Hay personas que nacen con un don especial para los deportes. Son diamantes sin pulir, que brillan tan solo en los ojos de aquellos más conocedores del mundillo. Pero el talento sin trabajo se queda en nada, y gran parte de ese trabajo que deben realizar se basa en la preparación. La relevancia de los entrenadores en el deporte actual es cada vez mayor. Son figuras que trascienden el deporte, que llegan hasta la vida del deportista, hasta su mente, y lo preparan para los retos que les deparará su trayectoria deportiva. Una especie de psicólogos, padres y preparadores físicos que se concentran en la figura del entrenador. Y todo esto coge aún más fuerza en un momento en el que el deporte inclusivo está en auge, en pleno crecimiento, rompiendo techos de cristal y alcanzando cotas nunca antes imaginadas.
Con una trayectoria marcada por la pasión, el esfuerzo y el compromiso, la vida de Esperanza Jaqueti (Madrid, 1958) en el mundo de la natación ha sido verdaderamente histórica. Desde sus primeros días en el agua hasta su papel crucial como entrenadora y promotora del deporte inclusivo, cada paso de su camino ha sido un testimonio del poder transformador del deporte, sobre todo en las personas con discapacidad. A través de esta entrevista ofrecida a CORDÓPOLIS, Jaqueti recuerda su historia, recogiendo sus experiencias y vivencias, que comienzan en Madrid, pero que transcurren en Córdoba durante cerca de cuarenta años, y donde se ha alzado como emblema de la natación inclusiva en el Club Fidias, además de lograr ser la directora de la Comisión de Inclusión en la Real Federación Española de Natación.
La llama que encendió la pasión de Esperanza por la natación fue avivada por el entorno familiar en Madrid, donde el deporte y el estudio eran pilares fundamentales. Influida por el camino trazado por su hermana, cuyo tratamiento médico prescribía la práctica de la natación, Esperanza se sumergió en las aguas del Club Canoe, marcando así el inicio de su travesía acuática. “En mi casa era obligatorio estudiar y hacer deporte. Una hermana mía tenía una desviación de la columna, y la natación fue parte de su tratamiento. Todos fuimos detrás de ella”, recuerda.
Poco después, Jaqueti decidiría dedicarse a la enseñanza en la natación, y estuvo trabajando en la primera escuela de natación que hubo en España, fundada por Fernando Navarro en Madrid. Para ella, Navarro es “como el padre de la natación”. Los caminos de la vida la llevarían posteriormente a Ferrol, donde según ella “tuvo un descanso de lo que era la natación”, centrándose así en el instituto y en su familia. Córdoba aparecería poco después en su vida, ya para quedarse de manera definitiva. Navial fue su primer hogar en la capital cordobesa, antes de unirse al Club Fidias como entrenadora de natación.
Alfonso Otero, fundador del club allá por el año 1995, se encargó de llamarla personalmente para que formase parte de su proyecto. Por aquel entonces, Jaqueti aún no conocía el mundo de la discapacidad, pero apoyada en los conocimientos de Otero, formaron una dupla para la historia del Fidias. “Me dijo que en la parte de la discapacidad me iban a ayudar ellos, y yo les ayudaría mucho en la parte de los entrenamientos. Así es como empecé”.
Volviendo a su etapa en Madrid, Esperanza vuelve a poner en valor la figura de Fernando Navarro. Comenzó siendo su entrenador, pero cuando la madrileña se sacó el título, la acogió como segunda entrenadora en el Canoe Natación Club, “que era como la creme de la creme de la natación española”, tal y como recuerda ella misma. “Allí estuve de segunda entrenadora, y además daba clases a pequeños y a mujeres”, explica, antes de revelar una característica clave de su personalidad: “Estoy encantada de todas las etapas que he ido cubriendo, que han ido como rodando. Al final las cosas ocurrían porque tenían que ocurrir en ese momento, porque luego era las que me iban a dar el paso al siguiente nivel. Estoy muy satisfecha con mi vida”.
Siguiendo con la figura de Fernando Navarro, Jaqueti confiesa que lo ve “como el padre de todos los entrenadores que hay en España”. Sin embargo, tampoco se quiere olvidar de otro Fernando, Tejero, que fue su primer entrenador, y que a la par también fue entrenador de la primera nadadora que se llevó un oro en Campeonatos de Europa. “Tuve mucha suerte primero Fernando Tejero, que se fue al Centro de Alto Rendimiento de Málaga, y después Fernando Navarro, que era el padre de todos los entrenadores. Con ellos aprendí muchísimo, y eso me ha dado muchísima base para yo entender que un entrenador es el que ayuda a los nadadores, no es el que exige. La pena es que hay algunos entrenadores que no saben que ellos son muy importantes, sobre todo en las etapas jóvenes, en la adolescencia, para que aprendan en la vida y para que quieran seguir entrenando y estar ligados al mundo del deporte”.
