Seis años y medio después...
Con los números en la mano, el Córdoba está tocando su punto deportivo más bajo desde que Carlos González asumió el mando en verano de 2011. La derrota ante la Sociedad Deportiva Huesca (0-2) y la posterior victoria del Mallorca ante el Rayo Vallecano ha dejado a los blanquiverdes en la décimo novena posición de la tabla y ya han saltado todas las alarmas. “Parece un mal sueño”, acertó a decir Federico Piovaccari después de la enésima decepción del curso. Para el cordobesismo, la situación lleva a rememorar épocas pasadas. González ha podido alardear durante su mandato de un balance deportivo que supera, con mucho, el de las décadas anteriores: tres play offs, un ascenso y una temporada -horrible, sí- en Primera División forman un expediente que suena a gloria si se compara con la situación que el Córdoba venía viviendo en la primera década del siglo XXI. En la actualidad, la pelea por agarrar cuanto antes los cincuenta puntos vuelve a ser el objetivo. “Yo apoyaría, porque la situación puede ser peor”, advirtió en la sala de prensa Luis Miguel Carrión, que vive un momento de lo más delicado. Decir que su puesto al frente del equipo corre peligro es una obviedad. Y el sábado que viene visitan al líder Levante.
Navas, Tena, Camille, Agus, Beobide, Usero, Gerardo, Arteaga, Charles, Pepe Díaz y Jonathan Sesma. Salieron después Oriol Riera, Juanmi Callejón y Jorge Luque. No queda nadie en el plantel cordobesista desde aquel 18 de septiembre de 2010. Cuarta jornada. Llegó el Xerez Deportivo a El Arcángel y venció por 0-2 con goles de Redondo y Vicente Moreno, entrenador del Nástic hasta el pasado mes de diciembre. El equipo cordobesista, entrenado por Lucas Alcaraz, no había ganado ningún partido. Empezó con un empate en Salamanca (1-1) y después cayó en casa con el Rayo (2-3) y en Balaídos frente al Celta (3-2) antes del tropiezo frente al Xerez. Un punto de doce y puesto diecinueve. La amargura apenas duró. Después de ese día estuvo nueve partidos oficiales sin perder: siete de Liga y una doble cita de Copa eliminando al Racing de Santander. Aquella temporada la terminó el Córdoba en el puesto 16, con 52 puntos. Salvó el cuello en el último mes, lo que se llegó a interpretar como un éxito. Desde entonces, hasta hoy. Luego llegó el cambio de propiedad en verano, la llegada de Carlos González, el fichaje de Paco Jémez... y el Córdoba se transformó. Aquellas penurias deportivas desaparecieron del mapa. El retorno de la angustia lo llevan mal los seguidores. Este domingo mostraron su disconformidad con concentraciones, consignas coreadas y, al final, con el abandono de su localidad de manera prematura mientras su equipo, vencido, despachaba los últimos minutos de otro partido frustrante.
“Tenemos que pedir perdón a la afición por los resultados. Comprendo el enfado de la gente, porque ellos están aquí toda la vida, el Córdoba son ellos. Los jugadores y entrenadores venimos y nos vamos, pero ahora estamos todos en el mismo barco y tenemos que remar juntos. Durante el partido tienen que apoyarnos hasta el minuto noventa y después pueden pitarnos. Los pitos son justos, pero pedimos ayuda”. El diagnóstico de Piovaccari retrata con fidelidad una situación inesperada. Lo de luchar por el ascenso después de los movimientos del verano -venta o marcha de los mejores jugadores, con repuestos de inferior nivel- era una cantinela difícil de encajar, aunque sonaba de manera recurrente por el tremendo equilibrio de la Segunda División y la histórica propensión a las sorpresas del Córdoba. Pero el mensaje no caló esta vez. Las exigencias crecientes y los refuerzos menguantes se cobraron una víctima fundamental: José Luis Oltra. Con la marcha de uno de los entrenadores más reputados de la categoría, el Córdoba entró en una espiral de extraña efervescencia. Llegó Carrión, un hombre de la casa, y se inició un baile de jugadores que ha terminado liquidando la identidad del equipo. El repunte inicial se disipó y ahora el grupo presenta un aspecto desquiciante.
¿Qué puede suceder a partir de ahora? En la próxima jornada, el Córdoba acude a Valencia para medir sus fuerzas con un equipo, el Levante, que va líder y le dobla en puntos conseguidos. En la primera vuelta, los blanquiverdes vencieron por 1-0 a los granotas, que llegaban con la etiqueta de invictos. Una vuelta después, la vida les ha tratado de diferente modo. Si el Córdoba es capaz de pegarle un capotazo al destino y tirar para arriba es un asunto sobre el que, a día de hoy, existen dudas razonables. El estado del vestuario, en lo anímico y en lo futbolístico, no parece el más adecuado para las hazañas. El Córdoba jugó con fuego y en El Arcángel ya huele a quemado. Quedan los meses duros.
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