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Saber que se puede

Cariñoso gesto de Oltra antes del partido | LARREA

Rafael Ávalos

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El Córdoba supera al Levante, líder invicto hasta este sábado, y se da un festín de autoestima | El conjunto blanquiverde recobra la confianza y la afición lo celebra, todo vuelve a ir bien

Existen momentos en los que la duda gobierna. Situaciones que provocan un intenso desasosiego. Es lo que tiene la vida, que en ocasiones golpea y hace perder, aunque sólo sea por un breve período de tiempo -a veces es mayor de lo que debiera-, el rumbo. Resulta dolorosa la ausencia del logro, el incumplimiento de las expectativas. En el fútbol sucede exactamente lo mismo. Porque lo segundo se asemeja muy mucho a lo primero. Son las sensaciones, las emociones, los avances y los tropiezos… Es el estado ánimo, que tan pronto desciende a toda velocidad como se eleva hasta lograr el vuelo. De repente, un día, surge la desesperanza. Todo parece quebrarse. Pero en noventa minutos la realidad cambia, los miedos se esfuman -o son lanzados contra la pared- y la ventana se abre. Tal y como hace el Córdoba, que este sábado tira al muro sus temores y lamentos y se asoma desde el hogar. Observa el horizonte y en su cara muestra una sonrisa.

Suena en El Arcángel música que en ocasiones evoca la fiesta de una noche joven. Ritmos de discoteca al uso y de vez en cuando un clásico. No falta Raphael. Pero es otra la melodía que necesita el conjunto blanquiverde. La armonía del juego y por supuesto de los goles. Y la necesita porque siente el deseo de creer. Ante el Levante, bajo un sol de justicia, con una temperatura por momentos insoportable y agotadora, escucha la canción que quiere. La que hace bailar a jugadores y mucho más a quienes en la grada asumen el riesgo del calor. Son valientes y sobre todo fieles y esta vez terminan contentos. Que viene el líder. ¿Y qué? Que llegamos de caer en Huesca. ¿Y qué? Que el césped igual no está bien ¿Y qué? Que las aspiraciones pueden estar confundidas. ¿Seguro? Eso sólo lo dictamina, cada temporada, lo que ocurre a lo largo de la carrera de fondo que es la temporada. Un ejemplo, el de este sábado. Fuera miedos, abierta la ventana. Gol de Guille Donoso, imagen recobrada y tres puntos.

La incertidumbre, lógica tras padecer una fiebre elevada -la que es una goleada inesperada en contra-, deja paso a la alegría. No hay lugar al desfallecimiento. Mucho menos en lo que se refiere a la ilusión, que siempre debe permanecer. Es como si la voz de Diego Torres cobrara espacio en El Arcángel, que de nuevo es escenario de sueños. ¿Razones para creer? De momento, la afición, tanto como el equipo al que alienta suceda lo que suceda -es lo que tiene la lealtad, que es incondicional-, tiene cuatro. Una es el gol del asturiano que ríe. Las otras tres son su consecuencia y se suman en la clasificación. Al final, en el estadio es fácil saber qué hay en los ojos del otro con sólo mirar. El Córdoba tiene claro que cambiar el aire depende de sí mismo y está dispuesto a generar una corriente muy distinta a la de las últimas semanas. Principalmente la de esta última. El líder ya sabe lo que es perder y el primer rival que le supera recupera su propia estima. Porque basta saber que se puede para querer que se pueda.

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