Poco después, puso en marcha su llegada a Córdoba. Su marido era cordobés, por lo que mucho camino ya estaba andado. Hace ya 37 años de aquello. “En ese momento, mi suegra se quedó viuda. Todavía tenía cinco hijos pequeños, así que le propuse a mi marido opositar, pero donde hiciese calor y no lloviese. Me dijo que qué mejor que Córdoba, que era donde tenía a la familia, y eso siempre ayuda un poco a la hora de instalarte”, explica. Ahora, reconoce estar “encantada”, y considera que es “cordobesa desde hace 37 años”. “Me gusta el calor, incluso el de verano. Estoy encantada con Córdoba, con cómo está organizada, con cómo es: tranquila y una gozada, culturalmente hablando”.
Así, todos los caminos llevaron a Esperanza al mundo del entrenamiento deportivo. Para ella, ser entrenadora va más allá de impartir técnicas de natación. Es ser un guía, un apoyo y un modelo a seguir. “Un entrenador tiene que ser un técnico bueno, un biomecánico bueno, pero también un psicólogo y un segundo padre”, afirma Esperanza, reflejando su enfoque integral hacia el entrenamiento y el desarrollo personal de sus pupilos, explicando cómo “tienes que tratar con exigencia, pero con cariño. Así, irás moldeando a tus nadadores y el equipo será muy bueno entre todos. Como no trates adecuadamente, entre ellos tampoco se van a tratar adecuadamente”.
A esto hay que sumarle, también, la creciente importancia de la salud mental, ya no solo en el deporte, sino en todos los ámbitos de la vida. Así, Esperanza lamenta cómo “se está viendo ahora una gran cantidad de deportistas de alto nivel que, de pronto, empiezan a contarte, al final de sus carreras deportivas, lo mal que lo han pasado”. Hay ejemplos de todo tipo, incluso algunos muy cercanos, como es el caso de Rafa Muñoz, nadador olímpico cordobés, que en 2022 confesó a CORDÓPOLIS que su retirada fue “un desahogo” para él. “Tenemos que tener mucho cuidado con ello, y la responsabilidad recae en el entrenador y la familia. Si jugamos entre todos, será bueno para el deportista”, añade. ç
Por otro lado, Esperanza Jaqueti también lleva por bandera, orgullosa, su otra gran pasión: la enseñanza. Su primer trabajo en este ámbito fue en el IES Santos Isasa, de Montoro. “Lo pasé fenomenal. Era la primera vez que yo conocía Córdoba, a los cordobeses, y lo que más aprendí era dónde se tapeaba bien, ya que cuando volvíamos del instituto llegábamos a la capital con un hambre increíble”, recuerda entre risas. Posteriormente dio el salto al IES Luis de Góngora, donde estuvo cinco años como profesora. “Tuve la suerte de estar durante esa etapa con un director del Instituto, José Cosano, que fue muy bueno, que tenía súper bien a los alumnos porque puso reglas y se llevaban acabo, y entonces todo funcionaba muy bien. Cuando no hay reglas y la dirección no funciona, es un caos”, apunta la madrileña. Finalmente, accedería a la escuela de magisterio Sagrado Corazón, en su primera experiencia como profesora de universidad, antes de lograr una plaza en la Facultad de Ciencias de la Educación en la UCO.
El Club Fidias marcaría un hito en la vida de Esperanza, llevándola por un nuevo sendero de compromiso y superación. Fue aquí donde se sumergió en el mundo de la natación adaptada, abriendo las puertas a la inclusión y el empoderamiento a través del deporte. “Entré en una segunda etapa, cuando ya había cuatro nadadores que habían aprendido a nadar. Ahí salté al mundo del deporte y la discapacidad, y estoy encantada”, comparte Esperanza sobre su experiencia en el Club Fidias, donde su labor como entrenadora trascendió las fronteras de lo deportivo para convertirse en una voz de cambio y progreso.
