Nadie olvidará vuestros nombres
Ya está hecho. Tenía que ganar y ganó. Goleó. Cuatro de cuatro para pegar el portazo a una temporada que encierra lecciones morales de primer orden. El milagro se produjo ante los ojos del cordobesismo, que asistió con entusiasmo infantil -aderezado con miedos adultos- a uno de esos episodios que se recordarán para siempre y que se transformarán en leyenda con el paso de los años. Ya saben: se barnizan las partes feas, se embellecen las demás... y ahí lo tenemos. El fútbol es la vida. Y el Córdoba tiene en la nostalgia su principal combustible emocional. Estos son sus títulos. Las salvaciones contra pronóstico, las resurrecciones de entre los muertos, la burla al destino, las relaciones pendulares de amor y odio con su increíble hinchada... El Córdoba es especial por esto. Por esto se sostiene. “En este estadio pasan cosas”, dijo uno de los últimos entrenadores que pasó -y perdió- en El Arcángel. Un recinto que se llena semana tras semana para respaldar a un equipo que estuvo más de siete meses en puestos de descenso directo y que en la primera vuelta perpetró un papel ridículo, desde la cúpula hasta el césped.
Superar aquello hizo llorar a todo el mundo: a quienes lo padecieron y a aquellos que, como Sandoval, se metieron en este berenjenal seducidos por la posibilidad de pasar a la historia. Si había -como parecía- debacle, los dedos tenían claro hacia dónde señalar. Pero el Córdoba se levantó. Como hace siempre. Como tantas veces cuentan los padres a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Una vez más, el Córdoba se rió con la boca partida, la sangre manando, los dientes rotos, los ojos hinchados... Una vez más, siguió en pie. Miró con orgullo a quienes creían que lo iban a ver derribado, pidiendo clemencia. No sucedió. Al final, todos los que llevaban una camiseta blanquiverde volvieron a besar el escudo de su equipo inmortal. El ciclo de la vida blanquiverde es así. Caerse al fango, tragárselo, sentir que no puedes más, sacar la cabeza y cuando aspiras con rabia una bocanada de aire... encuentras a un cocodrilo que te mira con las fauces abiertas. Esto no para.
Sandoval no hizo experimentos. Para qué. Uno y otro sabían a lo que iban. El de Humanes solo tocó una tecla: metió de inicio al joven Álvaro Aguado y dejó en la recámara a Álex Vallejo. Un plus de creatividad en detrimento del poder de contención. El retoque clásico para un equipo que jugaba en casa y que con una victoria garantizaba el objetivo de la permanencia. En el Sporting, algunos retoques con respecto a lo habitual. Había inquietud en el cordobesismo por ver la actitud de los asturianos -que dentro de tres días afrontan los play offs de ascenso a Primera- en el arranque. En el caso de los anfitriones no había dudas. El escenario y las circunstancias incitaban a actuar al límite. Ya no había nada que guardarse para mañana. Y todo quedó claro bien pronto.
Parece mentira que un equipo como este Córdoba -estos jugadores, este entrenador, este estilo, esta afición- se estuviera jugando la permanencia en Segunda en la última jornada. Pero así eran las cosas. La magnitud de la deuda pendiente de la cochambrosa etapa anterior exigió la conversión de un grupo descompasado en una fina orquesta. En la primera parte, el conjunto anfitrión desplegó fases de fútbol de alta clase. Jugó con los pies y la cabeza, dominando a un Sporting bastante desnortado. A los cinco minutos, Sergio Aguza pegó un latigazo desde el borde del área que obligó a Mariño a lanzarse a ras de césped para blocar junto al palo.
Los avisos no tardaron en concretarse. Sergi Guardiola añadió una medalla más a su lustroso expediente goleador y batió a meta rojiblanco con un tiro bombeado. El jumillano había recogido un buen servicio de Aguza, que le filtró el pase con habilidad para dejarle un claro mano a mano que el goleador resolvió de modo formidable. El 1-0 llevó al paroxismo a la grada de El Arcángel, que apretaba como nunca. Tres minutos después, Reyes robó una pelota y conectó un pase magistral a Fernández, cuyo disparo sobre la marcha desvió con una mano Mariño. La clarísima ocasión errada no descompuso al Córdoba, que en esos instantes se sentía cómodo. El único susto para Kieszek llegó a los 23 minutos, cuando Isma López recogió un balón que ningún zaguero logró despejar y, en posición clara, le pegó a la pelota con tanta fuerza que se le fue al cielo.
