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El himno de la desolación

Aficionados en El Arcángel | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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A la hora del café pocos lo toman. Son las cinco y el trayecto comienza. Es domingo de fútbol. Es tarde de emociones. Y ni siquiera la palidez del cielo y la temperatura, aún soportable, contrarrestan el deseo de quienes mantienen la ilusión cuando todo lo cubre el pesimismo. No existe para ellos y ellas, jóvenes y mayores, adultos y niños. Siempre manda el corazón, la pasión. Contra pronósticos en ocasiones. “A ver si hoy tenemos suerte”, apunta un hombre a su madre nada más subir al autobús. Los dos siguen su ritual de cada fin de semana en el que hay cita en El Arcángel. Sus palabras son la expresión del deseo que vive en más de diez mil personas. Las que sin carreras y las que a paso ligero, en el día de la Media Maratón, caminan hacia el estadio. Las sonrisas todavía son más que los gestos claros de frustración. Esos, por desgracia, están por llegar. Quizá no lo imaginan. Quizá simplemente quieren pensar que no será así.

La pasión desconoce dinámicas. Las supera de hecho. Es de esa forma como durante una hora las gradas de El Arcángel comienzan a llenarse. Aunque menos que en otras muchas veces. Probablemente el hastío afecte a los que esta tarde, cada vez más fría, se ausentan. Seguramente sea ésa la razón de su falta. El encuentro arranca y nadie vislumbra un desenlace triste. Otro más. El himno que compusiera Manuel Ruiz Queco sirve para reforzar la creencia, la fe si cabe. El partido no empieza mal y sin embargo, de repente, un manotazo en forma de gol. Otro más. El Getafe se adelanta y hace más gélida la tarde. Pero la afición no se rinde, como reza el vídeo marcador tras el tanto visitante. Hay cánticos de ánimo, si bien son menos sonoros que antes. El Córdoba inicia su huída hacia delante, que en la primera parte concluye con semblante serio.

Todos permanecen en sus asientos. Aguantan la tormenta y creen que escampará. Pero sucede todo lo contrario. Jorge Molina asesta un nuevo golpe y entonces las caras comienzan a ser largas. Muy largas, como parece presentarse la temporada para el conjunto blanquiverde a estas alturas. El Córdoba se encamina a su novena jornada consecutiva sin vencer. Y comienza el cántico. “González vete ya”, repiten una y otra vez los aficionados desde la grada. El grito es unánime. Incluso hay lugar a la broma. “No queremos a tu hijo”, canta un sector de El Arcángel en relación al relevo en la presidencia, que llegará el 22 de diciembre. Será el momento en el que Alejandro González asuma el papel principal en la entidad califal.

El drama es total. El silencio no es absoluto. Cánticos en contra del propietario del club, de su Consejo de Administración y de los jugadores. También de Oltra. Aunque estos son más tímidos y menores. Llegan al final del encuentro, cuando el Córdoba pierde por 1-3. Menos mal que Pedro Ríos maquilla el doloroso castigo que inflige un Getafe que ahonda en la herida blanquiverde. A esa hora, casi a las ocho menos cuarto, el estadio presenta una imagen desangelada. Son muchos los que decidieron abandonar sus asientos en el tramo final de un choque que es algo así como una oda al sufrimiento. El último silbido trae más caras largas, el rumor de las voces de la hinchada rival y un pequeño concierto de pitos. Menos mal que la megafonía funciona bien para ocultar el himno de la desolación.

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