra. Hubo aplauso en la tribuna. Parecía que todo iba a cerrarse con un pacto de no agresión, un empate ramplón que dejara una falsa sensación de buen rollo en el ambiente. Pero llegó Embarba y rompió el encanto. Un cabezazo del canterano Fran Serrano que repelió el larguero fue una buena ocasión para igualar. Mejor aún fue la que tuvo Héldon Ramos, solo delante del portero rayista. Su desesperado lanzamiento lo repelió Toño y el caboverdiano se echó las manos a la cabeza. Con el 1-2 y pocas ganas sobre el verde, el partido fue languideciendo hasta que el silbatazo de Mateu Lahoz sonó como el despertador de un sueño. Fin de ciclo, como dicen en esos programas de la tele en los que el Córdoba no volverá a salir.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA, 1: Saizar, Gunino, Luso, Deivid, Edimar, Krhin (Fran Serrano, 38'), Abel (Fausto Rossi, 73'), Fede Vico (Héldon Ramos, 81'), Borja García, Fidel y Florin Andone.

RAYO VALLECANO, 2: Toño, Amaya, Quini, Licá (Embarba, 75'), Insua, Trashorras, Raúl Baena (Jozabed, 49'), Ze Castro, Aquino, Bueno y Miku (Leo Baptistao, 64').

ÁRBITRO: Mateu Lahoz (Comité Valenciano). No mostró tarjetas.

GOLES: 0-1 (20') Baena. 1-1 (57') Luso. 1-2 (78') Embarba.

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 37 del campeonato nacional de Liga BBVA, disputado en el estadio municipal El Arcángel ante unos 7.000 espectadores.

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