A la media hora, el delirio. Álex Quintanilla, uno de los soldados de invierno, remachó un 2-0 que no resultaba extraño. Aún pudo llegar un tercero en una falta que botó a falta de tres minutos el utrerano Reyes. El balón tocó en un jugador del Sporting y salió desviado. Para entonces, la fiesta se había instalado en el graderío. Llegaban las noticias de los marcadores en otros campos, pero el cordobesismo solo tenía ojos para su equipo. La mejor cuenta, la que no necesitaba encajar con otras, estaba cuadrando.
Después del intermedio, el Córdoba salió enchufadísimo a los sones del himno. Todos apretaron. Lo de Reyes fue impresionante. El internacional iba a todas, jugándose la pierna -los rivales van a por él, no hay otro modo de frenarle- y dejando impresa su calidad técnica en acciones que le reafirman como un futbolista de un nivel estratosférico en la categoría. Reyes vino a Córdoba a por el título que le faltaba: la salvación de un equipo. Ya lo tiene. En el 54, el exsevillista pudo hacer el tercero, pero Mariño se le echó encima y desvió a córner. Un minuto después, Sergi Guardiola se lanzó a ras de césped para remachar un balón que se le fue.
El Sporting, claramente dominado, trató de sacar arrestos a sabiendas de que los resultados no le estaban beneficiando y tenía la tercera plaza perdida en favor del Zaragoza. Si los rojiblancos elevaron el nivel no fue suficiente como para quebrar la resistencia de un Córdoba espoleado por una grada a tope de revoluciones. Se superaron los veinte mil espectadores, una cifra a la que no se llegaba desde los tiempos de Primera División. Y en ese rango estuvieron todos.
Rubén Baraja metió a Jony por Canella para dar algo más de presencia ofensiva a un Sporting que no podía con un Córdoba ardoroso y disciplinado, que no daba ni un ligero síntoma de estar dispuesto a perder el tesoro que tenía entre las manos. Con los resultados que llegaban de otros campos, favorables para los intereses del Córdoba, la afición se vino arriba y empezó a entonar cánticos con dedicatoria -“¡González, jódete!”- y a corear con olés las acciones de los de Sandoval. A falta de veinte minutos, José Antonio Reyes recibió una de las mayores ovaciones que se recuerdan en este estadio cuando se retiró para dejar su sitio a Alejandro Alfaro. Aún con el eco de los aplausos a la leyenda del Sevilla -y desde ya héroe cordobesista-, el canterano Fernández pudo reventar el marcador con un remate que repelió el poste de la meta de Mariño.
El tramo final trajo alguna inquietud. El ambiente de jolgorio en El Arcángel y la sensación de trabajo terminado se unió a un apretón del Sporting, que quiso desmentir que entre un equipo que aspira a Primera y un candidato al descenso a Segunda B hubiera una diferencia como la que se estaba detectando en el campo. Pawel vio balones cruzar su área y se produjeron algunas desaplicaciones, producto del cansancio y los nervios por llegar de una vez por todas al final. La fiesta la remató Álvaro Aguado en una contra que finalizó batiendo a Mariño con un furioso disparo que simbolizó el cierre de una etapa y el inicio de otra nueva, el cerrojo a una temporada que fue una pesadilla y concluyó con un hito histórico: la mayor remontada de salvación que jamás haya protagonizado el Córdoba. Ya está hecho. Nadie olvidará vuestros nombres ni lo que sucedió durante el curso 17-18 en este club increíble llamado Córdoba CF.
FICHA TÉCNICA
CÓRDOBA CF, 3: Pawel Kieszek, Fernández, Álex Quintanilla, Aythami, Jesús Valentín, Javi Galán, Edu Ramos, Aguza (Quim Araujo, 82'), Aguado, Reyes (Alfaro, 72') y Sergi Guardiola (Eneko Jauregi, 88').
SPORTING DE GIJÓN, 0: Mariño, Lora, Álex Pérez, Barba, Canella (Jony, 58'), Álex Bergantiños, Álex López, Carmona (Castro, 70'), Pablo Pérez, Ismael López y Michael Santos (Rubén García, 75').
ÁRBITRO: López Toca (Comité Cántabro). Amonestó con tarjeta amarilla al cordobesista Aythami y a los sportinguistas Álex Pérez, Álex López y Pablo Pérez.
GOLES: 1-0 (10') Sergi Guardiola. 2-0 (30') Álex Quintanilla. 3-0 (90') Aguado.
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 42ª y última del campeonato de Liga 1|2|3, disputado en el Estadio Municipal El Arcángel ante 20.306 espectadores.
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