¿Será posible este año?
¿Será este año? ¿Se cumplirán para el deporte cordobés algunos de esos retos, bastante añejos ya, que cada vez que se cambia de calendario aparecen como amenaza y esperanza a la vez? “Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido”, decía Robert Kincaid, el personaje que Clint Eastwood encarnó en Los puentes de Madison. Es una manera de sobrevivir. Ahí, en una ficción mantenida por razones de higiene mental, encuentran muchos clubes de Córdoba la gasolina emocional para tirar hacia adelante -y algo más que eso- en categorías de tercera fila mientras llegan tiempos mejores. Y, por lo que se ve, llegar no llegan solos. Queda la opción de pelear. En eso se han empeñado, cada uno en sus circunstancias, los cuatro clubes más emblemáticos de Córdoba.
¿Volverá el Córdoba a Primera?
No tiene demasiada pinta a día de hoy. Su gran motor para aspirar al gran salto no es la excelsa calidad de su plantilla, ni un estilo firme y efectivo, ni su capacidad para sumar puntos día sí y día también... De hecho, ha pasado por una batería de episodios propios de las entidades en dificultades. Echó al entrenador y colocó a uno de la casa. En su estadio las cosas no le salen en absoluto. Y los agujeros en el plantel se dejan sentir en las vísperas del mercado de invierno. Vieron cerca los puestos de descenso y llevan ya bastantes semanas sin catar la zona de play off. ¿Algún argumento estimulante? Uno principal: cuando ascendió, en 2014, andaba igual o peor. Todo el mundo sabe a estas alturas que no es necesario practicar un fútbol de alta escuela ni coleccionar actuaciones memorables para colocarse en la categoría superior. Con aguante y suerte puede ser suficiente. Por lo menos, para opositar hasta el final. Y ahí está el Córdoba de Luis Carrión y Alejandro González, recién coronado a sus 25 años como el presidente más joven del fútbol español. Esto es Segunda y todo puede pasar. Aunque, obviamente, con algunos refuerzos el plan parecerá más convincente a un cordobesismo que contempla la escena con los niveles de entusiasmo justitos. A la espera de que de pase algo.
¿Y qué pasa con el baloncesto?
Afición hay. A poco que se engarzan dos o tres partiditos decentes, más de mil personas acuden al Palacio de Deportes Vista Alegre para ver al equipo que abandera este deporte. Ahora es el Yosiquesé Cordobasket, la sección senior recién creada de una entidad nacida en un colegio hace una década. Jamás habían disputado un partido senior en categoría nacional hasta hace unos meses. Son líderes de su grupo y ya clasificados para la fase de ascenso. Ojo. Hablamos de una cuarta categoría. Al frente de todo esto está Rafa Sanz, que después de su retorno a la ciudad tras casi quince años entrenando profesionalmente fuera de ella está dando mucho que hablar. Llevó al Bball Córdoba a un histórico Top 16 nacional. Después se marchó al club de la acera de enfrente y con él se fueron los principales jugadores locales. Dispone de una plantilla de 12 hombres: diez cordobeses, un base de Andújar y un pívot brasileño. Y está funcionando. ¿Subir? Todo puede suceder aunque, como bien se sabe, en este deporte -y en todos los de sala- uno juega en la categoría que se puede pagar. De momento, hay un proyecto en marcha con cuerpo técnico, directiva -al frente está un ex jugador y entrenador de prestigio como Ángel Lopera- armazón deportivo y patrocinio cordobés. Trabajan duro y las cosas les van saliendo bien. ¿Habrá ascenso de categoría? 2017 se vislumbra como un año clave en este deporte.
¿Dónde está la vía para el fútbol sala?
Córdoba es una potencia en el fútbol sala. Pero nunca ha tenido un equipo masculino en la máxima categoría. Exporta jugadores de manera continúa en los últimos años. Campeones de Europa, mundialistas... Coloca futbolistas en los principales clubes profesionales del país y en algunas ligas extranjeras. ¿Se podría traducir esa asombrosa eficacia formativa en un club local en una liga al menos semiprofesional? En ello se ha empeñado el Itea Automatismos, que juega en la Segunda B -lejísimos de la élite- y anda formando un grupo de lo más interesante. Con una base cordobesa -no puede ser de otro modo, por el imperativo económico- ha conseguido el primer paso: captar el interés del aficionado. En Vista Alegre, pese a los horarios infames a los que juega, ha logrado reunir a una creciente masa de fieles. Pelea en los primeros puestos de su liga y no se está volviendo loco a la hora de manejar los recursos. Su presidente, José García Román, conoce el paño. Este verano hubo un flirteo con el Córdoba CF, cuyo dueño Carlos González estaba interesado en crear una sección de fútbol sala en la entidad blanquiverde. ¿Tendrá su sustituto, Alejandro González, las mismas ideas? ¿Y al Itea le interesa esto? En 2017 habrá que seguirles.
¿Qué pieza le falta al balonmano?
El Córdoba Balonmano representa uno de los fenómenos más curiosos del deporte local. Es una fábrica de jugadores de primer orden. Lleva años exportando talentos a otros clubes del país y, con la evolución de las entidades de la provincia -Pozoblanco primero, después Palma del Río y Puente Genil-, ha contribuido de manera importante a su explosión. En todos esos pueblos llegaron a militar en la Asobal. En la capital, nunca. Con una sólida estructura interna, una filosofía clara, masa social y éxitos deportivos, al CBM le falta un salto a la máxima categoría. ¿Y eso es posible? Pues sí. De hecho, es la modalidad que estaría más cerca. No en este momento, obviamente, pero sí en cualquier otro. Militan en la División de Honor Plata -ascendieron el año pasado- y están peleando por asegurar la permanencia. ¿Qué falta? Exacto: dinero. Mientras eso llega -¿será en 2017?-, el CBM seguirá manteniendo su vitola de mejor club deportivo cordobés y forjando jugadores a los que luego aplaudirán viéndolos por televisión.
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