Para el que no lo conozca, Esperanza define al Club Fidias como “un club inclusivo, de deporte inclusivo, donde tenemos natación, tenemos también boccia y tenemos pádel. Vamos creciendo poquito a poco, solo que lo tenemos todo enfocado a la natación porque es donde más usuarios y participantes tenemos. Además, tenemos una escuela, que estoy encantada con ella, porque está dividida en cuatro niveles y los niños van pasando de nivel a nivel según las capacidades que van consiguiendo. También participamos en campeonatos, en los juegos municipales y en trofeos”, explica.
Así, para ella, el papel que juega el Club Fidias es “darle visibilidad al deporte para personas con discapacidad, ya que aún todavía en Córdoba hay gente que se sorprende al decirles que hay natación para personas con discapacidad”, mientras que el objetivo es “alcanzar a toda la población y que sepan que estamos aquí, en el Centro Acuático Inclusivo Parque Figueroa, y que acogemos a todos, no solo a los niños con discapacidad, sino a cualquier niño o cualquier persona que quiera venir a hacer deporte, que quiera ser responsable de venir a trabajar y a buscar los resultados que busque conseguir.
Esperanza Jaqueti entró en contacto con el deporte adaptado allá por 1996, hace ya 28 años. Desde entonces, la evolución ha sido total. En aquel entonces, según relata ella misma, había Campeonatos de España y “poquito más”. Posteriormente, comenzaron a verse los primeros Campeonatos de Comunidades Autónomas, que daban acceso al nacional. Fueron creándose más trofeos, dándole así “muchas oportunidades a los deportistas para participar y hacer marcas mínimas para poder ir a Campeonatos de España”. Y se llega hasta el día de hoy, donde existe ya una liga nacional patrocinada por AXA, que se disputa en piscina de 50 metros, con cronometraje electrónico, jueces nacionales y con tiempos que ya son válidos para ir a Campeonatos Internacionales. “Ha cambiado todo una barbaridad”, reflexiona la madrileña afincada en Córdoba.
Y su vida ha ido cambiando a la par que esta evolución. En 2019, la Real Federación Española de Natación (RFEN) creó la Comisión de Inclusión, con la intención de potenciar el deporte adaptado, y nombró a Esperanza Jaqueti como la directora de dicha comisión. Esto se suma al objetivo del CSD y su nueva ley del deporte, que busca introducir los deportes inclusivos dentro de cada una de las Federaciones unideportivas que componen el panorama. “Estamos haciendo una labor que me parece bastante buena. Se ha hecho una Liga Nacional inclusiva, y aquellos nadadores que quieran participar, se les admite con la licencias nacionales de sus respectivas federaciones de discapacidad. Además, hemos dado cursos para entrenadores, para conocer el mundo del deporte adaptado así como varios cursos de árbitro, de jueces nacionales, para que si hay algún un campeonato en el que aparece un nadador o nadadora con discapacidad, sepan el reglamento específico”, explica. Ahora, luchan porque se haga realidad la propuesta de que los deportistas de alto nivel que van a los Juegos Paralímpicos y ganan medallas, tengan el mismo valor económico que el que gana las medallas en los Juegos Olímpicos.
Pero parte de esa resistencia a la evolución la encuentra en su propia ciudad, Córdoba. Numerosas han sido las voces que han pedido, de manera desesperada, una piscina de 50 metros en Córdoba para poder entrenar sin ningún tipo de problema. Las competiciones oficiales se realizan en piscinas de esas medidas, pero Córdoba tan solo cuenta con piscinas de 25 metros. Según Esperanza, una piscina de este calibre sería “positiva para cualquier club de la ciudad”, ya que se podría repartir. Son tres los grandes clubes que hay en la ciudad: Navial, CD Natación Córdoba y el Club Fidias. “Se podrían repartir bastante bien y podría ser rentable deportivamente. Hay que pensar en ello. El deporte también es rentabilidad. Además, habría muchísima gente que podría estar utilizando esa piscina cuando no la utilizan los clubes deportivos”, reflexiona.
Pero la realidad es que el Club Fidias estrenó hace algunos meses su nueva ubicación, en la piscina cubierta del Parque Figueroa. 19 años hubo que esperar para su inauguración. Con una piscina de 25 metros, Esperanza y los suyos se las apañan a su modo para dar cabida a todos sus deportistas. Explica que, durante sus etapas en Navial y Canoe, tenían “la calle de los bracistas, que eran los que van más lentos; la calle de mariposistas y espaldistas; y la calle de los crolistas y en la calle de los cronistas, los de fondo y los de velocidad”. Así, organizan a sus deportistas por velocidad, y esto lo aplica a la natación. “Tú tienes nadadores que van a una velocidad determinada, y los pones en la calle más lenta. Los que van a ritmo medio, en otra. Y los que van que se salen, porque son los que vienen con las medallas de los campeonatos nacionales, pues esos van en la calle rápida”, añade.
En el caso de los nadadores con discapacidad intelectual, hay que explicarles el ritmo que deben de seguir en unas determinadas series. Jaqueti lo hace con el siguiente método: “Tenemos el modo 'tranqui', el rápido, el muy rápido y 'a tope', en lugar de el 75%, el 80%, el 90% o el 100%, que es lo que yo les explico a otros nadadores que no tienen discapacidad. Con que me digan que lo están intentando, estamos logrando mucho”.
Pero quizás uno de los momentos más emocionantes de la trayectoria deportiva de Esperanza Jaqueti esté ligada a otro nombre: Miguel Ángel Martínez Tajuelo. El nadador paralímpico, natural de Andujar, ha estado bajo la tutela de Jaqueti durante gran parte de su trayectoria deportiva. Entró en el Club Fidias allá por 2006. “Teníamos unos cuantos nadadores que iban a Campeonatos de España y apareció Miguel y dijo que quería entrenar a ver hasta dónde llegaba. Nosotros no ponemos el techo a nadie”, explica su entrenadora. Con 22 años, Tajuelo demostró que con ganas, todo se puede conseguir.
Tardó un año en comenzar a lograr mínimas para el Campeonato de España, pero desde ese momento, nada le detuvo. En 2008 fue, junto a Esperanza, a los Juegos Paralímpicos de Verano de 2008, celebrados en China. “Fueron los que más me impactaron”, relata Jaqueti. “Te vas a Pekín, que es una civilización totalmente distinta a la que conocemos aquí en Europa o en América, y la verdad es que todo te sorprende. Se volcaron en los juegos y quisieron decirle al mundo que cuán poderosos eran, y en cuanto supieron que iban a lograr organizarlos, empezaron ya a buscar desde niños muy pequeñitos a ver dónde podían rendir, en qué deporte, y a trabajar. Trabajar, mal o no, pero buscando los resultados a toda cosa, y la verdad es que los obtuvieron. En el mundo paralímpico, raro era el pódium en el que no había uno o dos chinos cogiendo medalla”, recuerda.
Tras ello, llegaron, en 2012, los Juegos Paralímpicos de Verano en Londres. Otra experiencia única para Jaqueti, que sintió en la capital británica “que estaba como en casa”. Iba como entrenadora personal de Tajuelo, tal y como ocurrió en 2008. “Me dejaban entrar en la parte del calentamiento y del entrenamiento, pero no podía estar con él en la competición, así que estaba en las gradas. Me vi toda la natación y la disfruté una barbaridad”, rememora. Posteriormente también llegarían los Juegos Paralímpicos de 2016 en Brasil, pero a esos ya no viajó ya que el destino quedaba muy lejos. Los vio por televisión, siguió al momento las estadísticas, y Martínez Tajuelo, en cuanto salía del agua, se acordaba de Esperanza. “Me llamaba en cuanto llegaba a los vestuarios para decirme cómo había ido, sus sensaciones, y mirábamos juntos la manera de afrontar la siguiente prueba”, explica.
Sin embargo, su último recuerdo de Juegos Paralímpicos tiene un regusto amargo. En pleno 2020, con la pandemia de por medio, Tokio debía de organizar sus Juegos Paralímpicos. Martínez Tajuelo logró su mínima paralímpica en febrero, por lo que, junto con Esperanza, comenzaron a idear su preparación. Con la irrupción de la pandemia por la COVID-19, el confinamiento y el cierre de las instalaciones, ambos se las tuvieron que ingeniar para mantener los entrenamientos. “Miguel -Martínez Tajuelo- se compró un banco de pesas y unas poleas, y yo iba por videollamada dándole indicaciones. Hicimos un trabajo de condición física en el agua, pero llevado a tierra”, explica. Sin embargo, y pese a que habían anunciado que se mantendrían las mínimas paralímpicas para la clasificación, finalmente no sería así, por lo que la ansiedad fue la tónica dominante de aquel evento. “Hubo mucha ansiedad y por eso, muchos deportistas, y a mí no me extraña, cuando fueron a estos Juegos Olímpicos y Paralímpicos, luego pidieron que ya no contaran más con ellos”, añade.
Sin embargo, además de todas las experiencias vividas, Esperanza Jaqueti también recuerda todas aquellas que tuvo que dejar de lado por seguir su pasión. “Hemos dejado muchos aspectos sociales de lado por ir a Campeonatos Internacionales, que suelen ser en agosto o en septiembre, lo que significa que te quedas sin verano”, asevera. Además, recuerda alguna boda y algún cumpleaños a los que no pudo asistir por su implicación en estos campeonatos. “Es que esto -la natación- tira mucho más. Ellos lo comprenden. Los que te rodean, la familia, tienen que respetar lo que tú quieres hacer, y cuando tienes eso, puedes ir hasta el fin del mundo. Eso es lo que me ha enseñado el estar con Miguel -Martínez Tajuelo-: el decir que voy a ir a por algo, voy a buscar lo que sea para conseguirlo, y la satisfacción de haberlo logrado”, apunta orgullosa.
Además, a pesar de empezar con 22 años, Martínez Tajuelo es un ejemplo de cómo los deportistas con discapacidad pueden gozar de una vida deportiva más larga gracias a sus grandes esfuerzos, ya que, según Jaqueti, necesitan “estar en forma para ser autónomos, y un deportista que no tiene discapacidad no necesita eso, simplemente hace deporte por conseguir resultados”. Así, pone el ejemplo el caso de un deportista de la selección española que “tiene 65 años, y todavía sigue yendo a campeonatos internacionales y llevándose sus trofeos”.
Pero de igual modo, todo tiene un fin, y también hay que poner las miras en el futuro más inmediato. Con el ojo clínico que siempre ha caracterizado a Esperanza Jaqueti, la madrileña afincada en Córdoba ya tiene varios nadadores en su mira. “Tenemos a dos pequeñitos con discapacidad, que yo creo que pueden llegar a ser muy buenos”, augura, aunque no quiere “crear ansiedades ni que se crean los padres que esto es fácil o rápido, porque no lo es”. Por lo tanto, no se aventura a decir si se va a repetir un caso similar al de Martínez Tajuelo, pero también se le escapa una sonrisa al hablar de uno de sus prospectos. “Tengo la esperanza puesta en uno muy jovencito, pero que no le quiero crear ansiedad ni a él, ni a su madre. Vamos a ir viendo todo lo que consigue, pasito a pasito y sin prisa. Sin pausa, pero sin prisa”, detalla.
Y al igual que tuvo un fin la trayectoria deportiva de Martínez Tajuelo, que se retiró de la natación de alto nivel hace justo un año, en 2023, la vida en las piscinas de Esperanza Jaqueti ya va también alcanzando su fin. “Tengo ya 65 años. Mi futuro es largo, porque espero vivir mucho más, pero dentro del mundo de la natación creo que le tengo que dar ya paso a gente que quiera quedarse con el club, con los entrenamientos y todo esto”, reconoce. Por lo tanto, invita a que “el que quiera venir a trabajar, que venga. No porque se gane mucho dinero, que en este mundo de la natación paralímpica no se gana, sino por estar en un club donde tenemos muchos niños, ahora tenemos una instalación y somos como una gran familia”.
Pero, por lo pronto, el próximo reto para Esperanza Jaqueti ya está a la vuelta de la esquina. En el mes de junio, el Club Fidias viajará hasta Terrassa para afrontar el Campeonato de Verano de clubes. Se encuentran en plena fase de planificación logística, puesto que acaban “de venir del Campeonato por Comunidades Autónomas, que viajamos con la con la Federación territorial. Ahora estamos viendo a ver cómo sacamos el dinero para pagar el bus y cuánto nos va a costar el hotel y demás”. Pero el objetivo primordial es, como no podía ser de otra manera, ponerse en forma en estos tres meses que quedan.
Y es que ese, al final, es el espíritu de todo tipo de deporte, ya sea masculino, femenino o adaptado. En la entrevista, Esperanza Jaqueti deja una interesante reflexión final: “El deporte está para mantenerse en forma, pero el deporte está también, sobre todo los pequeños, para aprender muchas capacidades que le pueden mantener saludable, así como muchas capacidades psicológicas que le pueden enseñar para la vida diaria, para crecer como persona”. Y ese es, precisamente, el mayor logro de los más de 50 años que Esperanza Jaqueti lleva dedicada, en cuerpo y alma, al mundo de la natación. Los valores definen a una persona, y saber reconocerlos en aquellas figuras que te instruyen, que te guían y que sacan lo mejor de ti es lo mínimo que se puede hacer para agradecer toda una vida dedicada a la formación de deportistas del más alto nivel.
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